“Terminadas
las obras que requería la traslación del puente de barcas hacia la margen del
río, paralela a la desembocadura del arrecife del Arenal, y arreglados los
preparativos de operación tan prolija como importante, dispuso el ayuntamiento
que se realizara el lunes 30 de julio; convocando a las autoridades a
presenciar la faena desde una elegante falúa, proporcionada a este fin por la
comandancia de marina, destinando la empresa del puente de hierro un yatch de
vapor a los convidados por su parte al curioso transporte de aquella pesada
mecánica, anunciándose por edicto los trámites marcados a la mudanza de sitio
del antiguo puente, y excitando en el impresionable vecindario de la metrópoli
de Andalucía viva curiosidad los preliminares de un espectáculo, cuya rareza
permitía a los noveleros toda suerte de hipótesis y a los alarmistas todo
género de temerosas conjeturas. A las nueve de la mañana quedó cortado el
tránsito, para dar lugar a las labores precisas en la trabazón de las barcas y
acordado movimiento de aquella armazón de vigas y tablones en el punto de
verificarse el acto, mientras que las cuadrillas de ambas márgenes del río
alistaban el encaje de las voluminosas compuertas, y la firmeza por una parte y
otra del mecanismo secular, que debía ceder su puesto al grandioso puente del
moderno sistema ensayado en París con éxito extraordinario. Ocupadas las
orillas del Guadalquivir por un compacto gentío, apostadas en una y otra ribera
dos bandas marciales, empavesado el puente con banderas y flámulas de varios y
brillantes colores, a bordo de la falúa las primera autoridades, despejado de
buques el trecho que iba a atravesar la enorme balsa, marcando el yatch la
línea que servía de límite a considerable número de lanchas y de barquetas,
atestadas de ansiosos espectadores, sonaron las cinco de la tarde y, cortadas
las maromas de retención por el jefe político, capitán general y alcalde,
comenzó a marchar perezosamente el cetáceo de madera bajo la vigilante dirección
del maestro González, llegando a las siete a su nuevo lugar sin accidente
alguno de los que recelaban los muchos pesimistas que abundan en los grandes
centros de población. Empleadas las primeras horas de la mañana del martes
primero de Julio en asegurar el puente en sus asientos, no quedó expedito el
tránsito hasta el mediodía”.
Año 1845. Se trasladaba el antiguo
puente de barcas para comenzar las obras del nuevo puente de Triana. Así lo
contó José Velázquez y Sánchez. Unos trabajaron durante muchas horas. Fueron
muchos más los que estuvieron contemplando la escena. Unos trabajando y otros
mirando. España es así. Sevilla no va a ser menos.
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