20.8.13

SAN BERNARDO




 Nombre de santo. Barrio de conquistadores, toreros y arquitectos. De cofradía de las de capa con sabor antiguo, que no todo está en el centro. Nombre de puente que no salta ningún obstáculo y que fue barroco en época de costumbrismo e historicista en época de derribos. Nombre de arrabal, aunque nunca lo hubo más cerca del centro ni más caro en época de especulaciones. Nombre de calles cargadas de historia, desde aquella invocación de Tentudía a la inestabilidad de una calle Campamento. Reyes y toreros. Gloria efímera de una plaza de toros que fue monumental y al mismo tiempo el monumento más efímero. Como el túmulo del torero que la patrocinó, diestro que tiraba más hacia los arrabales macarenos. Tiempo que pasa. Tiempo que se detiene en atardeceres de viejos muros musulmanes y de soldaditos con casaca que hacen de veleta por encima de las fábricas de cañones. Soldaditos de pavía veletas como la ciudad, hoy miro aquí, mañana allí. Con la escopeta en alto pero herrumbrosa, incapaz de soportar el paso del tiempo. Dios te proteja, viejo arrabal. Ya te protegieron otros dioses. Cancerberos. Orientales. Viejos leones de bronce que se fundieron a tus puertas y que se fueron a proteger las puertas del Congreso. Original y copia. Lo que habrán oído... Leones sevillanos que se quedaron con Eduardo Dato. Serían datistas, que también lo hubo mauristas, como los hubo exaltados y moderados. Exaltación de todo un barrio, de toda una iglesia, de todo un santo, de toda una liturgia. Eso hacía el viejo cura mientras pensabas en tantas y tantas cosas. Mirabas un retablo neoclásico, con el santo titular entre figuras de Blas Molner. Moderno entre antiguo. Boda y bautizo al mismo tiempo. Tiempos que corren. Un cura con voz de canónigo de La Regenta. Vetusta sevillana. Casó a los novios. Dio la comunión. Bendijo. Predicó. Pregonó. Y bautizó al mismo tiempo. Padres, hijo y el Espíritu Santo que no se quiso perder el acto. Cristo de la Salud a un lado, como en un antiguo oratorio de la Escuela de Cristo. Virgen de la Salud presidiendo el acto. Tenía un aire torero. Para el bautizo, el oficiante se revistió con capa pluvial. Ya quedan pocos que lo hagan. Saludó al neófito. Mandó callar. Impartió la bendición. Invocó al Espíritu. Al santo y al de todo un barrio con nombre de santo de visiones místicas. El monje medieval que vio la lactación mística. Teta y mística. Infancia y madurez. Cuando el niño fue bautizado, el eterno sacerdote de la sotana, del alzacuellos, de la capa pluvial y del birrete se dirigió a los presentes. Con voz cavernosa, pura y decimonónica. Calló hasta Santa Bárbara y su trueno. No gritó. Pregonó a los cuatro vientos de San Bernardo:
         - ¡Este niño ya es cristiano!
Bienvenido a la Iglesia. Su historia te bautizó revestida con capa pluvial...