17.3.07

17 DE MARZO. MONTESINOS


Tiene la Virgen del Valle dolor en sus ojos verdes. Es la letra de una saeta de Barrios Masero que recordaste este fin de semana, entre altares de plata y de incienso. Y viendo la mano tendida de la Virgen no pudiste dejar de pensar en un niño, en un niño que nos dejó. Ya lo habías recordado con sus propias palabras:
“Un día cualquiera de un año ya olvidado nació en una casa que había en este lugar un niño como todos los demás niños. Pasado el tiempo vivió, amó y sufrió como todos los demás hombres. Y como todos los demás también fue feliz algunas veces. No preguntéis su nombre porque los nombres se olvidan.” Pero el texto tenía nombre. De poeta. De alguien que te hizo sentir la emoción. Su tata siempre lo llamó Rafaelito. Tú lo conocías como Rafael Montesinos.
Había nacido cerca del Dios de Sevilla en 1920 pero estuvo lejos de los ojos verdes de su Virgen del Valle desde 1941, año en que se trasladó a Madrid. Recordaste algunas de sus obras: “El libro de las cosas perdidas”, “Las incredulidades”,”País de la Esperanza”, “Madrugada de Dios”. Nombres que suenan a pura poesía. También recordabas que Rafael ha sido uno de los mejores ensayistas sobre Bécquer y que ha recibido numerosos premios: el Nacional de Poesía, el Nacional de Ensayo y allá por 1957 el premio Ciudad de Sevilla. A tu memoria vino su última imagen, la de su barba llena de canas, la de su figura enjuta acompañando a la coronación de su Virgen, aquella por la que pronunció uno de los juramentos más hermosos de la novela española contemporánea.
Altos pináculos de plata hacia el cielo que perdimos y mano tendida de la Virgen que más llora. Allí pensaste que hay personas que merecen pasar a la posteridad sólo por un detalle, sólo por una obra, sólo por un momento. En el caso de un poeta por un solo verso. Los mejores de Montesinos vinieron a tu memoria: “Oh padre mío,/ cuanto silencio hay en este Viernes / tan lejos de mi vida, / cerrada para siempre la cancela / que a nadie espera ya. / Hoy la memoria escoge / el camino más corto para herirme.” Memoria de la distancia. Memoria de la hermosura que se condensó en una novela de Montesinos,“Los años irreparables”, ejemplo de que la simplicidad de la vida de un niño puede ser un monumento poético. Y es que la distancia no provoca el olvido.
Cerraste los ojos delante de la Virgen. Y viste a Rafael. Había vuelto a la patria suya. Lloraba la Virgen del Valle. Lloraba la cera. Y un eterno niño llamado Rafael llevaba un caramelo de piñones que le dio un nazareno de la Soledad. Quizás fuera en Sierpes. Cerca de Cerrajería. Había vuelto definitivamente Rafael Montesinos. Y la Virgen seguía llorando Y todo lloraba con ella.

5 comentarios:

Reyes dijo...

He vivido cuatro días;
tres no fueron sevillanos.
Llevadme a la tierra mía.

EPITAFIO, Rafael Montesinos.

¿Se puede escribir algo tan breve y tan bello?

azul_y_plata_puro dijo...

"...pues los siglos se ven hasta en la forma de sujetarse el antifaz al rostro."
Amigo Rascaviejas el éxito lo tiene asegurado cuando habla del eterno niño de Domingo de Ramos. Un abrazo.
P.D. Faltan quince dias.

del porvenir dijo...

"...pues los siglos se ven hasta en la forma de sujetarse el antifaz al rostro.",
como al hilo dice Burgos,los nazarenos son nazarenos de hace siglos que cada año se reencarnan en nuestras calles.

Enrique Henares dijo...

Y alguien se extraña que comprobando como se fue sin serlo un poeta de esta categoría, Burgos no sea pregonero??

el aguaó dijo...

"En el patio, mi padre, con su túnica
negra, en la madrugada más profunda
de la clarísima ciudad, se ha puesto
solemnemente el negro capirote"

Grande don Rafael.