En la recoleta plaza del Pozo
Santo, escenario donde situó el abad Gordillo la leyenda de la intercesión
milagrosa de la Virgen por un niño que cayó a un pozo, fundaron en 1666 las
venerables terciarias franciscanas Marta de Jesús Carrillo de Priego (Córdoba)
y la sevillana Beatriz Jerónima de la Concepción el hospital del Santísimo
Cristo de los Dolores, en unas casas pertenecientes al monasterio de San
Clemente donde crearían un hospital de acogida para “socorrer a pobres mujeres
desamparadas, impedidas o incurables, asistiéndolas en su enfermedad y
ayudándolas a bien morir”, una función que llega, felizmente adaptada a los
tiempos actuales, hasta nuestros días. El recinto es modelo de integración
funcional de una institución que acoge un patrimonio artístico de gran interés
(expuesto en un ejemplar museo), junto a una moderna atención hospitalaria y
una profunda actividad espiritual y cultural.
Su iglesia, consagrada el 4 de
febrero de 1682, está presidida por un retablo barroco, atribuido a Julián
Jiménez e Hita del Castillo, y fechable en torno a 1760. Su hornacina principal
la ocupa la excelente imagen del titular, la talla advocada bajo la sugerente
iconografía de Cristo como Varón de Dolores: la muerte que vence a la muerte,
la redención del pecado original. Es obra tradicionalmente atribuida a Pedro
Roldán y datable en la década de 1680, aunque no hay constancia documental de
su autoría. Muestra a Cristo vivo, con los signos de la Pasión en su cuerpo,
pisando la calavera de la muerte y del símbolo del pecado del primer hombre y
con la cruz triunfal en sus manos, una simbología del Barroco escasamente
representada en la ciudad. La imagen fue restaurada en el año 2003 por el
profesor Pedro Manzano, que señaló sus semejanzas con obras del maestro como
las de la parroquia del Sagrario o del Hospital de la Caridad. Se realizó una
limpieza total de la policromía de la imagen, cubierta por una capa de suciedad
que ocultaba su rica policromía primitiva, sin muestras de repintes
posteriores. Se pudo identificar un añadido en el paño de pureza, realizado a
base de telas encoladas en un tono distinto al primitivo, que era rojizo, algo
usual en esta iconografía del Varón de Dolores. Un trozo de periódico empleado
por el autor del añadido permitió datar la intervención en 1872, por lo
que se podría atribuir a José Ordóñez o a Gutiérrez Cano. En dicha restauración
se eliminó el añadido y se recuperó el color primitivo del sudario de una
imagen de excepcional calidad que suele ser poco conocida por el gran público y
que es el lejano precedente de la imagen titular de la actual hermandad del Sol.
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