13.2.08
FUTURO
Le gustaba imaginar. Siempre decía que era algo gratuito que le hacía feliz. Algunos le decían que llegaba a soñar despierto y él decía siempre lo mismo
- ¿Y por qué no, si se puede soñar con un mundo mejor?.
Una imaginación que no tenía límites. En cualquier lugar y en cualquier ocasión, pero siempre con buenos augurios de lo que estaba por venir. Imaginaba formas para mejorar, ideas para progresar, maneras de vivir mejor. Por eso sufría tanto con una ciudad a la que veía provinciana, sucia, atrasada, anclada en un pasado de glorias marchitas. Pero la amaba como al peor de los hijos: era parte de su mismo ser y nadie podría entenderlo sin esa ciudad que era madre y también maestra. Como las cofradías...
Con túnica de cola blanca acompañó, un año más, a los titulares de su hermandad. Eran su motor interior aunque tuvieran tantas piezas a su alrededor que no engranaban en su esquema mental. Tarde de sol radiante en la ciudad de las sombras. Mejor era imaginar la ciudad que vivir la realidad. Por eso se dispuso a olvidar lo que veía alrededor. Y pensó que algún día no existirían esos malditos baches de ciudad tercermundista donde los nazarenos encajaban sus sandalias. Imaginó un público educado que no gritara, ni escupiera; que fuera respetuoso con las ideas de los demás y que comprendiera lo que estaba viendo. Tantas cosas veía que no le gustaban...Desde la fanfarronería de algunos que incluso se titulaban como sus hermanos a la superficialidad de los comentarios que se iban sucediendo al paso de la cofradía. Menos mal que estaba la imaginación...con ella el nazareno soñó con una calle limpia, con árboles bien cuidados sin esos sucios postes del tranvía que tanto afeaban y sin esos malditos raíles molestos para pies, coches y vista. Estaba seguro de que llegaría un día, “lleno de modernidad” -solía decir- en la que el hombre viviría en una ciudad más hermosa, más moderna y más habitable...
Aquel día, el nazareno blanco hizo la estación de penitencia soñando con un futuro mejor...
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4 comentarios:
.... Y llegó Alfredo el moderno y nos regaló una Avenida de gran sabor cofrade.
Un futuro mejor que se distorsionó con el paso del tiempo.
Al menos el tranvía dejó pasar al Cristo de la Salud...
Un abrazo amigo.
¡Hasta los cables!
La que tenemos encima...
Un saludo.
Muy de acuerdo con los tres comentarios...
un abrazo
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