17.5.09

STABAT MATER

Stabat Mater dolorosa / iuxta crucem lacrimosa / dum pendebat Filius / cuius animan gementem / contristatam et dolentem / pertransivit gladius.
(La Madre piadosa estaba / junto a la cruz y lloraba / mientras el Hijo pendía; / cuya alma, triste y llorosa, / traspasada y dolorosa / fiero cuchillo tenía.).
No son tiempos de latines, aunque algunos lo añoren. Tiempo para recordar lo auténtico. Un calvario que es un calvario. María a los pies de la cruz. San Juan. La Magdalena. Las Marías. Eso es llamar a las cosas por su nombre. Eso es emplear las palabras con precisión. Palabras de un Dios herido de muerte. Algo que quizás no guste nuestros días: lo neobarroco lo inunda todo. Con sus fuegos de artificios. Con su horror al vacío. Con su apariencia de lo que es por fuera y de lo que no es por dentro. El vacío de la belleza superflua tan de moda. Por eso lo auténtico no está de moda. Quizás lo auténtico está en rincones elegantes del barrio de San Vicente. Un calvario que es un calvario. Con Reglas aprobadas en 1798 por el Consejo de Castilla. Un día como hoy. Una cofradía que fueron muchas pero que se sintetizó en un solo paso. Romántico como pocos. Sin añadidos. Sin estridencias. Sin cambios. Una cosa son los títulos, otra los titulares y otra los sagrados titulares. Títulos atesora una hermandad de San Vicente como un compendio de historia: Baños, Los Remedios, San Vicente, la Cabeza, Corazón de Jesús, Sagrados Clavos... Un titular de portada debió ser una marcha compuesta para todo un calvario. Era el año 1924. López Farfán dedicaba a una hermandad la melodía de una Semana Santa, de una forma de entender la vida. La vida que pasa. Como los campanilleros. No escucharás dos veces la misma melodía. La Semana Santa no había existido nunca. Todo pasa. Todo pasa y algo queda. Sonaron triángulos y campanillas en honor de un misterio completo. Quedó la mirada de una Virgen a los pies de una cruz. Sagrados titulares. Siguen siendo un símbolo de otra época, de otra estética, de otra forma de entender la Semana Santa. Altos candelabros y Marías en fila al pie de una cruz. Sin teatro. No hace falta más. Su salida en la tarde del Miércoles Santo parece simbolizar la pregunta interior del hombre de nuestro tiempo. Dudas. Temor. Soledad hasta en la bulla. En muchas ocasiones quizás nos baste con Siete Palabras. “Dios mío, Dios mío: ¿Por qué me has abandonado?”.

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