
(Foto: Antonio Sánchez)
Ni cuentitos de hadas, ni violincitos, ni desnudos que no llegan a serlo, ni Ditas, ni dimes ni diretes, ni poyeyas, ni sorayas, ni baladitas, ni friquis precocinados, ni grititos a lo Moreno, ni inversiones millonaris, ni eurofans, ni votos cautivos y desalmados, ni Europas que no sean la de la Plaza de San Martín, ni semifinales sin goles con la zurda, ni chiquilicuánticos ni chiripitifláuticos, ni Uribarris teñidos, ni el teñido de Olvido Gara, vulgo Alaska, ni las permanetes fresquitas de los países del Este ¡cuántos son, Dios mío!, ni repúblicas bálticas, bananeras o barriobajeras; ni turcas que hacen pocas delicias, ni europeos azerbayanos o erevanos, ni gays maltratados hasta en su salsa, ni uan point, ni personas que manejen nuestras barcas, ni el que se baila así, olé que olé que vivo cantando, ¡Ay!, La, la, la, la, con su caja de dientes eterna y los pertegazes de toalavía, ni herculitos sin cachiporra ni columna moviéndose en el escenario del Circo del Sol, que para Sol la que sale detrás del Nazareno de la Calle Castilla, que ancha es Castilla y las caderas de la representante de Turquía, uan point, doce point... El timo de la estampita, pero sin estampita, sin Esperanza que valga y dame un puntito, que no sea el de los anisados de la Puerta Osario... en fin. Para una vez que nos lo tomamos en serio y lo hacemos con profesionalidad, nos quedamos los penúltimos, que ya verán los eurovisivos cuando les de por encargar al Consejo de Cofradías de Moscú un informe de recuento...
En fin, disculpen la digresión. El almanaque de Sevilla propone dedicar los leuros a otra cosa o mandar a Eurovisión a la sevillanía de la Pantojita. ¿Proponen ustedes otros sevillanísimos candidatos?