Tienes que venir. Anuncio promocional de la Expo 92. Un locutor te contaba a gran velocidad todo lo que había en el recinto. No le daba tiempo... La idea te enganchó. La Expo fue algo tuyo. El otro lema,Ahora o nunca, también te había contagiado. No sólo a ti: se llegaron a vender 350.000 pases de acceso. Te sentiste un rey. Primero, con la tarjetita azul que luego se convirtió en dorada. Como aquellos seis meses vividos. Una Expo cotidiana, desde el mismo día que usaste el microchip con tu huella dactilar y el logotipo de Curro, la mascota de tus paseos diarios: pase de temporada en el bolsillo y visita a un nuevo pabellón. Había que rellenar todos los sellitos del pasaporte. Horror vacui. Verlos todos. Los temáticos, los de empresas, los autonómicos y los de un sinfín de países. Te hiciste un experto conocedor de las horas en las que había menos público en el monorraíl; sabías que el acceso más masificado era el de Puerta Barqueta y que el más fluido era el del apeadero de Renfe; que había que entrar a primera hora para evitar las colas del pabellón de Canadá ó del de Mónaco; dónde estaba el conocido que invitaba en el kiosco de gazpachos; desde qué lugar se veía mejor el espectáculo del lago o cuáles eran las actuaciones de la plaza Sony de aquella noche. Escenario cotidiano. Olimpiadas en la pantalla de la plaza Sony, la noche de San Juan en la cabalgata de Els Comediants, cine de verano con sesiones dobles y movida bailando en el Kanguro pub hasta el cierre. Definitivamente, habías sido universal, y además lo habías sentido. Descubriste a Sevilla en San Clemente o en Plaza de Armas, visitaste exposiciones de nivel internacional como la del pabellón del siglo XV, te enfrentaste al arte contemporáneo en el pabellón de las Artes, comparaste las custodias de Toledo con la de Sevilla y tuviste al Greco, a Goya y a Velázquez, entre otros, en el pabellón de España. Una borrachera para tus sentidos. Un disfrute. Con Plácido Domingo cantando Tosca y con el hombre más grande del mundo en el Pabellón de Pakistán, con las coplas de Azabache y con el pabellón Fujitsu, refrescándote en las fuentes y jugando a identificar las maquetas de la llamada Andalucía de los Niños. Una fiesta. Y eso que la cerveza era tres veces más cara en el recinto que en el bar de la esquina. No había color. Seis meses de revistas reales: Carolina de Mónaco, la tristeza de Lady Diana y de Carlos de Inglaterra, el uniforme de Fidel Castro y la escasez de ropa de las brasileñas que bailaban en el pabellón de América. El mundo al alcance de la mano. Una oportunidad histórica. Se te acababa aquella noche de octubre de 1992. Comenzaban a correr aires de crisis. La Sevilla real te esperaba. Que te quiten lo bailao...
14 comentarios:
La crisis que vino después fue de órdago. Pero creo que la de ahora es peor, y al menos antes disfrutamos de la Expo. En fin.
Un abrazo tenga usted, querido amigo
Fue maravilloso e irrepetible. Gracias por el recuerdo.
Acabo de llegar del Parque del Alamillo, decimosexto cumpleaños e inauguración del antiguo vivero de Expo´92, lo que me he acordado de la Expo cuando he visto las nuevas pérgolas en los accesos al invernadero y futuro centro de interpretación del parque.
Muchas gracias por esta entrada.
Se podrían decir tantas cosas, ¿verdad? En fin, en homenaje al día que es, diremos las buenas: que sí, que se estaba muy agustito allí.
Y te escribo ahora, por cierto, desde uno de sus pabellones.
Un abrazo, querido Manuel Jesús.
1992 fue "annus horribilus" de una servidora. Creo que fui la única persona que sólo pisó una vez el Recinto, y lo hice para ver el Guernika.
¿qué hubiera sido de Sevilla sin la Expo del 92?. Ni portugal, ni Zaragoza, pudieron superarla.Que nos quiten lo bailao, total nosotros no la terminaremos de pagar...
¿Y esa plaza de Lavapiés con los guiris y no tan guiris con el agua hasta la canillas?
"Puntaso" amigo mio, "puntaso".
Gran entrada, para mis gusto, claro, jeje.
Y que nos quiten l bailao, sí señor, porque otra cosa no se puede decir.
La expo fue grande y la sentimos como nuestra; otra cosa es el declive que esta ciudad lleva experimentando desde entonces.
Parece mentira que llevemos ya 17 años cuesta abajo.
Menos mal que el recuerdo de esa época siempre nos sacará una sonrisa.
Un saludo.
Me hubiera encantado tener entre 20 y 25 años durante la clebración de la Expo. Tenía 11 para 12, con lo cual no la pude vivir a mi antojo. Aún así tengo muy buenos recuerdos de aquellos meses.
Para su información estimado amigo, se rumoreaba entre muchos de los que pertenecimos a la organización que esas maravillosas muchachitas ligeritas de ropa a las que usted cita, no lo eran tal. Que le pregunten a mas de uno de los que vivian en ciudad expo
¿No eran ligeritas o no eran muchachitas?... Es que entonces las Venenos y los concursante/as de Gran Hermano todavía no existían, a Dios gracias... (Lo más cercano era la versión cañí de la Esmeralda y la Tornillo o la versión total de la Bibi de toalavía...)
Para mi la Expo tiene además el significado sentimental del nacimiento de mi querida hija, tan esperada después de tres varones seguiddos. Si a ello le añadimos la grandeza que tuvo, entonces enmarcamos el 92 en el salón de casa. Me ha costado mucho decidirme a escribir en este almanaque que tanto brilla por su calidad. Reciba de los respetos de su última alumna.
Pues sea bienvenida
No digas que fue un sueño... aunque sí una oportunidad perdida como la copa de un pino. Anda que si Valencia o Málaga hubieran organizado una expo universal....
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