1.9.06

SEPTIEMBRE

SEPTIEMBRE

Septiembre es mes de reecuentros, de la vuelta al cole, de la vendimia, del inicio de Libra, de los nuevos proyectos. Quizás sea el mes de los buenos propósitos, de olvidar lo pasado. Aunque Sevilla no debe olvidar un septiembre de su historia.
Fue en 1868. En aquel año se produjo una revolución que acabó mandando a Isabel II al exilio. La reina había perdido el apoyo de su pueblo e incluso desde Sevilla se conspiró para quitarla del poder. Desde el Palacio de San Telmo, el duque de Montpensier llegó a soñar que el nuevo rey de España podría ser él. No lo consiguió. Pero la revolución sí cambió a la ciudad. De forma dramática e irreversible. Los revolucionarios sevillanos pensaron que la modernidad consistía en derribar lo antiguo. Y en pocos día derribaron numerosos monumentos de la ciudad. No les importó ni el arte, ni la historia. De nada sirvieron quejas como la presentada José Mateos Gago al dimitir de la Comisión de Monumentos: “¿Cómo impedir que un pueblo desbordado, sin más guía que su ignorancia y sus pasiones, desfogue su ciega y reconcentrada ira en objetos y edificios cuyo mérito y valor desconoce?”. Una dura queja que podríamos prolongar hasta nuestros días. Y es que en Septiembre de 1868 se derribaron, por señalar algunos ejemplos, conventos como el de Regina (en la actual calle de su nombre), las Dueñas (frente al Palacio del mismo nombre), las Mínimas (calle Sierpes), la Concepción (actual plaza de Menjíbar), o San Felipe (en torno a Doña María Coronel). También se derribó, hasta trabajando de noche, la iglesia de San Miguel en la plaza del Duque, una rica iglesia mudéjar donde estaban Pasión, La Soledad y el Amor. Hoy no queda nada. Allí está un sindicato y una cafetería setentona. Pero además se comenzó el derribo de las murallas de la ciudad, empezando por la Puerta de Carmona y la Puerta Osario. Hoy sólo quedan en la memoria de las paradas del autobús. Y menos mal que la revolución duró poco porque estaba en proyecto el derribo de todas las iglesias mudéjares. Y se llamaban modernos...
La historia de esta revolución la escribió, años después José María Tassara en un libro que tituló “Apuntes para la historia de la revolución de 1868 en Sevilla”. Hoy que se lee tan poco, como mucho alguna novelita de Dan Brown, debería ser una lectura obligatoria. Sobre todo por nuestros políticos. No deberían olvidar las líneas finales de ese libro. Decían así: “La revolución ha probado, una vez más, que el orgullo de los que no saben edificar consiste en destruir”.
Y cuando andas por Sevilla, te das cuentas que, desde 1868, hemos aprendido poco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, la verdad es que no todo el mundo puede tener la suerte de gustarl disfrutar y vivir la semana santa con la pasión que lo hacemos los cofrades durante todo el año y que esa ilusión se vé año trás año cuando los primeros toques de tambor suenan por las calles de la ciudad.Si nos vamos al refranero...q mejor!!¨el mejor desprecio es el no hacer aprecio¨pués eso, no le demos mayor importancia a ésta bobada y a quién o quienes lo o los hayan puesto: q se vayan en semana santa y nos la dejen para los que sí sabemos apreciarla y vivirla.

Canal Rancio Blog's dijo...

¿Sevilla sin cofradías? Eso sería retroceder, al menos, 500 años. ¿O no?