En estas fechas puede ser cualquiera que se exponga al sol más de la cuenta. Ya no existe María Trifulca pero sí Matalascañas, o La Antilla o Punta, como dicen los más adictos al pijerío playero. También podríamos referirnos al nuevo síndrome, ya saben, vivimos en los tiempos en lo que todo es un síndrome. Además, políticamente correcto: llenas de mierda tu casa y te recuerdan a Diógenes... Basura clásica y filosófica. Hoy se habla del quemado profesional y, curiosamente, se corresponde con las profesiones que necesitan un mayor trato social: profesores, maestros, médicos, sanitarios... Quizás lo que más queme al ser humano, más que los tópicos cuarenta grados, sea el propio ser humano. El hombre es una llama para el hombre. Chicharrón de la calle Feria en pura filosofía...
Pero la historia añade otra profesión. El sevillano más quemado del año 1620 fue un actor. Siglos antes que Alfredo Landa le había dado por interpretar a un tal Onofre. El lugar era el teatro El Coliseo, unos de los grandes centros teatrales de Sevilla. Tal día como hoy vivió un pavoroso incendio.
Se representaba la obra San Onofre o el rey de los desiertos. Serían las ocho de la tarde y la función había sido un éxito. Entonces llegó el fuego de la tragedia: “El humo, la confusión , voces y llantos, particularmente de las mujeres, fue tan grande que unas se arrojaban de las ventanas, otras de los corredores y otras caían desmayadas medio muertas; fue mucho mayor el daño que la turbación les causó que el que el mismo fuego les pudiera hacer... No perdieron la ocasión los ladrones, antes más animados de codicia que de lástima, hubo algunos tan atrevidos que entraron dentro del corral, antes de que el fuego estuviese apoderado de todo, y viendo a las mujeres en el estado que se ha dicho, en lugar de sacarlas del peligro les quitaban las joyas y lo que podían, sin que a esto pudieran dar remedio los que lo veían...”.
Una vez más el hombre fue un lobo para el hombre. Se tardó más de un día en apagar el incendio y en sacar a las víctimas atrapadas bajo los escombros. Murieron más de veinte personas. Aunque un osado actor logró escapar de la muerte. Era el protagonista principal, vestido de Onofre el Santo, el anacoreta de la plaza Nueva. Dicen que luchó contra el fuego como un auténtico titán. Con esfuerzo logró salir de allí. El inconveniente estaba en que iba vestido para la función, desnudo, con una simple mata de yedra como paños menores. Después de la desgracia tuvo que soportar las bromas y las risotadas de los muchachos que corrían detrás de él. Lo persiguieron hasta su casa. En el interior y en el exterior.
No ha habido actor más quemado en la historia de la ciudad...
4 comentarios:
Osea, sustituiremos la oreja de Niky Lauda por San Onofre.
Muy interesante su artículo, como siempre.
Besos quemados.
Me ha encantado eso de la oreja de Niky Lauda... Ay dama, que se nos nota la edad...
Me parece que la frase, El hombre un lobo para el hombre, es de un autor teatral romano: Plauto.
Me encantan sus estradas y las sigo, aunque no le suelo comentar.
Un saludo
yo siempre decia mas quemao que el empaste de un dragon, ahora sevillanizaré mi frase con el bueno de Onofre
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