Una buena capa todo lo tapa. Era una de las frases preferidas de don Martín, ilustre e íntegro catedrático de, las entonces, enseñanzas medias. Una frase que en el día de su onomástica se repitió a si mismo desde el comienzo de una jornada que estaba dispuesto a celebrar de la mejor manera posible.
Lo de la capa no era un simple dicho. El estricto profesor se vanagloriaba, perdón, se enorgullecía, de pertenecer a la selecta asociación amigos de tan noble prenda.
- Prenda española dotada de elegancia innata –solía decir más a menudo de lo que sus alumnos habrían deseado.
En días especiales, y aquel lo era, la descolgaba del armario y ceremoniosamente se ataviaba con ella. De esa guisa fue a la cita obligada de cada año. Había mucho que ver y, sólo al principio, je, je, je..., mucho que ser visto. Con tal noble porte llegó a la iglesia de San Martín, donde fue saludando a los distinguidos miembros de la asociación y donde asistió a la tradicional misa en honor de su santo patrón. Una liturgia densa y profunda, sí señor. Una ceremonia que siguió con la formalidad que requería el acto mientras dejaba volar su imaginación por cada uno de los tesoros artísticos del lugar.
- Una joya oculta - afirmaba con frecuencia.
Mientras que el afamado orador lanzaba al aire su panegírico sobre el santo patrón, el profesor hizo un recorrido mental por el retablo de Ocampo, por la figura del titular, por las pinturas de Lucente de Corregio, por el dorado de Juan y de Diego de Salcedo...Toda una historia del arte y toda una hagiografía en las escenas de la vida del patrón, sus milagros y la famosa escena de la capa... la que todo lo tapa... Eso pensaba al salir de la dilatada ceremonia. Hubo reparto de saludos, felicitaciones compartidas con otros asociados y una excusa general para salir de allí lo antes posible. Porque don Martín, entre contradicciones internas, había decidido celebrar el día en condiciones. Por eso encaminó sus pasos por Morgado camino de Amor de Dios. Pero no iba a su egregio instituto. De hecho, cruzó a la acera de enfrente. No debía ser reconocido. Para eso iba embozado. Mirando a izquierda y a derecha. Su lugar de trabajo estaba demasiado cerca. Tenía que ser raudo. Decidido, buscó el dinero en la cartera mientras le saludaba el olor a ambientador añejo de la sala de cine. Cine X, por más señas. Doble sesión de títulos impublicables. Sudoroso, miró de nuevo a izquierda y derecha. Entraría rápido. En silencio. Lo rompió un grito desde el edificio de enfrente:
- Mirad a don Martín, el de Historia...¡Guaaaaaarrrrooooo!
Creyó morir de vergüenza. Nunca debió olvidar que en su instituto había nocturno ni que a cada cerdo le llega su Martín...
A José María Escudero, que sabe mucho de San Martín
10 comentarios:
Ya ves que en todo sitio se cuecen habas y que no es oro todo lo que reluce.
Tal vez Don Martín era uno de "esos tantos", que no predicaba con el ejemplo aunque él creyera lo contrario.
Al final las cosas caen por su propio peso.
Saludos
Es que eso de ser amigo de la "caspa", es lo que tiene. Y si le añadimos la cercanía de tan interesante templo a lugares de "perversión y lujuria"...pues se acaba haciendo de su capa un sayo y embozado o rebozado, pero siempre gallardo y enhiesto, hace uno del otoño primavera, y traslada noviembre a abril, aunque pueda ser descubierto por los miembros (con perdón) de la generación X.
Nisiquiera la buena capa servía para tapar sus miserias o sus gozos inconfesables. Como Don Martín todos tenemos algo que tapar o de callar. ¡ay, provesor, mi profesor!
Siempre me gustó esta frase:
"Todos los pájaros comen trigo y las culpas al gorrión".
Un saludo.
Amigo Rascaviejas, un texto increíble que nos demuestra el paradigma de la capa y el interruptus de cosquillas y sudores que llega cuando se coge a alguien con las manos en la masa.
Como bien dice el amigo Antonio, Natural de Sevilla, y decía también en Marina Ruiz Zafón Todos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma.
Quizás Martín no lo tenía en el ático del alma precisamente...
¿No te da miedo superarte con cada entrada amigo mío?
Un fuerte abrazo.
Me siento solidario con don Martín. Ya no puede uno ni echar una solitaria canilla al aire. Un abrazo
Querido Jesús, ¿es imposibilidad física, moral, circunstancial, social, ética, o real?
¿No se referirá usted a nuestras escasas canas disponibles...?
Tras unas vacaciones aquí estoy de nuevo ocmpañero.
San Martín es una de las iglesias de Sevilla que más me gustan, pero es de las que creo necesitan una restauración porque cuando entro en ella miedo me dan las grietas del techo... miedo me dan...
Un saludo.
Una entrada magistral; enhorabuena y bueno, San Martín es una de mis iglesias favoritas...
Un saludo.
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