
"En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada, / ¡oh dichosa ventura!, / salí sin ser notada ,/ estando ya mi casa sosegada".
No sabía por qué, pero esos fueron los versos que vinieron a la mente de Teresa aquella noche. Una noche muy especial. Por fin dejarían aquel viejo caserón para trasladarse a un lugar en condiciones. Era la noche del 1 de mayo de 1576.
Un día para hacer memoria. Memoria de penalidades y sufrimientos de la santa de Ávila en Sevilla, una tierra que Teresa de Jesús nunca comprendió. Tampoco la comprendieron a ella. Ni la quisieron... Eso pensaba aquella noche de traslados. Hizo memoria de la Inquisición, de los problemas que le pusieron los del paño, los otros carmelitas, de las dificultades para sacar adelante la fundación... En la oscuridad de la noche Teresa y su comunidad dejaron atrás la antigua casa de la calle Armas, cerca del convento de los mercedarios. También dejaron las chinches y los piojos que habitaban la casa, y la falta de agua, y mucha incomprensión. Se mudaban a un lugar decente. Pero hasta ese traslado tuvo sus dificultades...
La nueva casa estaba en la calle Pajería, una vía larga que unía el antiguo convento de San Francisco con la mismísima Puerta del Arenal. Su nombre venía de los comercios de grano y paja que había por allí. Una casa que era la envidia de muchos. A Teresa le agradaba especialmente su patio: allí no sentía ese maldito calor del infierno que se asomaba en ocasiones a la ciudad. Tenía huertas que daban al convento de los franciscanos y desde lo alto se podía ver tanto la Torre del Oro como la Catedral: todo un lujo que no hubiera sido posible sin ayudas como la de su hermano y las de otros patrones a los que tanto tenía que agradecer. Todo eso pensó Teresa en medio de aquella noche oscura de 1576. Con pocas palabras se dirigió a las monjas de la comunidad y pronunció una sencilla alabanza al Señor. Y en absoluto silencio se dirigieron a la nueva casa. La noche era oscura y un aire cálido y húmedo las recibió en su nuevo barrio. Un barrio con olor a mar. Y un palacio junto a un convento de franciscanos. Por eso las monjas tuvieron que trasladarse de noche, para que no hubiera murmullos. Al llegar, una sonrisa se dibujó en cada monja. Un rápido reparto de celdas y tardío rezo de completas. Las carmelitas se instalaban en la calle Pajería. Delante de la imagen del Señor San José se despidieron una a una. Era un noche oscura. Cuando Teresa se inclinó sobre el humilde sagrario vino a su mente un poema que alguien le mandó: ¡Oh noche que guiaste! / ¡Oh noche amable más que la alborada! / ¡Oh noche que juntaste / Amado con amada, / amada en el Amado transformada! ...Alguien vio una sonrisa en el rostro de Teresa. Una sonrisa en medio de una oscura noche...