10.12.07

11 DE DICIEMBRE. AZUCENAS MARCHITAS


“La vista más bonita del mundo”. Eso le pareció aquella postal que se ofrecía ante sus ojos a aquellos obreros de Villalba. El día era frío y el trabajo duro. Pero tener una ciudad como Sevilla rendida a sus plantas era un privilegio de muy pocos...
Martes 11 de diciembre de 1979. La Giralda estaba en peligro. Algún periódico incluso mencionó la palabra ruina...Años habitando en el olvido de los cielos sevillanos la habían convertido en todo un símbolo. Símbolo del abandono de la ciudad por los que llama sus símbolos. Por eso, aquella mañana de diciembre fue para aquellos obreros una especie de reencuentro con la mujer amada. Quizás ellos no supieron decirlo, pero sí supieron sentirlo. Soplaba el viento frío que anuncia el invierno y aquellos elegidos se asomaron al balcón de la ciudad. Ya estaban colocados los cañizos que tanta guasa estaban levantando en Sevilla: la Giralda se había convertido en un coto cerrado. Y ellos eran los escogidos.
Aquellos albañiles de Don Joaquín Pérez Díez descubrieron ante sus ojos un espectáculo nuevo. Alguno hasta se emocionó acordándose de su Santa Águeda o de su Virgen del Carmen. A los pies, Sevilla. Y ellos en la Giganta. Porque muchos son los llamados a la belleza y pocos los elegidos. Un lujo. Un lujo abandonado. Aquellos obreros encontraron sorpresas y abandono. Los remates de piedra se caían, hubo uno que se desintegró. Las caras de los profetas, o lo que fuera aquello, llenas de hierbas. Las máscaras grotescas que talló el Renacimiento olvidadas, como un Bomarzo sevillano. Faltaban azulejos y había ladrillos que se caían. Así estaba la Giralda. Cuerpo del Reloj, Cuerpo de las Azucenas...Y santa Juana en lo alto. Hubo que retirar escombros, basuras, vegetación y olvido. Unos obreros tuvieron que sujetar con redes las bolas caladas de estrellas para que no se cayeran. Antiguas luminarias apagadas por el óxido del abandono. Dicen que aquello impresionó a Don Joaquín y que el dibujo de aquellas bolas quedó grabado en su corazón... Pero peor fue contemplar las azucenas. El abandono las había deshojado y el antiguo símbolo de la pureza parecía a punto de morir. Alguien con manos de cirujano retiró la última azucena de bronce. Las manos expertas de un orfebre harían una copia para que la Giralda volviera a ser la Giganta de Sevilla. Envuelta por el frío de diciembre y por el cariño de aquellos obreros bajaron la última azucena. Fue un día de diciembre que no olvidarían. El día que empezó a renacer la Giralda.
Pasaron los años y las azucenas de bronce volvieron a florecer. Como la Giralda. La vieja azucena de bronce quedó colocada en un despacho de la ciudad. Ver para creer... Pero en el corazón de unos elegidos quedó fundido el bronce más hermoso... Lo llaman recuerdo.

13 comentarios:

  1. La foto, como tantas veces, otra joya de Álvaro pastor.

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  2. Preciosa postal,
    precioso texto,
    preciosa ciudad
    de nuestros sueños.

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  3. Anónimo5:11 p. m.

    Que bonito, me ha emocionado.

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  4. Cuando me pongo a tus plantas
    y contemplo tu esbeltez
    me pregunto ante tu gracia
    ¿qué pensará el que entre babas,
    por primera vez te ve?

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  5. Gracias a los dos rancios,Sres Pastor y Roldán.Saludos

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  6. Ese sí que es un verdadero lugar privilegiado. Por cierto alguna de esas azucenas se encuentra en cierto despacho de profesor de laboratorio de arte, ¿o era catedrático?

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  7. Anónimo3:52 p. m.

    ¿como le ha podido hacer esa foto si eso esta arriba de lo accesible a la giralda?

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  8. Pues algunas veces hay algún privilegio y se puede subir un poquito más alto hasta los pies de la Dama más hermosa...
    Razzionger era catedrático...en documentos, presentaciones de libros, conferencias, contraportadas...menos en el título oficial.

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  9. ¡Que suerte! ahí me quedaba yo a soñar,a ver la puesta de sol escuchándo campanas.
    Felicitelo de mi parte.

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  10. Magnífica imagen desde el mejor balcón de la ciudad.¿Qué sentiría el que tomó la foto(afortunado como el que más)?

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