Año 2030. Había precedentes, pero nunca pensó que le tocaría.
Cuando llegó la carta que confirmaba la
desaparición de su hermandad, el ya no tan joven hermano mayor lloró
amargamente. Pensó, como tantas veces en su vida, reclamar a Palacio, pero la
oficina virtual del delegado diocesano lo tenía bloqueado como usuario. Ya
reclamó su santa madre cuando suspendió cinco asignaturas y le dieron el
título. Reclamó el Bachillerato y se lo concedieron. Y la carrera de Derecho.
Experto en demandas, pleiteó con los que quisieron poner música al palio. Y por
lo menos consiguió retrasar la decisión y hasta tres polémicas entrevistas en
las mejores revistas digitales de la época. Aunque lo mejor fue la impugnación
de la candidatura opositora: un carnet mal empleado, dos papeletas borrosas, un
censo mal ordenado e… impugnación ganada. Llegaba a la hermandad el hermano
mayor JASP, el que transformaría la corporación en la más mediática de las
cofradías. Para ello no dudó en debatir en Salsa Rosa Cofrade, en medirse con
el hermano mayor que lo quería poner firme,
en saltar el trampolín junto a Falete, en pleitear con los tertulianos
del Sálvame penitencial, porque él por su hermandad ma-ta. Y la mató. Una
deriva de años. Reinventó los siglos, saturó la oficina de pleitos, cambió los Sagrados
Titulares, reformó los bordados, protagonizó doscientas portadas de boletines,
martirizó a sus nazarenos con los más interminables y sevillanísimos
itinerarios y hasta pregonó la Semana Santa. De nada le sirvió la procesión
extraordinaria con la que celebró la
llegada del hombre a Marte. La suya fue la crónica de una muerte anunciada.
Haciendo memoria, una crónica marciana.
ABC Sevilla 7 marzo 2013
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