6.10.15

ISABEL LA EMPERATRIZ



Todos la vieron bella. La vio bella el pintor, la vio bella la corte, la vio bella el pueblo, la vio bella el cronista. Había nacido en Lisboa un día de octubre de 1503. Era hija de reyes, de don Manuel y de doña María. Era nieta de reyes, nada menos que de Isabel y de Fernando, reyes de lo que entonces era algo parecido a España. Todos la vieron bella.
Llegó el 3 de marzo de 1526 a Sevilla. Estaba preparada su boda con un príncipe, más todavía, con un emperador. Y tuvo un recibimiento a la altura de su rango y su belleza. Así lo contó el cronista:
“Su majestad venía vestida de raso blanco forrado en muy rica tela de oro, y el raso acuchillado, con una gorra de raso blanco con muchas piedras y perlas de gran valor. Y así vino hasta la iglesia mayor donde la esperaba, en las Gradas, el cabildo de la iglesia con todo el clero y cruces de todas las iglesias de la ciudad, y la recibieron con toda solemnidad”.
Como en una almibarada revista del corazón, la belleza de Isabel era constante en todas las crónicas. Así la vieron otros ojos: “Era la Emperatriz blanca de rostro y el mirar honesto y de poca habla y baja; tenía los ojos grandes, la boca pequeña, la nariz aguileña, los pechos secos, de buenas manos, la garganta alta y hermosa. Era de su condición mansa y retraída, más de lo que era menester, honesta, callada, grave, devota, discreta y no entremetida; y esto era en tanta manera, que para sí no quería pedir nada al emperador, ni menos rogarle cosa por otro, de manera que podemos decir haber el emperador hallado mujer a su condición”.Condición de emperatriz, por tanto. Un matrimonio, en principio, de conveniencia. Con un Emperador que tardaría unos días en llegar: hasta el 10 de marzo no entró el rey Carlos en la ciudad de Sevilla, con una entrada triunfal por el arco de la Macarena. Preludio de madrugadas.
Cuenta el Hola de la época que el encuentro entre ambos rompió más de un corazón. Una previsible boda política se transformaba en una bella historia de amor que llegaba a cotillear algún embajador de la época “La emperatriz duerme cada noche con su marido en brazos y están muy enamorados y muy contentos”. La historia de un flechazo que nació en el Alcázar y que acabó inundando el palacio con el rostro de la bella dama. Relieves y azulejos de la que todos vieron bella. Todos o casi todos: no se puede decir que el de Cristóbal de Augusta fuera el mejor de sus retratos…