Yo te he nombrado reina…
Ser o no ser, siempre es esa la cuestión. La reina o la infanta,
la sucesora o la aspirante, la primogénita o la segundona que se conforma con el hueco que los demás dejan en las
noticias. Fuiste la segunda hija de Fernando VII, un rey llamado Deseado que no lo fue y hermana de una
reina que, como su alteza, unos quisieron reina y otros quisieron nada. Entre
el todo y la nada. Esa, señora, fue su vida desde su nacimiento en el Palacio
Real en 1832, hija de una regente, María
Cristina, que no fue reina y eterna hermana a la sombra de Isabel, la que un
día desterró una revolución que llamaron Gloriosa. Juntas os casasteis en 1848,
su hermana con un primo lejano que tenía tan poca varonía como ambición tenía
el que fue vuestro marido, Antonio de Orleans, juntos seríais los nuevos Duques
de Montpensier que convirtieron Sevilla en una corte a la sombra, otra vez la
sombra, con azules franceses y flores de lis que se desparramaron por las rejas
de vuestro palacio de San Telmo y por los bordados de las cofradías más
románticas de la ciudad. Hasta nueve embarazos le concedió el Altísimo, unos
fueron y otros no, algunos llegaron a infante como Antonio o María Isabel, a
otros se los llevó la tuberculosis, Amalia y Cristina; la viruela se llevó a Fernando y a Mercedes,
María de las Mercedes, la dalia que cuidó Sevilla, la rosa más sevillana, el tifus se la llevó, ay la copla, fuera de tus redes, de la noche a la mañana.
Quizás allí murió la última de tus debilidades, el trono ya había desaparecido
del horizonte con el maldito duelo en el que el Duque, ay don Antonio, mató a
todo un infante, adiós al trono, adiós Mercedes, adiós poco a poco a tus hijos,
adiós a la ambición de reinar de vuestro esposo que os dejó viuda en 1890. Eran
tiempos de Restauración. Y su Alteza, grande hasta la muerte, tuvo la grandeza
de donar, tres años después, el jardín de su palacio a la ciudad. El parque de
la ciudad, desde entonces lleva vuestro nombre. Qué menos. Años de rendir
tributo a la ciudad con las esculturas de Susillo en la fachada de palacio, al
final, Señora, no le hizo el monumento que merecía, y años de despedida. Llegó
la muerte oficial en 1897 pero en el pueblo, no lo dude Alteza, permanecerá
siempre viva. Su monumento de Pérez Comendador en la Exposición de 1929 cambió
de sitio y fue reproducido en bronce, ser o no ser de nuevo, el original
respirando el aire marino de Sanlúcar de Barrameda y la copia oliendo el aroma
de las flores y cobijada por un ombú o zapote, una morera blanca y un
almez. Flores y plantas para contemplar,
ensimismada como tu ciudad adoptiva, las flores que se os murieron en vida. Son
la vida que os mantiene en la eternidad de la ciudad. Rincón recogido de
vuestro y nuestro parque, medido, con la medida perfecta de la hermosura que no
se marchita. Porque, lo dijo Neruda,
Hay más altas que tú, más altas.
Hay más puras que tú, más puras.
Hay más bellas que tú, hay más
bellas.
Pero tú eres la reina.
3 comentarios:
Excelente glosa de un enamorado de Sevilla y sus cosas.
hugo boss outlet
michael kors handbags
coach outlet
los angeles lakers
kansas city chiefs jerseys
salomon shoes
rolex watches
armani exchange
coach handbags
hermes belts
michael kors bags
michael kors handbags
prada outlet
ugg boots
louboutin shoes
replica watches
jordan 4
michael kors bags
christian louboutin shoes
nike shoes
20170813
Publicar un comentario