4.1.14

EL CARBONERO




Dios es, fundamentalmente, un misterio. Como tu ciudad. Y del misterio a la realidad sólo hay un paso, el de la fantasía que tiende puentes entre ambos…
No sabes porqué, pero antes del Domingo de la Fantasía te acuerdas más de él. Y de su cara tizná. Alguien que en sus contrastes explicaba muchos de esos misterios que nadie entiende de tu ciudad. Revolucionario en bando nacional, anarquista pero persona de orden, republicano pero casado con Reyes, incrédulo pero con la fe del carbonero. Así era Luis, el carbonero de San Martín. Estampa negra de Goya que se perdía por el laberinto de San Julián  para aportar fantasía a la vida de una estúpida  España en sepia de buenos y malos que, desgraciadamente, tanto te recuerda a tus días actuales. Carbonero con fe de carbonero. La del que escuchaba a las putas tristes de la calle Lerena como su Colega de San Lorenzo escucha a las de la Alameda. De mostrador de cisco picón a panteón sevillano donde sólo Uno es el que es. Así de complejamente sencilla era la fe del carbonero. Por eso iba todos los viernes de su existencia a rendirle cuentas a San Lorenzo, a contarle las realidades que sólo entienden los limpios de corazón, por muy tizná que se tenga la cara. Por eso su vida era una fantasía continua: para acercar los misterios de Dios a la cruda realidad. Por eso lo llamaban mago sus nietos, por eso, paradojas de la vida, quiso irse al cielo de la carbonería terrestre una víspera de la Epifanía: tiempo de culto al otro Carbonero que todo lo entiende…
El próximo Domingo de Ramos volverá la fantasía que nunca se fue. La de la infancia que nunca quieres olvidar. La del misterio que, un año más, se hará realidad. Besarás las manos tiznás de carbón y comprenderás la semana que dura una vida y la infancia que dura una eternidad. La que alcanzó tu abuelo. La del polvo tiznao de lo que fuiste y de lo que volverás a ser…