El
portón. Los arcos. (Para un andaluz la felicidad anda siempre detrás de un
arco). Los muros blancos del convento. Los ventanillos ciegos bajo espesas
rejas.”
(Luis
Cernuda)
Quien
busca haya y quien cree y quiere, puede. Déjate de más historias y piérdete en
el silencio de un muro blanco horadado por un portón. Como en el poema de
Quevedo, muros blancos si un tiempo
fuertes hoy desmoronados. Milagrosamente, pero en pie. Aunque pueda parecer un
imposible, como cada segundo de la vida cotidiana. Muros en la ruina presididos
por el retrato de la constancia vestida de negro con el corazón ardiente de San
Agustín. Está en el exterior pregonando su presencia interior, como la belleza
de las mujeres verdaderamente hermosas. A tu espalda sobrevivió el pato de la
pila y tras el portón espera Santa Rita, lo que se da no se quita, aunque los
bancos y las financieras no se enteren. Entra al templo del corazón ardiente en
la portada: el amor o es fuego o no es nada. La vida o es dificultad o es
muerte. Que se lo digan a la santa…
Hay
algo del Islam en el templo: desde el exterior no imaginas el interior, como en
las amantes hipócritas. El blanco muro se transforma riqueza barroca. Al fondo,
el coro alto y el coro bajo, dos recuerdos de que el reino de la monjas
agustinas no es de este mundo. Si parecen de nuestro mundo los dos santos juanes enfrentados, el Bautista y el Evangelista. Fue Martínez
Montañés el que los sacó de un trozo de madera, pero Alguien de arriba parece
que los quiso sacar a este mundo. Quizás sientes que parecen cobrar vida uno
frente a otro y recuerdas al escultor que al ver la realidad de su obra le
dijo: “Habla”. Quien sabe... Igual se
arrancan. En tu visita vienes a buscar lo imposible. La petición a una santa
vestida de negro entre flores, velas y rezos. Se llamaba Margarita y era
italiana. Todos la conocen por Rita, Rita de Casia. Vivió en el siglo XIV y se
casó obligada por las circunstancias, soportando a un marido que le aplicaba lo
que hoy llaman violencia de género. Nada nuevo bajo el sol. Una vida nada fácil…
Ninguna lo es. Rita enviudó y quiso
entrar en un convento agustino. Al no ser aceptada, los ángeles del cielo la
llevaron volando al interior. Ya se sabe: para Dios no hay nada imposible. La
llaga sobre su frente te hace meditar sobre las dificultades de la vida, hay
quien vive y quien sobrevive. Le pides un imposible y aguardas, que todo llega
y todo se pasa, y la paciencia todo lo alcanza. Metáfora de una ciudad que
parece estar implorando continuamente su mera supervivencia. Así ha sido a lo
largo de los siglos: milagrosa. Es la sensación que te reviste al salir del
templo… Te espera una simple caja de madera, otra metáfora, que guarda en su
interior unas yemas que saben al beso de un ángel. Cierras los ojos y te dejas
besar por el alado espíritu. Es Santa Rita. Es un convento. Es Sevilla. Aquí
nada es imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario