22.2.07

BARROCO.


Naciste en pleno Barroco, allá por el año 1691. Dicen que fue un tiempo de excesos, algo que tu nunca comprendiste. Realmente tu nacimiento fue tu muerte. Una muerte bajo la Cruz. Tu padre fue poco conocido, Antonio Cardoso de Quirós, un escultor segundón en la Sevilla del gran Pedro Roldán. Quizás por eso tu nacimiento fue de segunda: la Hermandad del Santo Entierro encargó primero la imagen de la Virgen de Villaviciosa y luego, como una petición inconfesable, le pidió al escultor que representara a la muerte. Muerte barroca bajo la Cruz.
En tu vida-muerte has conocido de todo. Tu hermandad siempre salió poco a la calle y se trasladó en muchas ocasiones de domicilio. Lo peor llegó con la invasión de los franceses. Tus huesos no estaban para muchos trotes pero aquellos gabachos te los dejaron todavía peor. Para curarte, los hermanos del Santo Entierro te mandaron al taller de Juan de Astorga. Recuerdas aquellos días como un bicho extraño: un esqueleto como el tuyo entre tanta Virgen hermosa. Todo un sinsentido. Pero tu cuerpo, es un decir, salió recompuesto, aunque con alguna costilla fuera de lugar. Y la vida-muerte continuó. Conociste muchas historias y tu hermandad cada vez salió más a la calle. Hace pocos días supiste que quizás vayas a Granada a una exposición sobre el Barroco, el tiempo de excesos en el que naciste. Y de eso sabes mucho Porque en tu vida-muerte has conocido muchos: risas, bromas, llantos, muerte. Hasta hubo quien te coronó en un sitio nuevo que llaman internet. Pero una canina de tu porte siempre supo soportarlo todo. Muchos dicen que hoy comienza un tiempo de excesos. Como el Barroco de tu infancia... Mors mortem superavit.

19.2.07

20 DE FEBRERO. CARNAVAL


Martes de carnaval. Todo era real. Martes de carnaval. Muere don Carnal. Martes de carnaval. Nada era normal. Martes de carnaval. Todo era especial.
Corrían los años de la República. Y aunque ya no había reyes, todo era real. La Alameda era una alameda, el albero del suelo era albero, el Casino de la Exposición hacía de casino y la ciudad vivía el carnaval. Una época en la que las putas eran mujeres y los Hércules muy hombres. Todo real. Menos un Betis que perdió su título monárquico. Todo real. Como la vida misma. Disfraces y máscaras para evitar lo normal.
En el casino militar de Sierpes, en el Olimpia de la calle Tarifa, en las Siete Puertas o en el Zapico, en la calle ó en el Kursal. Era martes de carnaval. Y todo era real.
Una noche especial. Actuaba la murga de Pujales pero todos los presentes esperaban otra cosa. Esperaban ver a aquel gitano de Chiclana que tanta guasa tenía. Se llamaba José María pero todos le llamaban Regaera, el más gracioso de todos lo murguistas de la ciudad. Tiempos en lo que estar loco era estar como una regaera. Y aquel personaje lo estaba...
Cuando salieron aquellos locos al escenario, el público empezó a reír. Dorado el Revoltoso contó unos de sus chistes con acento afeminado y con un toque pícaro final que metió al público en el bolsillo. Cuando Florido contó otra historia increíble el público continuó riendo. Y poco a poco, aquella murga de locos se hizo una piña con el público. Un público que llenaba aquel café en martes de carnaval. Un día de locos donde todos era especial Y el público gritando aquello de Rega rega, regaera. Saliste rodando por las escaleras... En medio de las risas y de los aplausos salió Regaera. El gitano vestido de negro con la flor en el hombro cambió el embudo de la cabeza por el gorro de un guardia. Eran tiempos en que los policías eran guardias. Silencio en la sala. Y atención. Mucha atención. Regaera cantó una historia que nadie olvidó: “la Cruz de Beneficencia, pide la España altruista, para un guardia de la porra, por salvar a dos modistas. En veloz carrera, un auto atropelló a las chiquillas, y si el guardia no lo evita, se hacen una tortilla. Con gesto de valor, y con la porra en la mano, se arrojó sobre el motor, aquel guardia urbano. Frenando de suerte el coche paró, y a las chicas de la muerte, con heroísmo salvó. Esta acción que al guardia honra, fue por todos aplaudida, y le besaban la porra, las chicas agradecidas...”
Risa general. Eran otros tiempos. La Alameda era la Alameda y los guardias tenían porra. Toro era normal. Era un martes de febrero. Martes de carnaval...

