Sevilla fue ciudad de cruces. Clavadas en el monte del olvido, recuerdos de las epidemias de peste, cruces de término, cruces de juramentos posibles e imposibles, cruces que recordaban asesinatos, cruces que recordaban amores, cruces para pesar el carbón, para engalanar en mayo...La Ilustración comenzó a arrinconarlas y el siglo XIX las castigó al olvido o a ser colocadas en las fachadas de las iglesias. Muchas desaparecieron, como la Cruz del Palo o de la Tinaja. Recordaba una hermosa historia que rescataba del olvido Álvarez Benavides:
“El rey don Pedro, cuya indignación contra Pérez de Guzmán por su comportamiento era grandísima, no quiso perdonar a la madre, y a principios del mes de septiembre de 1367 levantóse una mañana la hoguera para la infeliz Doña Urraca. El populacho y la gente de la Feria acudieron en gran número a presenciar aquella ejecución, en la que concurrían circunstancias muy especiales, no sólo por ser la reo muy noble y principal persona, sino por lo mucho que era conocida en la ciudad.
Acompañada de alguaciles y soldados, llegó la dama al pie del patíbulo, y después de ser atada con fuertes ligaduras a un madero, empezaron a arder los secos troncos que pronto levantaron grandes espirales de llamas y espeso humo. Retorcíase la víctima entre horribles dolores, lanzando desgarradores gritos cuando el fuego quemaba sus carnes, y en una de esas violentas sacudidas del cuerpo, rasgóse el vestido de la dama, dejando al descubierto la mayor parte de sus formas.
Entonces la plebe que presenciaba aquella dramática escena prorrumpió en atronadora gritería, insultando a la víctima y llenándola de sangrantes epigramas y de crueles sarcasmos.
Pero cuando más imponente se presentaba la chusma y más lastimosos era el estado de Doña Urraca, una mujer abrióse paso entre la concurrencia y llegase precipitadamente a la madre de Pérez de guzmán cubriéndola con sus ropas y dejando que las llamas la devorasen, como a la reo. Leonor Dávalos se llamaba esta mujer y pertenecía a la servidumbre de Doña Urraca, a quien profesaba todo el cariño que revela aquel acto de generosidad imponderable”
El propio Benavides consiguió que unas calles recordaran la dramática historia de estas mujeres medievales en la memoria de la Alameda. Antes de que alguien olvide su historia y quiera cambiar el nombre de una “carca” que no quiso desnudarse en público, Urraca Osorio y Leonor Dávalos siguen teniendo su rincón...
Memoria de una triste historia en Alameda de putas tristes. Es triste morir en la hoguera. Es triste mostrar las vergüenzas a un público que se ríe...Es tristísimo cargar toda una vida con el nombre de Urraca...
“El rey don Pedro, cuya indignación contra Pérez de Guzmán por su comportamiento era grandísima, no quiso perdonar a la madre, y a principios del mes de septiembre de 1367 levantóse una mañana la hoguera para la infeliz Doña Urraca. El populacho y la gente de la Feria acudieron en gran número a presenciar aquella ejecución, en la que concurrían circunstancias muy especiales, no sólo por ser la reo muy noble y principal persona, sino por lo mucho que era conocida en la ciudad.
Acompañada de alguaciles y soldados, llegó la dama al pie del patíbulo, y después de ser atada con fuertes ligaduras a un madero, empezaron a arder los secos troncos que pronto levantaron grandes espirales de llamas y espeso humo. Retorcíase la víctima entre horribles dolores, lanzando desgarradores gritos cuando el fuego quemaba sus carnes, y en una de esas violentas sacudidas del cuerpo, rasgóse el vestido de la dama, dejando al descubierto la mayor parte de sus formas.
Entonces la plebe que presenciaba aquella dramática escena prorrumpió en atronadora gritería, insultando a la víctima y llenándola de sangrantes epigramas y de crueles sarcasmos.
Pero cuando más imponente se presentaba la chusma y más lastimosos era el estado de Doña Urraca, una mujer abrióse paso entre la concurrencia y llegase precipitadamente a la madre de Pérez de guzmán cubriéndola con sus ropas y dejando que las llamas la devorasen, como a la reo. Leonor Dávalos se llamaba esta mujer y pertenecía a la servidumbre de Doña Urraca, a quien profesaba todo el cariño que revela aquel acto de generosidad imponderable”
El propio Benavides consiguió que unas calles recordaran la dramática historia de estas mujeres medievales en la memoria de la Alameda. Antes de que alguien olvide su historia y quiera cambiar el nombre de una “carca” que no quiso desnudarse en público, Urraca Osorio y Leonor Dávalos siguen teniendo su rincón...
Memoria de una triste historia en Alameda de putas tristes. Es triste morir en la hoguera. Es triste mostrar las vergüenzas a un público que se ríe...Es tristísimo cargar toda una vida con el nombre de Urraca...
3 comentarios:
Magnífica entrada señor Rascaviejas.
Me la he leído sin pestañear.
Cómo se nota que domina usted las letras
_Pues claro.
_ No es tan claro, hay que darle las gracias a la vida por habernos dado esa oportunidad y ese don.
Yo le agradezco a usted este texto tan bello e ilustrativo de nuestra historia.
_No, no soy de Sevilla.
Pero la historia es nuestra.
_Pero qué dice.
_No, nada, cosas mías.
Pero aún más triste es el olvido querido profesor. Afortunadamente lo tenemos a voacé para refrescarnos la mente adormilada.
Por cierto, la lealtad, fidelidad y honor mostrados por Leonor hoy ya no existen. Y a esas cualidades cada vez más las castiga el olvido.
Un abrazo enorme querido Rascaviejas.
Allí están la calle de las Cruces y en El Porvenir la calle Cruz, a secas.
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