
Dicen que nadie cantó como ella aquel tango que decía lo de “péinate tú con mis peines...”. Desde entonces nadie la conoció por su nombre , Pastora Pavón Cruz. Desde entonces se convirtió para todos en la Niña de los Peines.
Había nacido en febrero del año 1890, en el número 19 de la calle Butrón. En su casa eran muchos los que cantaban, sus hermanos Tomás y Arturo, aunque ninguno de ellos de forma profesional. A los nueve años ya se oía su voz, la voz de la necesidad, en la Taberna de Ceferino, un local de la Puerta Osario. De allí pasaría a Madrid, un destino forzoso para triunfar en la España de comienzos de siglo. Allí actuó con éxito en el café del Brillante, actuando posteriormente durante una larga temporada en Bilbao. A partir de aquí se iniciaría el éxito: los cafés cantantes de Sevilla, el Circo Price de Madrid, el palacio de Carlos V de Málaga. Toda una variedad de lugares que demuestran la variedad y la complejidad del flamenco de la España de comienzos de siglo. Junto a ella estuvieron los más grandes: Pepe Marchena, Imperio Argentina, Manolo Caracol. Y Pastora Pavón recorriendo mil y un lugares con una voz que la colocaba como la primera dama del flamenco español de la época, en una época dominada por las voces masculinas de Chacón y de Torre.
Mujer de su tiempo, fue amiga de Manuel de Falla, de Federico García Lorca y de Julio Romero de Torres, que llegó a pintarla en uno de sus cuadros. Y como buena flamenca, entroncó con otro palo lleno de arte al casarse con Pepe Pinto en el año 1949. Desde entonces compartieron carteles triunfantes como anticipo de su retirada.
Dicen que Pastora Pavón lo cantaba todo: soleares, siguiriyas, tientos fandangos, malagueñas...pero sobre todo peteneras, tangos y bulerías lorqueñas.
Tras una vida de arte tuvo una muerte de arte. En 1969 fallecía su marido Pepe Pinto. Unas semanas después lo acompañaría ella, aunque la razón hacía tiempo que la había abandonado. Fue enterrada tal día como hoy.
Todavía cuerda llegó a verse reflejada en el monumento de su Alameda que hizo Antonio Illanes. Fue un año antes, a finales de 1968 y en aquel homenaje cantaron Naranjito de Triana, Caballero y hasta su marido Pepe. Desde entonces, desde el final de la calle Calatrava nos sigue observando con su pose flamenca, con su mantoncillo y con los peines que le dieron nombre.
En 1999 la Consejería de Cultura consideró bien de Interés Cultural todos sus registros sonoros, siendo la primera voz convertida en patrimonio. Al recordar este dato me viene a la memoria algo que me contaba mi abuelo: las famosas broncas de la artista con Pepe Pinto. Su voces se oían por toda la Alameda. Y uno se pregunta si estas voces serían también parte de ese patrimonio cultural...