14.2.07

EL LAGARTO


Cuando hoy he abierto el almanaque me he acordado de ti: ni historias, ni santos, ni nada de nada. He visto el dichoso día y el dichoso numerito y no se me ha ocurrido otra cosa que cruzar los dedos y mirar al cielo. Martes y 13. ¡Lagarto, lagarto!. Hoy me he acordado de ti. Y por eso he ido a verte.
Llegaste a Sevilla allá por el año 1260...y por supuesto estabas vivo; vivito y coleando, nunca mejor dicho....Venías de Egipto y acompañabas la embajada de un sultán muy importante. Tu destino final era Sevilla. Y viniste acompañado de ricos paños, de joyas y de otros exóticos compañeros...Todo para impresionar a un rey y conquistar a Berenguela, su hija.
Cuando llegaste te pareció una ciudad hermosa, con un río coqueto que no tenía nada que ver con el Nilo de tus orígenes. Pero Sevilla te gustó. El clima se parecía al de tus orígenes y tú te encontraste bien en medio de la corte del Rey Alfonso X, todo un rey sabio. Recuerdas aquellos estanques del Alcázar, aquella ciudad que mezclaba los alminares de las mezquitas con unos nuevos habitantes cristianos. Lo peor fue la muerte de tus compañeros de viaje. Poco a poco te fuiste quedando solo. Hasta que llegó tu hora. Y a alguien se le ocurrió la fatal idea. Te colgarían ahí arriba, para que todo el mundo te siguiera viendo. No hay derecho.
Desde entonces te han hecho muchos retoques. En el año 1465 te pintó de colores Juan Sánchez, uno de los primeros pintores conocidos de la ciudad. En el siglo XVII te volvieron a bajar y te arreglaron el cuerpo, que ya era hora...aunque a ti no te gustó que el canónigo Juan de Loaysa te metiera un papel en boca que te duró casi un siglo. Lo peor fue el terremoto de Lisboa. Fue el primer día de noviembre de 1755. Te cayó una viga encima y te tuvieron que recomponer el cuerpo de madera. No hace mucho te volvieron a retocar.
Lo cierto es que estás acostumbrado a todo. Escuchas pasar a los turistas y te entran ganas de bajarte. Escuchas a algunos sevillanos hablar del colmillo y de la vara que te acompañan y te entran ganas de reír. Escuchas a algunos guías y te entran ganas de explicarles la Catedral. Escuchas a algunos canónigos hablar del Giraldillo y piensas que podrían bajarte a ti.
La verdad es que no hay derecho. Tantos años colgado en la Catedral, un cocodrilo de tu porte...Y la gente que te confunde con un lagarto. Como si fueras un jabón antiguo...Y nadie se acuerda de ti. Aunque algunos sí. Somos muchos los que en estos días abrimos el almanaque y miramos al cielo diciendo algo así como Lagarto, lagarto...Por algo será.

