28.8.07

28 DE AGOSTO. QUIJOTE


“Todos nacemos locos. Algunos siguen siéndolo toda la vida”. No recuerdo quien dijo la frase. Tampoco importa. En un lugar de la razón nació una vez un hidalgo que fue sobre todo un loco para miles de sanchos...
Siempre pensaste que una gruesa línea separaba la realidad de los sueños, los pensamientos e ilusiones de la puta realidad. Por eso las mejores chicas se iban con otros, las mejores notas no iban en tu boletín y, por supuesto, las grandes finales las jugaban los demás. Tú sobrevivías en tu mediocridad ilusionada, asentada en miles de desilusiones y de repeticiones que marcaban una constante en tu vida. Realidad frente a deseo. Lo que querías y lo que pasaba. Tu vida necesitaba un loco hidalgo que llenara de ilusiones tu existencia. Ya lo dice el refrán: “el mal que no tiene cura, es locura”. Esa era tu relación la liturgia del balón. Tanto que, ante tanto Sancho Panza, tú repetías aquello de que “quien vive sin locura, no es tan cuerdo como parece”. Y a fuerza de esperar llegaste a conocer a un Quijote que te hizo realidad tus sueños de libros andantes. Era alto, delgado y con perilla. Quijotesco en el sentido puro. Apareció en tu vida con una volea. Después de cientos de minutos y de años te espera, aquella pierna izquierda te sacaba de la realidad y hacía cumplir tu viejo e idealizado sueño. Farolillos eternos. Había nacido el Quijote que te mandaba a la ínsula Barataria de una final europea en la que triunfarían tus amores rojiblancos.
Y como “quien con locura nace, con locura yace” tu sueño continuó gracias a aquel hidalgo, y lo que era un utopía se repitió hasta en cinco ocasiones.
Pero la puta realidad nunca le perdonó a aquel quijote que triunfara el reino de las ilusiones. Por eso mandó contra él a todas sus huestes. Y el primer partido de liga fue su troya particular, como aquel hidalgo de los libros. Realidad frente a ilusión, la muerte frente a la vida. El joven quijote luchó contra aquellos molinos hasta que pudo. Pero los gigantes suelen derrotar a los sueños. Y el hombre que amó a unos colores rojiblancos fue llevado al destierro de otros mundos. Aquí le lloramos muchos sanchos, pero quizás ese amor no es otra cosa que un ejemplo de sabiduría. Por eso has recordado otro refrán “Dichoso el humilde estado / del sabio que se retira / de aqueste mundo malvado / y con pobre mesa y casa / en el campo deleitoso / con sólo Dios se acompaña / y a solas su vida pasa / ni envidiado, ni envidioso.” Y te has consolado sabiendo que lo grandes partidos tienen un tiempo añadido. Un tiempo infinito para jugar en otros cielos. Un tiempo infinito para seguir creando ilusiones con una zurda...
Has sentido una gran pena, quizás en el fondo una gran envidia. Como escudero de tu tiempo, asentado en esa gordura que llaman realismo, querrías ser más de una vez Quijote. Como aquel zurdo que un día te llevó al reino de los cielos...
Vale.

18.8.07

17 AGOSTO. DESCANSO



Con vistas de playa urbana el almanaque cierra sus páginas por descanso hasta el próximo 1 de septiembre. Para entonces cumplirá su primer año. Sólo tengo palabras de agradecimiento para tantos amables lectores. Volveremos pronto. Un saludo.

