31.3.07

31 DE MARZO. TRASLADO




Parroquia de la Magdalena. Por la noche. No recuerdas la hora. Ni falta que te hace. Sabes que es al acabar la jornada, siguiendo ese reloj interno que marca nuestros actos importantes. Esperarás la última misa. Quizás te sea difícil encontrar un buen lugar. Podéis ir en paz y un público inmóvil. A partir de aquí la liturgia anual, tan repetida y tan nueva.
El antiguo templo dominico se transformará en la penumbra. Ya no verás a los condenados en el auto de fe, ni al cortejo que conquistó Sevilla y que imaginó Lucas Valdés. El silencio lo llenará todo. La oscuridad lo callará todo.
Miserere Nobis. Una voz del más allá te volverá a sobrecoger. Un año más. En la oscuridad comenzará a andar el cortejo. Oscuros cirios en la oscuridad del templo. Rostros que se repiten año tras año. Trajes negros para rostros que te parecerán repetidos. Una procesión de corto recorrido. Cirios negros que acompañan a Cristo desde su altar hasta la caoba de su paso. Cristo del Calvario. Una obra de Francisco de Ocampo de 1612. El antiguo crucificado de la hermandad de los Mulatos. Ecos del Cristo de la Clemencia de la Catedral, es decir una obra hecha para establecer el diálogo de Dios y el hombre. Así se firmó. Madera de ciprés a hombros de sus hermanos. No verás otra cosa. Flotará en un mar de silencios y de oscuridades.
Lentamente Cristo Crucificado llegará a su trono. Sólo se oirá el órgano y el silencio de la iglesia. Unas manos izarán de nuevo a la imagen. Una cuerda lo esperará desde la bóveda barroca. Casi sin sentirse, la imagen del Dios del Calvario se elevará y se colocará sobre su paso. En tu memoria un antiguo cartel de la Semana Santa en el que el crucificado era visto desde el cielo. También una película que podría ser la de tu propia vida. Memoria y realidad. Un instante de ajuste. Un golpe de llamador. Dos. Tres. Y entre una niebla de incienso verás la primera levantá. Tres golpes que despertarán tus sentimientos. Hoy. En la Magdalena. Al final del día.
Ciudad de contrastes. Saldrás a la calle. Un niño con una palma te anunciará, como una Giganta en la noche, que ha llegado un nuevo Domingo de Ramos.

27.3.07

27 DE MARZO. EL INCENDIO


Una vez pasado el susto del día anterior, los hermanos se armaron de valor para enfrentarse a la realidad. Todavía no daban crédito a lo que habían vivido el día anterior. Todavía les temblaban las piernas. Todavía olían a la ceniza de un fuego que había estado a punto de quitarles lo que ellos más querían...
Hermandad de la Amargura. Procesión del año 1893. Una jornada espléndida hasta ese momento. Al llegar el paso con la Virgen y San Juan a la plaza de San Francisco nada hacía presagiar la desgracia. Se iniciaba una chicotá y ...parada sin sentido. El público más cercano se dio cuenta: salía un espeso humo del paso. El caos fue general. Costaleros que salían corriendo, nazarenos sin antifaz, gritos, lágrimas... Se quemaba el paso de la Amargura ...y de San Juan. Alguien llegó a gritar entre el público “salvar al San Juan”. Nadie sabía qué hacer. Menos mal que tres valientes se lanzaron a las llamas. Entre ellos un guardia municipal, un tal Fajardo, que rápidamente apagó el fuego y fue apartando el manto de la Virgen. El incendio había sido grave: manto consumido, saya rota, rotura de las piernas de San Juan, pérdida de joyas, rostro quemado de la Virgen y sus manos... Los que se subieron al paso no quisieron ni mirar pero la Virgen había perdido sus manos. Después de quitar velas y flores quemadas surgió la duda: también faltaban joyas. Hasta en las peores ocasiones había quien sacaba el ladrón que todos llevamos dentro. Alguien cubrió a la Virgen con una manto del Salvador y con un repostero del Ayuntamiento. Regreso en silencio. Incluso así estaba hermosa...
Al día siguiente aquellos hermanos analizaron la imagen. Alguien encontró la mano caída de San Juan entre las cenizas. La Virgen tenía rota la corona y el rostro desfigurado. Alguien se acordó de María Coronel. Pero algo faltaba: definitivamente el fuego había consumido las manos de la Dolorosa de San Juan de la Palma. Rápidamente se limpió el paso, alguien trajo un manto para la Virgen y allí delante se celebró un cabildo para decidir qué se hacía. A los hermanos les costó hablar. El horror estaba dibujado en los ojos de la Dolorosa. Dicen algunos que alguien vio bajar algo parecido a los ángeles lampareros de la capilla. Misterio. Al terminar el cabildo se dijo oficialmente que el escultor Antonio Susillo restauraría las imágenes y le haría unas manos a la Virgen...
Una mentira piadosa. Eso es lo que cuentan las abuelas de San Juan de la Palma. ¿Quién se iba a atrever a hacer unas manos a una Virgen que te miraba de aquel modo? Tenía que ser alguien venido de otro mundo. Por eso dicen las abuelas del lugar que allí nace el Domingo de Ramos. Porque cada año una Virgen está de estreno. Todas saben que hay quien viene de lejos para que todos los años se cumpla el rito y el refrán.

