Ni el madero de la cruz de Cristo, ni los cabellos de San Juan Bautista, ni el hierro de la cadena, ni la piedra del sepulcro, ni los pañales del pesebre, ni las cenizas del gallo que cantó cuando Pedro negó a Cristo... A ti las reliquias que te impresionan están en un cofrecito. Enrejadas. Oliendo todo el año a bollitos. Bollitos del convento de Santa Inés...
Cuando entras al convento de franciscanas no puedes fijar la atención en otro sitio. Mira que por allí anda el fantasma de Maese Pérez, el drama de María Coronel, el cordón de San Blas, la prisa de San Expedito o la belleza de sus retablos barrocos. Nada de nada. Entras y te atrae la dichosa cajita metida en una reja. Clausura hasta en los huesos. O las cenizas. O lo que quede...
Un pulcro letrero lo recuerda: reliquia de las once mil vírgenes. Un historia que siempre te llamó la atención. Cuenta la leyenda que la bretorromana llamada Úrsula u Orsola ("pequeña osa", del latín) se convirtió al cristianismo y prometió guardar su virginidad. Fíjate si hace tiempo de aquello. Pretendida por un príncipe bretón de nombre Ereo, decidió peregrinar a Roma y así consagrar sus votos, algo que consiguió ante el Papa Ciriaco.
De regreso, fue sorprendida en Colonia por el ataque de Atila, el rey de los hunos. Corría el año 451. Como no podía ser menos, el rey bárbaro se enamoró de ella, pero Úrsula se resistió y, junto a otras doncellas que se negaron a entregarse a los apetitos sexuales de los bárbaros, fue martirizada.
En el lugar del martirio, Clematius, un ciudadano de rango senatorial que vivía en Colonia erigió una basílica dedicada a las once mil vírgenes, entre ellas Úrsula. En la inscripción de dedicación de este edificio se nombra a las otras doncellas (Aurelia, Brítula, Cordola, Cunegonda, Cunera, Pinnosa, Saturnina, Paladia y Odialia de Britannia), de las cuales una se llamaba Undecimilla ( "la pequeña undécima", en latín), de donde parece derivarse la idea errónea de que las compañeras de martirio de Úrsula fueran once mil. La cuestión es que sus reliquias fueron repartidas por toda Europa. Y Sevilla no iba a quedarse sin su correspondiente porción... Cuenta el Abad Gordillo que se les hacían unas misas y se guardaban unas velas con las que se aguardaba la llegada de la agonía final, momento en el que se encendían e indicaban, nada más y nada menos, el tiempo que le quedaba al enfermo de vida... Hasta la Iglesia declaró supersticiosa la costumbre e instituyó el culto a las vírgenes el día 21 de octubre en todos los lugares donde se conservara alguno de sus restos.
Historias para recordar delante de una cajita enrejada. En Santa Inés.
¿Hubo alguna vez once mil vírgenes juntas?
Cuando entras al convento de franciscanas no puedes fijar la atención en otro sitio. Mira que por allí anda el fantasma de Maese Pérez, el drama de María Coronel, el cordón de San Blas, la prisa de San Expedito o la belleza de sus retablos barrocos. Nada de nada. Entras y te atrae la dichosa cajita metida en una reja. Clausura hasta en los huesos. O las cenizas. O lo que quede...
Un pulcro letrero lo recuerda: reliquia de las once mil vírgenes. Un historia que siempre te llamó la atención. Cuenta la leyenda que la bretorromana llamada Úrsula u Orsola ("pequeña osa", del latín) se convirtió al cristianismo y prometió guardar su virginidad. Fíjate si hace tiempo de aquello. Pretendida por un príncipe bretón de nombre Ereo, decidió peregrinar a Roma y así consagrar sus votos, algo que consiguió ante el Papa Ciriaco.
De regreso, fue sorprendida en Colonia por el ataque de Atila, el rey de los hunos. Corría el año 451. Como no podía ser menos, el rey bárbaro se enamoró de ella, pero Úrsula se resistió y, junto a otras doncellas que se negaron a entregarse a los apetitos sexuales de los bárbaros, fue martirizada.
En el lugar del martirio, Clematius, un ciudadano de rango senatorial que vivía en Colonia erigió una basílica dedicada a las once mil vírgenes, entre ellas Úrsula. En la inscripción de dedicación de este edificio se nombra a las otras doncellas (Aurelia, Brítula, Cordola, Cunegonda, Cunera, Pinnosa, Saturnina, Paladia y Odialia de Britannia), de las cuales una se llamaba Undecimilla ( "la pequeña undécima", en latín), de donde parece derivarse la idea errónea de que las compañeras de martirio de Úrsula fueran once mil. La cuestión es que sus reliquias fueron repartidas por toda Europa. Y Sevilla no iba a quedarse sin su correspondiente porción... Cuenta el Abad Gordillo que se les hacían unas misas y se guardaban unas velas con las que se aguardaba la llegada de la agonía final, momento en el que se encendían e indicaban, nada más y nada menos, el tiempo que le quedaba al enfermo de vida... Hasta la Iglesia declaró supersticiosa la costumbre e instituyó el culto a las vírgenes el día 21 de octubre en todos los lugares donde se conservara alguno de sus restos.
Historias para recordar delante de una cajita enrejada. En Santa Inés.
¿Hubo alguna vez once mil vírgenes juntas?
8 comentarios:
Ay, este es de los que me encantan y además desconocía. La próxima vez que entre en Santa Inés buscaré el cofre de las legendarias once mil vírgenes, antes que se me vayan mis curiosos ojos al cuerpo incorrupto (por llamarlo de alguna manera) de Doña María Coronel. Ay, profesor mi profesor.
No conocía la historia. Me ha gustado mucho. Ahora debo una visita intencionada al convento.
No creo que nunca se hayan juntado once mil vírgenes, sinceramente.
Un saludo.
Lo de las velas da un poco de grima.
Once mil virgenes juntas dice??? hasta me extraña que haya once. Como no sea en un convento o en una clase de niñas pequeñas...
Pues habrá que entrar en el templo y buscar el cofre de las once mil vírgenes, querido profesor.
Servidor, la verdad, es que entra en el convento con bastante asiduidad, pero mi olfato glotón siempre me lleva hacia el torno, y a pulsar su timbre antes del “sin pecado concebida” de rigor… Lo siguiente, es fácil de imaginar.
Lo hermoso de esto es poder contársela a nuestros hijos para que ellos conozcan y disfruten de esta ciudad, del poder y la fuerza de su historia.
Enhorabuena por este blog y las reseñas a las "efemérides". Algunos sevillanos que andamos casi siempre fuera de "casa" lo agradecemos de corazón.
Largo me lo fiais, Maese Rascaviejas. ¿Once mil vírgenes? ni de coña.
Impresionante historia que siempre me ha sorprendido y que, después de mi reciente visita a Santa Inés, tenía pensado hacer una entrada pero... ¿cómo voy a hacerla después de leer ésta tan genial?
Grande profesor.
Un abrazo.
Otra historia más que se esconde entre los muros de este caserio. Y no será la última que leamos por aquí.
Y es que los conventos son un mundo y a parte.
También estuve buscando a las once mil vírgenes...
Saludos
Antonio
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