14.8.07

15 DE AGOSTO. LA SONRISA ETRUSCA


Te ha besado el aire de una mañana de agosto. Te has vestido con el peso de tus recuerdos y, un año más, has salido a la calle.
Parecías que no andabas sino que deambulabas, no se notaba lo que eras sino lo que sentías. El tiempo se había parado en el amanecer de un día de verano de un año que no importaba. Ni datos, ni horarios, ni saludos, ni prisas. El momento, sólo el momento. No has sido tú, pero sí el que fuiste una vez y el que probablemente, nunca quisiste dejar de ser...
Has llegado a la Catedral por el camino más corto, el de tus callejones olvidados y el de tus recuerdos de la infancia. Buscabas el buen sitio que nadie te ha tenido que indicar. Público habitual en el lugar habitual. Una máxima barroca: ni más, ni menos. Y allí, en tu lugar en el mundo has dando rienda a tus recuerdos ...
Recuerdos de un tiempo pasado. Te vestían de domingo y te sacaban al amanecer. No había derecho... Aunque al llegar la procesión algo cambiaba tu cara. Quizás fuera una sonrisa que se contagiaba...Quizás fuera tu imaginación la que te sacaba de tu sitio en el público y te llevaba a los brazos de aquella Señora. Por un momento de olvidabas de todo lo que había alrededor. Y de lo que te contaban: que si una imagen fernandina, que si la Edad Media, que si los ángeles, que si otras vírgenes, que si los nardos, que si el manto de los castillos y leones, que si la tumbilla... Que sí, que a ti te importaba poco. Porque tu ya te habías situado en brazos de aquella mujer de madera, enigmática, más antigua que el tiempo. Sonaban las marchas de tu Semana Santa y unas zapatilla blancas os llevaban siempre de frente, como las buenas cuadrillas. Y te olvidabas de todo. Unas manoplas de madera te protegían y en tu trono comprendías porqué reinaban los reyes. La mirada al frente de una Mujer de cabellos de oro...como en los villancicos de tu abuelo. No te importaban ni corales, ni brillantes, ni oros, ni bordados. Sólo te importaba aquella sonrisa que te envolvía... Cuando pasabas delante de los Mercadantes veías otras sonrisas góticas pero aquella era especial. Alguien te la comparó una vez con la sonrisa de los etruscos. ¡Qué gran acierto!. La risa moderada del que reina por encima de todas las cosas. Por eso tú llegabas casi a reírte entre aquellas manoplas de madera... Todo pasaba en un tiempo corto, probablemente el justo...
Un años más, cuando has vuelto a tu casa has creído ver a tu abuela, la del nombre sevillano. Quizás fuera su sonrisa...un día como el de hoy celebraba la importancia de su nombre. Un día en que tú te hacías un niño. Un niño que, cada año, sigue sintiendo que estrena unos zapatitos de plata...

2.8.07

4 AGOSTO. NIEVES DE VERANO


Imagínese que en Sevilla nevara hoy o mañana, o cualquier día de Agosto. Un milagro que nadie se atrevería a explicar. Pues algo así ocurrió en Roma en el año 352. El sevillano que conoce la Ciudad Eterna en Agosto suele hacer la comparación con su Sevilla natal, aunque allí puede disfrutar de las fuentes que aquí no disfrutamos. Pues en esa Roma veraniega cuenta la tradición que nevó el 4 de Agosto del año 352. En una de sus colinas, el monte Esquilino, se produjo el milagro. Y la interpretación se la dio la Virgen a un noble patricio, Juan. También su esposa conoció el porqué del milagro. La Virgen deseaba que en aquel lugar se alzara una basílica dedicada a su nombre. Era el milagro de la Virgen de Agosto. O de la Virgen Blanca. O de la Virgen de las Nieves. Con cualquiera de estas advocaciones la conocemos.
La historia la pintó Bartolomé Esteban Murillo en dos pinturas para la Iglesia de Santa María la Blanca, en plena judería, un lugar que ya albergó en época medieval a una de las sinagogas de Sevilla. En estos lienzos Murillo representó el sueño del patricio, el milagro del Monte Esquilino, la entrevista con el papa Liberio y la procesión para señalar el lugar de la que sería la Basílica de Santa María la Mayor de Roma. Todo ello lo condensó en dos cuadros que serían una de las atracciones de la reforma barroca que se hizo a la iglesia en 1665. Lienzos que se adaptaban a los arcos, que se aparecían entre las yesería barrocas de las bóvedas, que explicaban la historia de la imagen titular del templo. Pero esto es pasado. Los invasores franceses robaron los cuadros en 1810 y fueron llevados a Francia junto a casi un millar de lienzos, dato que no debería ser olvidado en estos tiempos en los que solemos desdeñar la historia. En Francia fueron adaptados como cuadros de formato rectangular. Se le añadieron unas enjutas doradas que muestran la planta y el alzado de la Basílica de Roma, según diseños del arquitecto francés Percier. Las reclamaciones españolas tras la caída de Napoleón lograron que los cuadros fueran devueltos. Pero no a Sevilla. Las pinturas se depositaron en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y en el año 1901 pasaron al Museo del Prado. En la iglesia sevillana se colocaron en su lugar unas simples copias que nos traen la nostalgia de dos obras maestras que fueron robadas del lugar para el que se crearon. Su sitio no es el Museo del Prado. Su sitio es la pequeña iglesia barroca de la judería sevillana.
En estos tiempo de demandas tantas veces injustificadas alguien podría reclamar que las obras de Murillo volvieran a su lugar de origen. No hablamos de desmembrar un archivo, ni de fraccionar un patrimonio, ni de razones de enfrentamiento político. Hablamos de devolver un tesoro pictórico que fue robado de Sevilla. Hablamos de un patrimonio cultural colectivo.
Aunque, viendo lo que suele importar esto, antes que el regreso de las pinturas será más fácil que en Sevilla nieve cualquier día de Agosto...