4.2.07

6 DE FEBRERO. EL LEGAJO




El investigador pensó que aquel iba a ser un día más. Buscar en el archivo era una tarea apasionante para muchos pero eran pocos los que aguantaban días y días a la espera de un documento importante. Era cuestión de paciencia. O de trabajo. O quizás de suerte. Pero la historia siempre estaba esperando a ser escrita. En aquellos miles de legajos y de documentos escritos estaba la historia de la ciudad. Y había que contarla a las generaciones futuras.
6 de febrero de 1930. Heliodoro Sancho Corbacho era un buen estudiante de Filosofía y Letras. Sabía sacar el tiempo de donde no lo había. Y por eso era un buen investigador. Aquella mañana, como tantas otras, sacó su vieja carpeta y se dirigió hacia la calle Feria, junto al convento de Montesión. El viejo archivo de Protocolos Notariales le esperaba con todos sus documentos. La historia llena de polvo al alcance de sus manos. Como todos los días, el estudiante albergó la secreta esperanza de encontrar un documento que lo hiciera famoso. Pasó por la puerta de la vieja capilla de Montesión y no llegó a entrar. Pero en su interior, una intima oración pedía al Señor del Huerto que aquel fuera un día especial. Y aquel fue un día especial...
Al entrar en el Archivo se repitió la rutina de siempre. Olor a humedad, sensación de agobio y la historia almacenada y desordenada en miles de legajos. Los viejos protocolos notariales esperaban la mano que encontrara sus secretos. El estudiante siguió su rutina. Pidió un legajo del año 1620. Era el de un notario que todavía no había visto. Como siempre abrió con cuidado aquel legajo lleno de polvo. Al quitar las cuerdas cayeron restos de papel al suelo. Los insectos seguían devorando aquellos viejos documentos. La lectura comenzó paciente: contratos, arrendamientos pagos... nada nuevo. Un día más sin novedades. Cuando ya la vista se le cansaba, su corazón palpitó de repente. Aquel papel parecía importante. Nervios y emoción. Leyó de forma rápida los formulismos habituales con aquella maldita letra y se fue a lo fundamental. No salía de su asombro. El papel, fechado en octubre de 1620 decía: “cobro dos mil reales por la hechura de un Cristo con la Cruz a cuestas y de un San Juan que hice de madera de cedro y de pino de segura de estatura el dicho Cristo de diez cuartas y media.” Un sudor frío recorrió la frente del investigador. La carta la firmaba un tal Juan de Mesa y el mayordomo de la hermandad del Traspaso. Aquel papel era importante. Contaba que un tal Juan de Mesa le había puesto rostro a Dios. Desde aquel día, toda Sevilla supo que Juan de Mesa había tallado al Gran Poder.
Desde luego, aquel no fue un día más para el investigador...

3.2.07

3 DE FEBRERO. SAN BLAS



“Por San Blas la cigüeña verás”. Es el refrán que muchos mayores recuerdan hoy 3 de febrero, día marcado en nuestro calendario con el recuerdo a este milagroso santo. Como quizás sea difícil ver las cigüeñas, con el ritmo cambiado por el cambio climático, podemos recordar la figura de este santo al que Sevilla y muchos de sus pueblos le dedicaron una especial atención.
Nació San Blas en Armenia, viviendo en los primeros años del siglo IV. De profunda fe cristiana y siendo probablemente médico, vivió en el año 313 la persecución de Licino que lo sometió a una brutal tortura que no hizo abjurar de su fe a nuestro protagonista. Su fama de santidad hizo que fuera muy visitado en la cárcel, lugar donde sanó a un niño pequeño que tenía una espina clavada en la garganta. Desde entonces es santo sanador de las enfermedades de garganta, hecho que reconoce también la sabiduría popular: “San Blas Bendito, que se ahoga este animalito”. Y es que hasta los animales tenían predilección por un santo al que acompañaron durante su escondite en una cueva.
Tuvo Sevilla una ermita dedicada al santo, ermita de origen medieval que hay que unir con la historia del Monasterio de Santa Inés. Aquella ermita, desaparecida desde el siglo XVIII, estaba en terrenos de la familia Coronel. Y María Coronel, aquella dama que se desfiguró el rostro con aceite para no acceder a las pretensiones de Pedro I el Justiciero, ó el Cruel según gustos, fue la fundadora del Monasterio de monjas franciscanas de la calle que hoy lleva su nombre. Y hasta allí nos dirigimos. Porque la ermita desapareció pero no su titular. Parece que de allí procede la imagen de San Blas a la que hoy se da culto en Santa Inés. Es buen día para conocerla. Es una talla cercana al estilo de Juan de Mesa, fechable en torno a 1615, y muestra a nuestro santo vestido de obispo, con báculo y mitra, y con una herida en el cuello signo del tormento al que fue sometido y signo de su fama milagrosa. Es día para dejarse llevar por el ambiente medieval del monasterio de clarisas e imaginar a través de la reja el rostro desfigurado de María Coronel. Es día para disfrutar del valioso retablo de pinturas sobre tabla que flanquea a nuestro santo. Es día envuelto en leyendas, las de doña María Coronel, llena de verdades históricas; la de Maese Pérez el organista, cuya alma muchos esperan todavía en las misas del Gallo de Santa Inés; las de esas vírgenes, muchas menos de once mil que acompañaron a Santa Úrsula y de las que dicen que algún resto llegó al convento . Es el día para colgarse el cordón protector alrededor de nuestra garganta mientras probamos el rosco de San Blas.
Y, ya que aquí (y hace ya años) no veremos la nieve que decía el refrán, elegir aquel otro que nos habla de estos días que se alargan: “Por San Blas una hora más”. Que ustedes la disfruten.