“Domingo de Ramos. Quien no estrena, no tiene manos...”

23.3.07

24 DE MARZO. VA POR USTEDES...



Me van a permitir que haga un inciso en las páginas de este almanaque para dedicarles mi libro. A todos los visitantes de este rincón que aportan sus comentarios, a los que entran de forma esporádica, a los que discuten o discrepan, a los que leen con entusiasmo, a los que buscan en cada rincón de esta ciudad los ecos de su hermosa historia... No tengo muchas veces palabras para agradecerles sus halagos. Consideren que hoy les han dedicado un libro que presentaré en fecha próxima. Ese día me gustaría poner cara a tantos amables visitantes que aparecen por aquí. Les tendré informados. Ya saben que va por ustedes...

19.3.07

20 DE MARZO. EL CAMARADA


Un dolor insoportable. Ningún deseo de vivir ni de soportar más aquella maldita enfermedad. Eso es lo que sintió el camarada Pepe Díaz aquel frío día de marzo de 1942. Quizás el fin de todo. Por eso, en la quinta planta de aquel hotel, con un cáncer que parecía consumirle el estómago, el camarada Díaz hizo un repaso de su vida...
En medio de la Unión Soviética, a miles de kilómetros de su ciudad, recordó su infancia. Unos años difíciles pero felices. Le vino a la memoria sus juegos en la Macarena, sus carreras por la Alameda y las fiestas de la Europa. Sandalias de esparto y mucha pobreza, pero unos recuerdos felices. El trabajo llegó pronto. Había que ayudar a la familia y con once años ya se levantaba a las cinco de la mañana para trabajar en la panadería. Un trabajo duro que marcó su vida. Allí se dio cuenta que había que luchar por tantos obreros explotados. Ideales de juventud. Recién cumplidos los 18 se afilió a la CNT, aquellos idealistas rojinegros que iban a cambiar el mundo. Con ellos se hizo dirigente sindical de los panaderos sevillanos. Con una sonrisa en los labios recordó las primeras huelgas. Quizás lo peor vino con Primo de Rivera. El jerezano estuvo a punto de arruinarle la vida, pero él no se exilió. En 1925 fue detenido en Madrid vendiendo picos, ese nuevo invento que comían los burgueses que no tomaban pan. En la cárcel madrileña comenzaron los malditos dolores de estómago. Le durarían el resto de su vida.
A los dos años pudo volver a su Sevilla natal. Algo se cocía allí. Cuando llegó la República, era ya todo un dirigente sindical, uno de los más apreciados. Curioso. Hacía exactamente 10 años de aquel gran día. Fue en el cine del antiguo Pabellón de Estados Unidos. Allí estaban todos,: Barneto, Mije, la Pasionaria...Dos días de congreso, en una Semana Santa que no tuvo pasos menos el de la Estrella revolucionaria. Al final, el sueño: Aquel panadero llegaba a lo más alto del partido Comunista de España. Mucho trabajo por delante y mucha ilusión. Había que conseguir la verdadera revolución obrera.
Aquella noche fría de marzo Pepe Díaz recordó la República y la maldita guerra civil. Años de trabajo para acabar así. Se le contrarió el rostro cuando se acordaba de discusiones, de enfrentamientos, de batallitas particulares. Siempre pensó que lo primero era ganar la guerra. Pero casi peor fue su guerra particular. Aquel maldito dolor de estómago. Y eso que en 1938 el mismísimo camarada Stalin le mandó su médico particular. La cosa estaba seria. Vino a su memoria su traslado la Unión Soviética cuando la guerra estaba casi perdida, su operación en Stalingrado y su traslado por la llegada de los nazis. Y el maldito dolor. Aquella noche de 1942 no pudo más. Dando un grito se tiró desde la ventana de su habitación. Alguien le oyó mencionar la palabra Sevilla…

