3.6.09

4 DE JUNIO. PALABRAS



Aunque era hombre de pocas palabras aquel día vinieron a sus recuerdos todas las que se habían estampado en un papel dos años antes. Detalles, estipulaciones, plazos, descripciones, materiales... Quizás demasiadas palabras, que podría llegar a repetir una por una:
“...yo sea obligado y me obligo a hacer y acabar en toda perfección y a vista de maestros que lo entiendan una hechura de un Cristo Crucificado que tenga de largo dos varas, antes más que menos, medido desde el calcañal del pie, hasta la punta del cabello, de madera de cedro y la cruz en la que ha de ir crucificado ha de ser de borne y una hechura de imagen de Nuestra Señora que sea de altura de dos varas con sus manos y brazos de goznes, hasta medio cuerpo de escultura la cual ha de ser de tristeza, acabada en toda perfección y a vista de oficiales que de ello entiendan, lo cual tengo que hacer y acabar en toda perfección. Y comenzaré a hacer la dicha obra desde mañana lunes que se contarán catorce de este mes de mayo...”
Palabras y más palabras. El mundo de los notarios tan lejano del mundo de los mortales. Más aún del mundo de Dios... Hacía más de dos años de aquello. De las palabras a la idea, de la idea al dibujo, del dibujo al barro, del barro a la madera. Las palabras se las llevaba el viento, pero las ideas no. Las creencias y la fe, tampoco. Meses de intenso trabajo y la idea se llevó a la madera. Sobraban las palabras. Aunque aquel día de junio de 1629 todavía tuvo que escuchar las últimas:
“...otorgo y conozco que he recibido y recibí de Juan Francisco de Alvarado, escribano de su Majestad y oficial de la conta de la Casa de la Contratación de esta ciudad de Sevilla y vecino de ella que está presente, mil reales que valen treinta y cuatro mil maravedíes, que son por otro tanto, que con el susodicho y Pedro de María y Bernardo de Crailes y Pedro Blanco y Juan de la Cruz, vecinos de esta ciudad, que concerté me dieran por la hechura en blanco de un Santo Cristo y la imagen de Nuestra Señora como parece por escritura de concierto que sobre ello otorgamos ante el presente escribano público, puede haber dos años más o menos que me refirieron, los cuales dichos mil reales suso declarados y recibidos del dicho Juan Francisco de Alvarado de sus mismos dineros en reales de contado que son en mi poder que me doy por contento y pagado a mi voluntad, sobre que renuncio a la extensión y leyes de la no numerata pecunia y prueba de la paga como en ella se contiene...”. Juan de Mesa se daba por contento. Un escultor al que le sobraban tantas palabras. Qué importaban los documentos notariales para hablar de un Dios muerto hecho madera... Las palabras se las lleva el viento. Sólo el AMOR permanece...

1 comentario:

ANTONIO SIERRA ESCOBAR dijo...

ay, mi querido profesor, que ahí me acaba de dar vuece en el clavo y con el mejor martillo. Me dá escalofrío, nada maás pensar que Dan Brawn, haya llegado a ser best seller, con el piltrafa del "código De Vinci". Habiendo tanto que desentrañar sobre nuestra MESA.