19.11.07
20 DE NOVIEMBRE. MUÑECOS BONITOS
“Todas mi esculturas son desgarros. Mi arte es la expresión del alma de mis amigos que han muerto luchando por un ideal. Son como sueños torturados....Los que me tachan de duro no saben que no puedo vender mi arte a los que sólo quieren ver reflejados muñecos bonitos...” Todo esto contó el escultor unas horas antes de su muerte. Corría el año 1982 y la cabeza de don Luis se llenó recuerdos. Vinieron a su mente su niñez en San Roque, el primer trozo de barro que le dejó tocar su padre y las primeras letras que le enseñó su profesor, el sabio alcalde republicano. Fue el que dijo a sus padres que Luisito tenía actitudes para dedicarse al mundo del arte...
- ¡Qué mundo...!, recordó. El mundo de la España de los años 30 que tanto le hizo sufrir. Una guerra, enfrentamientos, miedos y el peor día de su vida: unos monstruos sacaron a sus padres de casa y los fusilaron simplemente por sus ideas. Nunca pudo olvidar ni el miedo, ni la última mirada de los seres que más quiso, ni las explicaciones que alguien le quiso dar: “fusilados por rojos”. Nunca comprendió que aquello fuera tan grave para acabar con la vida de alguien.... Desde entonces le acompañó el dolor. Un dolor constante que tuvo que modelar en barros, en maderas o en hierros. Era una forma de expresión. Un dolor que volvió a sentir cuando fue encarcelado por sus ideas y por ser hijo, ni más ni menos, que de sus padres. Cuatro largos años en el campo de concentración de Molina de Segura a la espera de un fusilamiento que nunca llegó. O sí. Porque a Luis Ortega Brú hacía tiempo que le habían fusilado el alma...
En el frío de la noche de noviembre vinieron a su mente todas sus obras. Muchas para recordar en su última noche. Desde aquellas primeras miniaturas que le dejó hacer Juan Pérez Calvo hasta su primer gran Cristo: el de la Caridad del Baratillo. Pocos sabían lo que tuvo que contenerse para hacer plácida aquella muerte que el había visto tan cercana. Luego vino su gran misterio para la hermandad de Santa Marta, los premios y la incomprensión de una ciudad que lo mandó a Madrid. Allí fue feliz con Carmen, su mujer, y con sus cuatro hijos. Años de mucho trabajo y de mucha creación: esculturas, miniaturas, arte religioso, abstracciones, pinturas simbólicas... toda una vida dedicada al arte.
Pero Sevilla seguía en su corazón. A pesar de la incomprensión. Por eso regresó a ella para hacerle “su Cristo” y para firmar su testamento en doce apóstoles para la hermandad de la Cena. Una obra difícil...Como su ciudad. Eso pensó en su última noche el gran escultor.
25 años después, viendo a su represor a los pies de su Cristo, los fajines en sus imágenes o las pintadas de salvajes ignorantes contra su madre de la Esperanza quizás pensaría lo mismo...
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13 comentarios:
D. Luis Ortega Bru, el imaginero de la verdad. La mirada del desgarro y del dolor. Que fiel fue tu obra con tu propia vida. Siempre vivo en rincones y esquinas de una ciudad soñada y de su semana más esperada.Muchos rascaviejas para los que nunca morirás...
A D. Luis Ortega como a muchos otros, le toco vivir un "exilio interior", doloroso, silente y amargo. Su obra lo refleja.
Creo que lo más lastimoso es que tuviera que trabajar en muchas ocasiones para hermandades que continuamente le recordaron a los que marcaron su vida desde los 23 años.
Aún así, no le hizo falta reivindicar una ley para recobrar y hacer que se respetara la memoria de los suyos. Los recuerdos no pueblan la soledad. La hacen más profunda.
Saludos
Me ha encantado lo que he leido. Y es cierto, cuando unos miran la Basilica de la Macarena y a Queipo, nadie hace lo propio con San Andrés y este republicano convencido al que tanto le debe Sevilla y sus hermandades.
Soy hermano de Monte-Sión y se lo que es esa mirada de desgarro en mi Xto de la Salud. Si nos detenemos en los rostros de Ortega Brú nos podemos hacer una idea de la cara de la guerra.
Siempre lo he dicho, en una guerra no hay ni buenos ni malos, todo depende del bando en el que estes, y lo mismo matan unos que otros.
Felicidades por el escrito.
Muy bueno el relato, como siempre señor rascaviejas.
En las obras de ortega bru se reflejan todo el dolor que se vivia en aquellos años dificiles...
Hoy en este dia de lluvia me acuerdo de todos eso que murieron por defender un ideal...y ya lo dice el refran:"en la guerra no hay vencedores, solo hay vencidos"
felicidades de nuevo señor rascaviejas y saludos...
Muy buen relato,me ha gustado mucho...Sobre todo en la parte que menciona a ''Su Cristo''...
Estimado Moris (y resto del personal), si quieres ver a tu Cristo de la Salud, caído camino del Calvario, puedes encontrar en Rota otro desgarro de Ortega Bru.
¡¡Qué grande don Luis Ortega Bru!! Quería realizar una entrada para homenajearlo en el día que hace 25 años de su muerte, pero mi abuela está malita y ando escaso de tiempo. Me alegra comprobar que nuestro profesor lo ha hecho, y como siempre, de maravilla. Gracias amigo. Bonito homenaje... y magnífico, como siempre.
Un fuerte abrazo.
Me gusta su planteamiento profesor. Un merecido homenaje.
PD. Aguaó siento leer lo de tu abuela, espero que vaya mejorando.
Muy bueno este post. Enhorabuena!
Magnifico homenaje, su obra lo inmortaliza hasta elpunto de ser un genio.
Una vez más, gracias.
Muy bueno, como siempre. Curiosa coincidencia con el post de canalrancio. A ver si alguno que escribe allí, se pasa por aquí y aprende un poco de historia y educación. Cuánta razón tiene en lo de la portada del periódico. Elevar una gamberrada incívica a primera plana de un periódico es un ejercicio de irreponsabilidad, cinismo e hipocresía.
El odio, una vez enterrado, mejor no sacarlo de nuevo.
República no es sinónimo de ateo. Ser rojo no es un delito. Lo que es un delito es mezclar términos y faltar el respeto.
¿Por qué se pone una placa por los fusilados y no se pone por las Imágenes que ardieron en San Julián?
Ortega Bru es la máxima expresión de que Dios también existe en la izquierda política.
Muy bueno. Un gran homenaje a mi escultor favorito.
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