17.3.07

17 DE MARZO. MONTESINOS


Tiene la Virgen del Valle dolor en sus ojos verdes. Es la letra de una saeta de Barrios Masero que recordaste este fin de semana, entre altares de plata y de incienso. Y viendo la mano tendida de la Virgen no pudiste dejar de pensar en un niño, en un niño que nos dejó. Ya lo habías recordado con sus propias palabras:
“Un día cualquiera de un año ya olvidado nació en una casa que había en este lugar un niño como todos los demás niños. Pasado el tiempo vivió, amó y sufrió como todos los demás hombres. Y como todos los demás también fue feliz algunas veces. No preguntéis su nombre porque los nombres se olvidan.” Pero el texto tenía nombre. De poeta. De alguien que te hizo sentir la emoción. Su tata siempre lo llamó Rafaelito. Tú lo conocías como Rafael Montesinos.
Había nacido cerca del Dios de Sevilla en 1920 pero estuvo lejos de los ojos verdes de su Virgen del Valle desde 1941, año en que se trasladó a Madrid. Recordaste algunas de sus obras: “El libro de las cosas perdidas”, “Las incredulidades”,”País de la Esperanza”, “Madrugada de Dios”. Nombres que suenan a pura poesía. También recordabas que Rafael ha sido uno de los mejores ensayistas sobre Bécquer y que ha recibido numerosos premios: el Nacional de Poesía, el Nacional de Ensayo y allá por 1957 el premio Ciudad de Sevilla. A tu memoria vino su última imagen, la de su barba llena de canas, la de su figura enjuta acompañando a la coronación de su Virgen, aquella por la que pronunció uno de los juramentos más hermosos de la novela española contemporánea.
Altos pináculos de plata hacia el cielo que perdimos y mano tendida de la Virgen que más llora. Allí pensaste que hay personas que merecen pasar a la posteridad sólo por un detalle, sólo por una obra, sólo por un momento. En el caso de un poeta por un solo verso. Los mejores de Montesinos vinieron a tu memoria: “Oh padre mío,/ cuanto silencio hay en este Viernes / tan lejos de mi vida, / cerrada para siempre la cancela / que a nadie espera ya. / Hoy la memoria escoge / el camino más corto para herirme.” Memoria de la distancia. Memoria de la hermosura que se condensó en una novela de Montesinos,“Los años irreparables”, ejemplo de que la simplicidad de la vida de un niño puede ser un monumento poético. Y es que la distancia no provoca el olvido.
Cerraste los ojos delante de la Virgen. Y viste a Rafael. Había vuelto a la patria suya. Lloraba la Virgen del Valle. Lloraba la cera. Y un eterno niño llamado Rafael llevaba un caramelo de piñones que le dio un nazareno de la Soledad. Quizás fuera en Sierpes. Cerca de Cerrajería. Había vuelto definitivamente Rafael Montesinos. Y la Virgen seguía llorando Y todo lloraba con ella.

