20.6.08

21 JUNIO. LUIS GONZAGA


Mira Luisito que te lo han dicho veces: “Anda hijo, que eres más bonito que un San Luis de palo”. Siempre te preguntaste que sería aquello del palo, que a ti te suena más a golpe de esos que da la vida ó a baraja ó a quién sabe qué cosa más extraña. Por eso esta tarde nos vamos a conocer a tu santo, Luis Gonzaga, en el mejor día posible, el del comienzo del verano. Siempre fue el día de las notas, aunque cada vez te las den más tarde, que muchos padres se creen que cuando más días estén sin sus hijos mejor...
A ti siempre te sonó a vacaciones, a bañador, al adiós de los amigos y sobre todo a los caracoles y cabrillas que celebraban tu santo. Había llegado el verano. Pero esta tarde vamos a conocer el origen de tu nombre. Y vamos a ver al auténtico San Luis de palo.
Esta tarde saldremos a pasear cuando el sol de esta época ya no nos castigue. Te enseñaré que hay una calle que trazaron los romanos de tus películas y que atravesaba Sevilla de Norte a Sur y que la llamaban cardo. También se llamó calle Real, que por allí entraron los reyes de tus cuentos de medianoche y las reinas de tus fantasías. Hoy la calle se llama San Luis, pero no te confundas bonito, que está dedicada a un rey de Francia que también fue santo pero que no es nuestro San Luis de palo. Andando por aquella calle tan larga te llevaré a un iglesia colorá de grandes torres, con el ángel de la guarda de tus sueños en la portada y los animales de la Biblia de tu bisabuelo en sus torres. Siempre te llamó la atención la cúpula de aquella iglesia, la de San Luis de los franceses, no te confundas que el tuyo de palo está mucho más escondido.
Seguro que cuando entremos en la iglesia dejarás de escucharme. Yo te contaré que es del siglo XVIII, que la hicieron los jesuitas, que tiene pinturas de Domingo Martínez y esculturas de Duque Cornejo. Tú te quedarás sin habla. Aquello es como un teatro, con su cortinaje abierto y con miles de santos entre espejitos que te recordarán los guiñoles de tu colegio. Como si fuera un juego buscarás el tuyo. Está en un rincón, entre espejitos dorados y pinturas. Es un niño joven que mira una cruz. Yo te contaré que es patrón de la juventud, que era italiano, que era un ejemplo de virtudes en la orden de los jesuitas, que murió muy joven. Te contaré que San Luis buscaba siempre la eternidad y que en un desfile de jinetes presuntuosos el se presentó montado en un burro. No lo olvides. Era noble pero se reía de los lujos de este mundo. Me conformo con que esta tarde aprendas eso. Eso y que un día de verano conociste a tu San Luis de palo...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una cuestión de técnica y de mucha experiencia.
Consiste en dar un pequeño mordisqueo entre uno de los incisivos superiores y su complementario inferior, con sutileza, sin romper la pieza, al tiempo que se ejercita una suave absorción ayudándose de la lengua y una oclusión de los labios.
El bicho sale limpio.
Todo lo anterior sin dejar de hablar y evitando que el caldo chorree por el antebrazo hasta el codo y desde aquí gotear hasta dar de lleno en el zapato o lo que es peor, en la ropa.
De vez en cuando un vasito de caldo, y vengan tanques y más tanques de cerveza.
Todo un rito que año tras año y al llegar a estas calendas del solsticio de verano, se cumple puntualmente en la esquina de Santa Cecilia.
-¡Camarero, dos tanques y otra ración!-
-Pa mi Loli, la reina de los caracoles-

La gata Roma dijo...

Yo ayer paseé calle San Luís arriba y abajo, por un motivo algo extraño… Ignorante de esta historia, dejé pasar la Iglesia de los franceses… mis objetivos eran otros, Pumarejo, San Marcos… Moscú sevillano en estado puro. La próxima vez tendré presente esta nueva lección.
kisses

J. Iván Martín dijo...

Como siempre gran relato amigo... a ver si la semana que viene (las vacaciones me las dan el martes) me paso por la mañana y vuelvo a entrar en San Luis, que hace ya bastante que no entro...

Una gran iglesia que ha sido olvidada, como tantas otras... las cosas de Sevilla.

Un abrazo

el aguaó dijo...

Y aquí estoy de nuevo querido Rascaviejas, comprobando de primera mano que su genialidad no sólo no se ha diluido, sino que ha crecido.

Impresionante texto. Felicidades una vez más. Luego, cuando la tarde ya sea noche, me sentaré tranquilamente a perderme por aquellas historias que el tiempo no me ha dejado leer.

Un fuerte abrazo amigo.

Anónimo dijo...

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