4.6.07
5 DE JUNIO. EL BAUTIZO
El niño había salido llorón. Aquella noche apenas dejó dormir a sus padres, que además acumulaban los nervios propios del día siguiente. Porque antes de acostarse habían dejado todo preparado. Encima de la mesa estaba el velo que había usado dos años antes en su boda. Doña Juana, la abuela del pequeño lo había puesto con mucho cuidado sobre la mesa de entrada. Serviría como batón. Don Juan, el abuelo, había llegado algo más tarde aquel día pero una doble alegría se reflejaba en su cara. Al nuevo nieto se unía un gran pedido de calzas que había mandado a América. Lo había cobrado por anticipado y ya sabía que lo emplearía al día siguiente para invitar a los vecinos. Jerónima, la joven madre, todavía estaba algo molesta por el parto. Molesta pero feliz. Tanto como Juan, su marido, un hombre serio acostumbrado al mundo de las notarías que aquel día dejaba ver una amplia sonrisa en su rostro. Al día siguiente se bautizaba el que era su primer hijo.
Sevilla, un día de junio de 1599. Barrio de la Morería. A la calle de la Gorgoja llegaba don Pablo Ojeda muy temprano, venía casi corriendo de su casa en la Magdalena y traía sus mejores calzas y unas cajas en una bolsa. Su olor a anís delataba que eran bollos recién comprados en la monjas de Santa Inés. Ya estaban todos preparados: el padre, los tíos Fernando y Ana y los abuelos. Doña Jerónima se tuvo que quedar en casa descansando. Cuando despidió a su hijo, le dijo a Juan: no tardéis y traédmelo hecho un buen cristiano. Camino de la vieja iglesia mudéjar de San Pedro, doña Ana, la señora que freía los huevos en el puesto junto a la Compañía, les hizo un vaticinio:
“Este niño será importante, pasará a la historia”.
Al padrino aquello le pareció otra historia más de aquella loca, pero, como le hizo gracia, le regaló unos bollos de las monjas.
La ceremonia fue breve. Cuando el viejo párroco preguntó el nombre elegido, casi contestaron al unísono:
- “Se llamará Diego, como su abuelo”.
- “Diego, yo te bautizo en el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo”. El niño volvería a casa cristiano.
Antes de salir, el padre de la criatura se paró a rezar un momento delante del viejo crucificado de la peluca. Siempre le tuvo gran devoción y aquel día le agradeció que el niño hubiera nacido lleno de salud. Al salir, el padrino se encontró a unos pícaros que jugaban a pares y nones. Otro cantaba aquello de “kikirikí, calla bobo que no es para ti”. Don Pablo, orgulloso de ser padrino, volvió a repartir bollos e incluso dio alguna moneda.
El cortejo salió rápido para su casa: el niño ya tenía hambre y había que invitar a los amigos. Mientras, en la sacristía alguien apuntaba el nombre del nuevo cristiano: Diego. Con el tiempo se conocería como Velázquez. El más grande pintor de todos los tiempos...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
14 comentarios:
Con permiso, éste va para el Aguaó...
Excelente.
Toda la magia que encierra San Pedro...
Y sus textos, por supuesto.
Y todo un detalle por parte del autor del blog con el amigo Aguaó.
Por supuesto, ha sido todo un detalle.
No viene al caso, pero tengo problemas técnicos para acceder a vuestros blogs... Espero solucionarlos...
Estimado amigo, no puedo expresar con palabras la emoción que embarga mis sentidos al comprobar como el gran Rascaviejas le dedica una entrada a este humilde aguaó. Si la entrada tiene esos tintes históricos del genio de la pintura, el mismo que llevó (y lleva) el nombre de Sevilla a los confines del mundo, la entrada se convierte en alegría y sobre todo aprecio y admiración. Tuve la suerte de decírtelo en persona, pero aún así, te lo vuelvo a repetir para que no se te olvide: todo lo que escribes es magnífico.
Un fuerte abrazo amigo mío.
P.D. Muchísimas gracias amigo Rascaviejas. Ha sido todo un honor para mí.
Detallazo.
Pero reconozca aguaó que si La Esmeralda de Sevilla y sus flamencas show, le hubieran cantado aquello de...
Vaya un bautizo.
Qué compromiso.
La que en Triana ay el niño formó...
aunque en otro registro, ciertamente, la cosa también hubiera sido para dejarlo sin palabras... reconózcalo.
La Esmeralda deja sin palabras a cualquiera querido Eres mi cruz. Reconózcalo.
Aquella casa de la cale de la Gorgoja, hoy Padre Luis María LLopis, de la que salió un niño "morito" y volvió cristiano (hoy sería politicamente incorrecta esta alusión al bautizo), sigue en pie, a pesar de las "modernizaciones" de esta Ciudad, y sirve de sede a la firma de dos sevillanos que al igual que Diego, triunfan en otro arte vinculado al color, la luz, y al bolsillo de los pudientes: Victorio y Lucchino.
Genial su entrada de esta semana Sr. Rascaviejas. Casi tanto como su libro.
Saludos
Bien Rascaviejas, bien. Así se cuenta la historia: con imaginación, sensibilidad y buena literatura. Espero que el espíritu de D. Diego, fino sevillano que buscó la fortuna y la gloria en los madriles, nos proteja y de suerte en nuestra próxima aventura por la capital y corte.
Pues espero que de esa próxima aventura en la Corte salgamos, por lo menos, como aposentados (que no aposentadores) en la más alta de las glorias...
Señor eresmicruz: lo de la Esmeralda, maricón "que suena a boveda", era genial pero ¿qué me dice usted de "La Tornillo", una de sus acompañantes? Dedíquele usted un día algunas palabras...
¿A que nadie sabe el nombre de todas sus flamencas?
Venga...
Lo que sería ahora imposible es nombrar a todo el cuadro "flamenco" que se reúne por delante y por detras de toda salida (sin segundas) extraordinaria u ordinaria; víspera señalaita o cualquier otro acontecimiento rancio o neorancio en la que hay que admirar o despotricar sobre las virtudes de priostía o escaparatismo al sevillano modo. Vamos que más mariquillas que en el pecherín de la Esperanza.
¿Se refiere Su Santidad a la salida al escenario de Marifé de Triana?...
¡¡¡Oooooch!!!
Publicar un comentario