13.3.07

14 DE MARZO. EL EXAMEN


14 de marzo de 1617. Aquel día, el joven Diego se levantó algo nervioso pero confiado en sus posibilidades. Había llegado el momento de demostrar su arte. Y esperaba no defraudar a tanta gente que había puesto en él su confianza.
Apenas tenía 17 años, un cierto porte del que aspira a la condición de hidalgo y un incipiente bigotillo y perilla que cuidaba como cualquier joven de su época. Y tenía que demostrar sus cualidades como las de un maestro. No defraudaría a nadie. Desde que entró en el taller de Pacheco cinco años antes no había hecho otra cosa que aprender. En cinco años aprendió a mezclar colores, a aplicarlos, a preparar bastidores, a entelar viejos cuadros, a dibujar del natural, a observar atentamente el mundo que le rodeaba y llevarlo a un lienzo. Ya lo decía su maestro. No bastaba con copiar, había que crear, había que reflejar el cuerpo pero también el alma del retratado. En esos 5 años, el joven Diego conoció a las élites intelectuales de la ciudad. En la Casa de los Medinaceli, en la casa del poeta Juan de Arguijo o incluso en su casa de la calle Puerco, la que luego llamarían Trajano. En todos estos lugares Diego fue siempre un oído atento que aprendía arte, poesía, literatura, mitología, historia. Un alumno aventajado de Francisco Pacheco, aquel viejo pintor al que llegó a querer como si fuera su padre.
Por todas esas cosas, aquel día de marzo el joven Diego no podía fallar. Se levantó temprano y se vistió con el traje que su maestro le reservaba para las grandes ocasiones. Negro austero y un golilla impecable. Antes de ir al examen, le dio tiempo a dar una vuelta. Cerca de la calle del Puerco visitó la vieja parroquia de San Miguel, y algo más lejos, se acercó a la Parroquia de San Vicente. Hizo alguna oración, pero sobre todo miró algunas pinturas. Y con estas ideas se dirigió a hacer su examen. Con toda solemnidad lo recibieron sus examinadores, su propio maestro y el pintor Juan de Uceda. No podía fallar. En la parte teórica hubo de todo, cuestiones sobre mitología, sobre iconografías, química de los materiales, procedimientos técnicos... Apenas tuvo fallos y apenas titubeó. Cuando llegó a la parte teórica, se veía con el título en la mano. Tenía que dibujar del natural. Para eso llevó a un mozalbete que le ayudaba en ocasiones. No es por nada, pero aquel día lo retrató a la perfección. Y con tanta perfección consiguió el título de pintor. No había fallado.
Cuando aquel día de marzo el joven Diego salía del examen, hacía ya planes de futuro pensando en Juana, la que sería su esposa. No se imaginaba que el retrato del examen lo encajaría con una vieja friendo huevos y que sería un cuadro famoso. Aunque lo que menos podía imaginar es que había nacido Diego Velázquez, uno de los pintores más grandes de todos los tiempos.

6.3.07

7 DE MARZO. MONTPENSIER


Aquel día de marzo de 1851 el palacio de los Duques se vistió de gala. Llevaba tres años en restauración para poder convertirse en una pequeña corte pero el esfuerzo había merecido la pena. De una antigua escuela de Náutica, el viejo edificio pasó a ser el palacio más bello de la ciudad. Incluso se le cambió el nombre. Ya no sería San Telmo. Ahora sería el Palacio de los Montpensier. Nacía la leyenda en la Sevilla del Romanticismo.
Con el nerviosismo propio de su juventud, los hermanos de Montserrat acudieron al Palacio. Llevaban sus mejores galas y sus medallas relucían como nunca. Aquel año iban a volver a procesionar y unos hermanos ilustres iba a entrar en la Cofradía. Era Don Antonio de Orleáns y su mujer doña María Luisa de Borbón, la hermana y el cuñado de toda una reina de España, Isabel II. En el salón de los espejos de palacio se entregaron las medallas de los nuevos hermanos mayores perpetuos. No sería su única cofradía. Pero sí el símbolo de una nueva época. Nacía el Romanticismo en la ciudad de Sevilla. Y renacía la más romántica de las cofradías: nazarenos en blanco y azul, hebillas en los zapatos, alegorías de la Fe y la Verónica, castillos y leones en el terciopelo azul de la Virgen de Montserrat... Adiós al negro y al silencio. Nacía el color y el Romanticismo.
Probablemente aquel día de marzo Don Antonio de Orleáns empezó a soñar con llegar a ser un día el rey de España. Y comenzó por su propio palacio. Terciopelos, maderas nobles, espejos franceses, retratos de la mejor pintura de la época y flores de lis en las rejas. Todo un símbolo: las flores de los reyes franceses al lado del Gualdalquivir. Y el Duque de Montpensier comenzó a soñar con el trono. Lo tenía todo. Era descendiente de reyes franceses, culto, rico adinerado, centro de la sociedad de su época. Y estaba casado con una hermana de la Reina. Pero tanta ambición no tenía fin. Participó en la Revolución de 1868, fue exiliado, mató en duelo a todo un príncipe, de nuevo el exilio, nuevos regresos, nuevas expulsiones. Cuando casó a su hija Mercedes con el futuro Alfonso XII se veía de padre de reina. Pero la mala suerte parecía haber marcado a su familia. Y su hija murió joven entre el llanto de la Sevilla Romántica.
Muerto el duque, su mujer María Luisa envejeció en la ciudad que fue su corte definitiva. Al morir dejó a la ciudad la tristeza del recuerdo y el parque que lleva su nombre. Por allí paseaba su melancolía en sus últimos días. Y cuando recordaba aquel día de marzo de 1851 dicen que una sonrisa iluminaba el rostro de aquella anciana...

