10.3.08
ESTRENOS
“El domingo de Ramos quien no estrena no tiene manos”. Era la dichosa frase que su madre solía repetir como una letanía solemne de las misas del colegio. Sobe todo cuando se acercaba el gran día. “El día que Sevilla estrena la primavera”, solía repetir su padre, que tenía, sin duda ninguna, un punto de cursilería mayor que el de la madre.
Estrenos físicos y estrenos poéticos le importaban bien poco, es más, podían ser un auténtico engorro para sus verdaderas intenciones. Porque la dichosa palabrita, aparte de ir unida a un especial empeño en marcar la raya de un pelo excepcionalmente engominado, conllevaba un especial cuidado para la prendita que aquel año tocara estrenar. Junto al tradicional juego de calcetines calados, autentica tortura que dejaba su huella en unos pies que pateaban la ciudad aquel día, solía aparecer una prenda nueva en su armario. Año de bienes: aquel domingo fueron dos. Almidonada camisa blanca y pantalón gris marengo con raya trazada con el tiralíneas de una madre meticulosa hasta en el planchado...
Domingo de estreno. Cuando le ponían el dichoso calzoncillo que le solían traer su abuela del almacén de toalavía le dio por ordenar sus deseos: usar la rampla como resbalaera (su madre siempre le dijo que dijera tobogán), aumentar la bola de cera, masticar hasta el último caramelo y disfrutar. De tambores y de cornetas, de terciopelos y de chicotás, de pasos y más pasos. Porque los demás estrenos no iban con él. Estrenaba ilusiones y deseo de disfrutar. Y eso bastaba...
Se las sabía todas. Una a una ordenó en su mente las que había que ver. Un perfecto vía crucis lleno de gloria...No sabía que se acabaría convirtiendo en penitencia. La primera estación llegó en la misma rampla: cornetas que le invitaban a la vida y desnivel que invitaba a manchar sus pantalones. Aceptó las dos invitaciones. No sabía que allí en medio de la bulla llegaría la primera. Quizás la que más dolió. Repuesto de la estación, sus padres lo llevaron al viejo barrio. Allí disfrutaba como el niño que era. Entre el azul y la plata de sus abuelos acaparó hasta el último caramelo. Ninguno fue a su bolsillo y sí a sus dientes. Cuando masticaba el último le llegó la segunda. Quizás más fuerte que la anterior. Quizás tendría que acostumbrarse...
Su madre no le dio permiso. Ni falta que hacía. En el tercer momento de la tarde había que ver el paso dorado del Nazareno desde lo alto. Mejor que nadie. Sobre la reja de la iglesia con aires de pueblo se sintió más feliz que nadie. Salían nazarenos y salían ilusiones. Cornetas y tambores en el aire limpio del domingo. Parecía que se rasgaba el alma de la emoción No fue así precisamente. Más bien era su pantalón de estreno el que se rasgaba. Y Jesús Despojado en la parroquia... Allí llegó la tercera. Fue la peor. Con demasiado público. Y la más dolorosa por la frase que la acompañó.
- “Ahora mismo estamos en casa...” Cara hinchada y alma por los suelos. Regreso precipitado. Recuento en su memoria...
El pobre niño no imaginaba que la Bofetá salía el domingo...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Vaya para don Lorenzo Blanco, con mi agradecimiento por una foto que merece su historieta...
Gracias estimado anfitrión.
Aunque la Bofetá no salga el Domingo de Ramos, en 2003 si tuvo el Martes Santo tintes de primer dia de la Semana Santa, y los blancos de San Lorenzo vivimos por unas horas la ilusión emocionada, incomparable y única de los pequeños nazarenos de la Borriquita, abriendo la Semana Mayor.
Algún dia le contaré quien fué el primer nazareno en llegar a la Catedral, y que pasó allí...
Saludos.
Genial amigo. Como bien dice el amigo Lorenzo, en el 2003 tuvo tintes de Domingo Ramos ese Dulce Nombre que paseó por Sevilla.
Un fuerte abrazo.
Muy buena la entrada amigo rascaviejas...
Por cierto, ¿la fotografia de que año es?
Un abrazo.
La fotografía es de una postal de los años 20. Es el antiguo y desparecido Nazareno de San Roque y aparece en las antiguas andas del Señor de Pasión.
Saludos
Publicar un comentario