17.12.08

18 DE DICIEMBRE. EL REPUBLICANO.

“Los Borbones, a los leones...”.
Era la frase que solía repetir casi como una letanía de viejos recuerdos; ya se sabe, aquellas convicciones que se sienten y no se razonan. Toda una religión del sentimiento, sin clérigos y con escasa liturgia. Pero es que a él le gustaba, bromas aparte, razonar sus convicciones. Y no perdía oportunidad para ello. Sus hijos y sus nietos eran su auditorio preferido, cada uno a su nivel. A sus hijos les había repetido una y mil veces que después de la Revolución Francesa se estableció la igualdad de los hombres y que nadie debía tener privilegios por su nacimiento.
- Los franceses acabaron con la desigualdad social, y nosotros-sonreía esperanzado- acabaremos algún día con las injusticias.
Un discurso que se simplificaba cuando se dirigía a lo más pequeños:
- Si todos tenemos un papá y una mamá y si existe ese Dios del que te hablan en la escuela, todos tenemos que ser iguales, porque un buen padre no hace diferencias entre sus hijos...
Un teoría simple y que, según él, no admitía discusión. Por eso le sobraban reyes y reinas, duques y marqueses, altezas y grandezas. Todavía no habían dicho aquello de que la democacia es el menos malo de los sistemas posible, pero el ya lo sabía. Democracia pero sin reyes, ni coronas, ni cetros, ni tronos, ni historias. Lujos, los precisos. Lo cual no quiere decir que el viejo republicano no guardara un rinconcito en su corazón para algunas fantasías...
Sus amigos dicen que todo empezó en San Gil, en el corazón de su roja Sevilla. Aunque no era muy amigo de beatones y santurrones vestidos de negro, aquel día le dio por entrar en la iglesia. No sabía por qué. Quizás por su eterno afán de descubrir. Y vaya si descubrió... Estaba a pie de calle. De igual a igual, madera y carne frente a frente. El dolor revestido con la dignidad de una sonrisa. Las lágrimas de su viejo barrio adornadas de fiesta. La mirada esperanzada de la creencia en un ideal de igualdad. Toda una invitación a creer en la esperanza. Mirada de una mujer hermosa cargada con el dolor de un viejo pueblo. Una dama como símbolo... él que sólo creía en la dama de la bandera tricolor. Pero aquello era diferente: un mundo mejor podía existir, aquella mirada así lo pregonaba. Lo demás no importaba: ni corona, ni joyas, ni oros, ni platas ni terciopelos, ni encajes... Salió de San Gil con la contradicción hecha un pellizco en el fondo de su corazón. Él la hubiera situado en los mismos intestinos. Carne de su carne. Todo por una madera convertida en joven dama. Dama de dolores y de esperanzas. Puso en jaque a sus sentimientos. No había modo de enrocarse...
Algunos dicen que aquel día el viejo republicano comenzó a creer en las reinas...

10 comentarios:

Rascaviejas dijo...

Una historia ya publicada pero corregida y aumentada, traída aquí de nuevo por alguien que me lo pidió.

ANTONIO SIERRA ESCOBAR dijo...

Hoy es el día, querido profesor, de mirar frente a frente a la Esperanza; un palmo de distancia nos separa de la desesperación; en sus ojos todas las penas que nos atormentan; en sus manos todo el dolor que nos aflije; en sus mejilla de dulce carne de membrillo, todo el sabor de la injusticia y fundiendolo todo en su boca: la risa y el llanto que perfila la misma vida. Lo demás, decorado efímero, metal precioso y telas magníficas. Es sólo Ella, la que tenemos presente, la que nos falta, la única que no se pierde...lo demás todo sobra.

Juan Duque Oliva dijo...

Cuando vivía a poco metros nunc ame dio por ir y ahora que estoy un poco más lejos me están entrando ganas.

Desde luwego hay reinas y reinas.

Me ha gustado mucho la historia

el aguaó dijo...

Una historia que nunca se casa uno de leer. Una historia, querido Rascaviejas, que no deja indiferente a nadie... como la Reina de San Gil. La Esperanza. La misma que nigún ser humano tiene perder nunca.

Bellísimo texto que ha conseguido emocionarme.

Gracias profesor.

Un abrazo enorme.

Zapateiro dijo...

Una no se cansará nunca de leer las historias del almanaque porque son, sencillamente, bellas.

Nada mejor que "el republicano" para celebrar el día de la Esperanza.

Un saludo.

Diego Romero dijo...

No hay mayor igualdad en el universo que poder tener a la Madre de Dios frente a frente, querido amigo.
Y si encima tiene esa Cara...

Un abrazo.

Isaac García Expósito dijo...

"Toda una religión del sentimiento, sin clérigos y con escasa liturgia."

Esa frase resume muy bien lo que nunca fue la Semana Santa. Ciertamente, la historia (y no me refiero al post) que nos han contado se encuentra bajo los presupuestos de la historiografía marxista (la Universidad no da para más), que intenta explicarlo todo a partir del materialismo histórico.

Una pena.

Sin embargo, toda la Semana Santa, todo en las cofradías, es una explicación de la liturgia de la Iglesia. Desde el fiador de los nazarenos de la Macarena (¡ojo, fiador, no fijador!, que es el mismo adminículo que llevaban los sacerdotes), hasta el cuerpo de acólitos con sus dalmáticas.

Precisamente, si no se ve la relación que tienen con la Liturgia no es porque las cofradías carezcan de él, sino que, sencillamente, las cofradías no han sabido/no han podido adaptarse al Novus Ordo del año 1.969.

El usus antiquor lo dominaba todo: hasta las Iglesias estaban pensadas para la celebración de la Liturgia. Las cofradías, evidetemente, no quedaban al margen.

Si hubiese algún hermano mayor con más de dos dedos de frente, recogería el guante lanzado por el Romano Pontífice respecto a la forma extraordinaria del rito romano: la Misa del Beato Juan XXIII.

Pero me parece a mí, que esto, en Sevilla, es mucho pedir.

PEPE LUIS TRUJILLO DEL REAL dijo...

Simplemente precioso...
Enhorabuena profesor.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Estoy seguro de que eso le tuvo que pasar a alguien. Feliz navidad

Rascaviejas dijo...

Feliz Navidad querido amigo