3.3.07

28 DE FEBRERO. BLANCA Y VERDE


Abres tu almanaque y te vienen recuerdos en blanco y verde. 28 de Febrero. Apenas tenías 9 años. Y recuerdas que apenas entendías nada. El día antes tú quisiste ver Apocalipsis Now en el cine, una de tiros, pero tu padre no te dejó. No paraba de hablar de cifras, que si el 143, que si el 151... En tu casa se llevaron días con eso del 28 F, tu lo recuerdas en la portada de un disco pequeño de vinilo que tu padre ponía casi a diario. Te acuerdas de su letra como si fuera el Padrenuestro o la alineación de tu equipo de fútbol: “Andalucía nuestra, se respira en el aire el fin de la espera....” Aquello te gustaba. Te recordaba a esos personajes con bigote y patillas que cantaban algo que llamaban rock andaluz. Te gustaban sus pantalones vaqueros de campana pero tu madre no dejaba que te los pusieras. Cuando te quejabas te decía que ya estabas dando el mítin, pero tú no tenías ni idea de qué era eso... La otra musiquilla de la época la recuerdas en la voz de un presentador de folklóricas. No se te olvida. “Andaluz, este no es tu referéndum”. Y recuerdas el enfado de tu padre que apagaba la radio en el acto. Y tú seguías sin saber qué era eso de un referéndum...
28 EFE. El otro recuerdo era la bandera. Cuando tu padre la trajo, cortada de una pieza de la calle Puente y Pellón, a ti te pareció algo importante. Y eso que el blanco y verde no era lo tuyo. Pero ese personaje en el centro con los dos leones en el escudo te parecía algo de película. Alguien te dijo que era Hércules. Y al colocarlo en el balcón de tu casa te sentiste alguien importante.
Aquel día tu padre no trabajó. Era día de votaciones y entonces se trabajaba con unas horas para poder ejercer lo que llamaban un derecho. Pero a tu padre le tocó una mesa electoral. Fuiste a verlo. Eran las mesas de tu colegio pero ese día no había clase. Allí estaba tu padre, alguien importante. Lo llamaban presidente pero tú lo veías igual que siempre. Banderas en las solapas y mucha gente alrededor de tu mesa de 4º de E.G.B. El día fue largo. Cuando cayó la tarde todos encendieron la radio en tu casa. Recuerdas que tu abuelo insistía en poner el parte para saber qué había pasado. Él siempre hablaba su propio idioma. No comprendiste nada. Que si el censo, que si Almería, que si la abstención... Cuando llegó tu padre por la noche tu pregunta fue clara ¿Papá, hemos ganado?. Y te acostaste sin tener nada claro. Quizás tu padre tampoco.
Muchos años después has comprendido algunas cosas. Tienes el almanaque marcado en blanco y verde. Aunque las cosas han cambiado. Ahora la gente sólo saca al balcón la bandera de su equipo. Y hay quien cambia las letras y donde dice España lee otra cosa. Y quien de aquella bandera hecho su excusa. Pero a ti te sigue sonando a música eso de pedir paz y esperanza bajo el sol de tu tierra...