10.7.13

10 DE JULIO. EL GIGANTE

He abierto el almanaque y he visto tu nombre. Al cerrarlo me he acordado de los que me dicen que nunca exististe. Quizás seas fruto de la imaginación, quizás seas sólo una leyenda o el cuento de un viejo gigante de nombre extraño... Quizás sólo seas un símbolo que nunca se hizo de carne y hueso. Pero a mí me parece que eres un vecino eterno de mi ciudad. Y es que alguien tan grande no podía pasar desapercibido...
Al cerrar el almanaque he dejado volar la imaginación...turismo virtual que lo llaman... Te he visto en tantos lugares...
Alguien te pintó en una tabla en el siglo XV, con unos panes de oro para decorar el convento de San Benito de Calatrava. Todavía te conservan el Museo e incluso te han restaurado en los últimos años. Un Dios de la madera te hizo en tres dimensiones y te colocó en la parroquia del Salvador. Estoy deseando volver a verte allí, que creo que también te restauraron. Pero tu grandeza está sobre todo en la Catedral. Allí si que eres un gigante: Colón, a tu lado es un enanito y llevas casi quinientos años viendo desfilar eminencias y escuchando a los que dicen que tienes seis dedos o a los que cuentan que eres primo de Atlas... Y es que tú también cargaste el mundo a tus espaldas...
Pero yo me quedo con tu presencia en los conventos. Estás encerrado en Santa Clara y estás a la vista en Santa Paula. Allí un viejo portero me contó tu historia. Me dijo que tenías un nombre extraño, Réprobo y que procedías de Canaán. Eras alto y tan fuerte como un gigante. Estuviste tentado por el demonio pero un ermitaño te hizo ver la vida de otro modo. Te dijo que si ayudabas a cruzar un río con los caminantes a tus espaladas acabarías encontrando a Dios. Aquello te gustó. Al fin y al cabo te permitía mostrar a todos tu fuerza. Ganabas un buen dinero y todo el mundo hablaba de ti, de la facilidad con las que cargabas a las personas sobre tu hombro. No se te olvidará aquel día. Un niño te pidió que lo llevaras al otro lado del río. Era muy pequeño, no te costaría trabajo. Pero cuando ibas por la mitad del cauce casi no podías más. Recuerdas que le dijiste:
“Mira niño, pesas como si llevara el mundo encima”.
- El te respondió:
“No sólo llevas al mundo, sino a su Creador. A partir de ahora te llamarás Cristóforo, el que porta a Cristo, y tu vara florecerá en al orilla del río”. Desde entonces eres un símbolo de muchas cosas. Cuando hoy me monte en un taxi y te vea en una medalla con un Niño Jesús y tu vara florida recordaré dos cosas. Una, que las cosas más grandes aparentan ser las más pequeñas. Dos, que son muchos los que se siguen echando el mundo a su espaldas. Quizás por eso siga funcionando. Por eso existes, San Cristóbal. Por eso hoy nos acordamos de ti

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