30.10.06

31 DE OCTUBRE. ROSARIO DE LA AURORA


No recuerdas muy bien el día ni el año. Quizás fuera el 31 de octubre y el año no lo sabes, quizás 1757. Pero el sitio, los actores, el momento y los hechos los recuerdas perfectamente.
Sevilla. Siglo XVIII. Octubre. Siempre hubo modas y la de aquel tiempo fue rezar el rosario en medio de la calle. Grupos organizados de parroquias, de conventos y de asociaciones salían al amanecer para rezar. Y no eran pocos, no. Aquel día de octubre había en Sevilla 81 rosarios de hombres, 47 de mujeres y uno infantil. No había dónde aburrirse....
Los preparativos comenzaron muy temprano. Los hombres del rosario parroquial del Sagrario plantaron su cruz de guía en la calle a eso de las seis de la mañana. El día era fresco y los miembros de la comitiva llevaban largas capas para cubrirse. Algunos se pegaban a los faroles de mano para coger algo de calor y todas las miradas iban al nuevo estandarte bordado en oro que se sacaba a la calle.
Las mujeres de la Magdalena habían madrugado algo más. A las cinco y media de la mañana ya entonaban el primer avemaría cantado por más de cincuenta mujeres que acompañaban al estandarte de la hermandad. Aquel día tenían previsto su asistencia a la Catedral, igual que otras veces. El frío de la mañana hacía que las manos se apretaran contra unas varas de plata que parecían quemar mientras oían el segundo misterio glorioso.
No muy lejos, allá por Santa Cruz, un grupo de clérigos meditaban en torno al director espiritual. Silencio en la judería. “María Madre la Iglesia y Madre de bondad. Ora pro nobis”. Y los clérigos marcharon entre avemarías hacia la Catedral.
Aquel día de octubre pareció que todos los caminos llegaban a la Catedral. Pero en el frío de la mañana sólo había uno. En la esquina de Matacanónigos los clérigos veían cómo alguien les cortaba el paso: eran los señoritos del Sagrario que habían llegado antes. Alguien más se unió al problema: las señoras de la Magdalena venían cantando por la otrasesquina. Faroles, estandartes y avemarías. Pronto se oyó algún grito:
- “Primero nosotros.”
- “Y un cuerno. Nuestra hermandad es más antigua.”
- “De eso nada, las damas pasarán primero.”

De los gritos a las amenazas. De las amenazas a los hechos. Golpes, gritos, empujones, tirones de pelo, estandartes volando, farolazos... No se sabía quien tenía que pasar por allí. Los rosarios de la aurora acabaron allí, a farolazos. No recuerdas la fecha....
Eso pensabas el otro día. Querías pasar por la ronda. Tú y mil más. Por el mismo sitio. A la misma hora. Y te acordaste de los rosarios de la aurora, de los carriles bici y de la autoridad competente. Y alguien llegó a gritar lo mismo que un día de octubre de hace casi trescientos años: “¡hermanos, sálvese quien pueda!”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esto ocurre hoy. Al alcalde se le ocurre un carril bici que podría trasladar al barrio de Santa Cruz, por aquello del más difícil todavía... el otro día viví el atasco que ya casi es diario. Y lo del rosario de la Aurora se queda en pañales. Se me pone el alcalde a tiro y yo con un farol a mano y...