19.5.08

20 DE MAYO. ESTRELLAS DE CINE


Él ya había sido casi de todo: un aventurero que firmaba como el Zorro, el capitán de los tres mosqueteros, nada menos que Robin Hood e incluso un ladrón en Bagdad. Además, en aquellos días se preparaba para ser un pirata negro. No se podía negar que era un hombre de acción...
Ella era realmente elegante. La habían llamado la “novia de América” pero le gustaba más cuando le decían aquello de “la chica del cabello dorado”. Cosas del destino. Acababa de ser doña Rosita, una cantante callejera y pocas veces se había sentido tan metida en su papel como aquellos días.
No sabían porqué pero habían venido a Sevilla. Les habían hablado de lo pintoresco del lugar, de la vida en la calle, de las fiestas, de sus monumentos...pero aquello había que verlo. Aquel día lo vieron con sus propios ojos.
Sevilla deslumbró a la pareja. Era diferente. No sabían si más bella, o más grande o más histórica que otras ciudades. La diferencia estaba en otro aspecto: era más auténtica. Cuando llegaron a aquella provinciana ciudad un caluroso día de mayo de 1924 se olvidaron de la ciudades de cartón piedra y de los decorados de su trabajo. Porque la vida real estaba aquí. En Sevilla. A pesar del pantalón claro, el calor hizo que la chaqueta de hilo y la corbata le sobrara a él. Ella en cambio agradeció el recogido de su pelo y el sombrero a la moda de París. Como agradeció haber entrado en aquel enorme corralón. Con cientos de habitaciones. Le dijeron que se llamaba corral del Conde e imaginaron a un antiguo señor feudal. Ahora era otra cosa. Auténtica. Con gitanillos descalzos, viejas con el pelo recogido, mantoncillos y peinas de verdad. Lavaban en un pilón enorme, en medio del patio. Cantaban. Brillaban su oros bajo el sol de aquel auténtico escenario. Refregaban la ropa mientras el blanco de la cal combatía con la luz de la tarde. Pura hermosura en la más absoluta y auténtica miseria. Como la vieja desdentada con la bata de rayas. Miró fijamente a la pareja y les lanzó algo así:
- “Olé las muchachas y los caballeros guapos y elegantes. Paresen ustés unas estrellas der sine. Son igualitos al Duglas y a la Mari Piford de Jolibú”.
No se sabe si era adivina del porvenir, pero aquella gitana acertó por el presente. Allí estaba la pareja más famosa del cine de los años 20: Douglas Fairbanks y Mary Pickford. Allí, en un corralón de la calle Santiago. Allí rieron, allí se emocionaron y allí disfrutaron una tarde inolvidable. Tanto, que al salir del corralón, el elegante caballero sacó una billetera y repartió nada menos que doscientas pesetas.
“Vayan condió, buenos mozos".
Alguien les dijo que el dinero era para vino y juguetes y que, realmente eran estrellas de cine. Tarde de mayo en un corral. Alguien creyó ver dos estrellas del cielo...

11 comentarios:

Anónimo dijo...

A María Dolores de la Santísima Trinidad le gustaba el cine. Mejor dicho, le gustaban los galanes del cine. Esos galanes repeinados y pluscuamperfectos con mirada ladeada y sonrisa socarrona que llenaban con el resplandor de sus dientes las oscuridades del cine Rocío.
-Cómo los galanes de antes no han vuelto a salir ninguno- decía.
-Ese Tironepove, ese Robermichun, ese Glargable, ese Garigran o el mismísimo Richarguirman o Garicupe, Roo…. esos eran hombres guapos y no los de ahora- espetaba a sus amigas en amigable tertulia ante unos cafés y unos durcesitos en la confitería de Filella, en reunión semanal.
Pero a Loli lo que de verdad le gustaban eran esas historias de amor apasionadas y elegantes. Se metía en la historía de tal forma que ella era la actriz principal desentendiéndose del hambre y del mundo terrenal para elevarse a las esferas de una fantasía llena de encajes y tazas de te servidas por doncellas de color. Esto le dio más un problemas con sus novios, porque cuando se quería dar cuenta, en su ensimismamiento, se encontraba una mano en ciertas profundidades.
María Dolores de la Santísima Trinidad era feliz en el cine.

Jamás le reveló a su marido su verdadero amor del celuloide. El más galán de todos los galanes, el más alto, el más guapo, el más fuerte, el más hombre, el más varonil, el que la volvía loca. Nunca quiso dar celos a su marido y calló su sentimiento muchos años.
Un dia almorzando le dijo su marido;
-Loli, ¿tanterao que la parmáo er Rodjuson de sida? Er cacho maricón…-

Zapateiro dijo...

¡Qué maravilloso rincón de Sevilla! y qué estupenda historia para dos artistas de cine.

Un saludo.

Herodes Antipas dijo...

perfecto rincón para dos estrellas... Cómo siempre, gracias por tus entradas. A ver cuando anonimo de castilla, se anima a abrir un blog, que también me deja a medias, con sus comentarios...
Un abrazo.

el aguaó dijo...

Una vez vuelves a impresionarme y a dejarme llevar por la Historia de esta ciudad, en ocasiones tan desconocida. Gracias amigo.

Y con tu permiso, mi querido Rascaviejas, felicitaré Anónimo de Castilla y su María Dolores de la Santísima Trinidad, pues su comentario merece mi enhorabuena.

Un fuerte abrazo.

Rascaviejas dijo...

A María Dolores de la Santísima Trinidad la vamos a tener que poner en lugar de honor de este rincón.
Señor anónimo de Castilla, ¿Da usted permiso para que incluyamos alguna historia de María Dolores en el futuro almanaque de papel?

Anónimo dijo...

Sr. Rascaviejas:
Sería todo un honor.
Aunque a Maria Dolores de la Santísima Trinidad lo que de verdad le gustaría sería salir en el Hola o en el Semana, esas revistas que tanto ha leido y en las que se ha visto, o le gustaría haberse visto, retratada miles de veces muchas mañanas de sábados, bajo el cascarón de metacrilato del secador de su peluquería. Y en las que nunca saldrá porque ella es "mu decente".

Suyo es el personaje Sr. Rascaviejas

Moe de Triana dijo...

Mú buenas miarma, yo de cine se poquito, porque cada vez que voy a ver una película, namá que asoma el león ya me queo frito perdío...

Sin embargo recuerdo una copla de carnaval que versaba sobre el tema, a ver si la recuerdo...

Recuerdo de chico
lo que yo pasaba
viendo con mi mare esas penículas
puliciacas o de Kingfú
Todo el que salía
era el asesino
y a cada momento
decía muy seria:
-Esos dos tíos están en complú
yo me concentraba
para no perderme
cuando el pulicia
estaba ya resolviendo el caso
saltaba la pobre
tan inoportuna
para preguntar
¿Dónde trabajaba ese mushasho?
si Bette Davis
y Anthony Kin se estaban besando
siempre decía: Vete a la cama
que esta "penícul es de dos rambos
Y yo nervioso
con el ruido que hacía mi mare
moviendo el plástico de una torta
de Inés Rosales
No lo podía evitar
le encantaba John Wayne
y también Gary Cooper
como no sabía inglés
les llamaba Jon Bayne
y Albari-Coque
No dejaba escuchar
sempre pasaba igual
todo el rato charlando
y al llegar el final
yo no había entendío na
y mi mare al lao roncando


Un saludasso Rascaviejas.

Lorenzo Blanco dijo...

La versión española de estos dos extraños en un patio de vecinos serían Miguel Ligero y Estrellita Castro.

¿No le parece Mister Rascaviejas?

Saludos

Rascaviejas dijo...

Sin duda, una versión absolutamente cañí de la pareja de Jolibú

Anónimo dijo...

bueno profesor y una preguntita que no viene al caso: ¿va a volver al bécquer? es que por aqui se le echa mucho de menos...

Rascaviejas dijo...

Pues tengo cruzados los dedos de manos y pies a ver si es posible para el próximo curso...Ya les contaré