12.3.08

LOCO


Alguien le contó la historia alguna vez. “Sólo a los locos se les vestía de blanco”. Por eso vistieron así a Jesús. Blanco de la inocencia. Silencio blanco de la locura. Herodes condenando a todo un Dios a sentirse loco. Bendita condición...
Desde muy pequeño había decido hacerse cofrade de aquella locura. Quizás desde su nacimiento. Ya lo decía el refrán de sus mayores:“Todos nacemos locos. Algunos siguen siéndolo toda la vida...” Unos mayores que también le juraron haber visto al Dios de San Lorenzo vestido de blanco. Debió ser a principios del siglo en el que nació. Su Dios tiznao, el dios de los carboneros como él, vestido de blanco inmaculado. La noche y el día. Los contrastes de su ciudad. Nunca supo si aquella historia del Gran Poder vestido de blanco era una realidad o una fantasía de los que se llamaban cuerdos. A él le daba igual. Hacía tiempo que había decidido que su mal no tenía cura. “Dice el refrán que el mal que no tiene cura, es locura”. Así era la vida que él había decido abrazar, el rito y la regla de una forma de ser que transformaría su entorno. La fantasía y la ilusión. Con su cara tiznada y la de su mujer hacía diariamente las estaciones desde San Julián a San Martín. Junto a la memoria de la vieja iglesia y junto a la memoria de las putas tistes de sus vecinas. Allí llegaba diariamente la locura del viejo carbonero. Fantasía y alegrías que transmitir al viejo barrio de la Divina Enfermera. La alegría detrás de un mostrador. Una España en sepia y del negro del carbón del mejor cisco y del mejor picón. Póngame tres kilos y la ilusión por un mundo mejor... Vivir en la locura de la esperanza., que “quien vive sin locura, no es tan cuerdo como parece”.
Así de loco estaba Luis el carbonero, personaje de la historia apócrifa de la ciudad. Como una cartela barroca. Llena de profundidad. Historias de un muchacho que conoció al doctor Vallina dando un mitin en la Alameda y del que aprendió una idea: ¿Qué se puede esperar de un pueblo que empeña hasta los calzoncillos para poder pagar los toros?. Ideas combativas en la Sevilla de la República. La República que defendía nuestro carbonero. Aunque, como tantos otros, combatiera en el lado de la España que le tocó. En esa España se contuvo cuando veía los resultados de una guerra que tanta amargura y tanta hambre sembró. Hambre que nuestro carbonero intentó arreglar jugando a Robin Hood, robando pan para dárselo a los pobres de una Sevilla de corrales de vecinos.
Decía Luisito que en su carbonería mataron a un hombre por celos. En ello contaba que tuvo algo que ver el dueño de un avioncito de madera que colgaba sobre el mostrador, un lugar lleno de espejos para controlar a los clientes. Unos clientes que pagaban un día sí pero otro no. Y para todos tenía el carbonero una sonrisa, una broma, un chiste. Uno de sus clientes fue alcalde de la ciudad, marqués de Contadero por más señas. Y el carbonero, en su afán de limpieza, le arrojó en una ocasión un cubo de agua que le obligó a cambiar de traje. Pero todo fueron sonrisas. Se trataba de Luisito, el carbonero de San Martín. El mayor embustero de la ciudad.
Durante décadas, junto a Reyes, la mujer de su vida, fueron dos pinturas negras cargadas de ternura que hacían el camino diario a su barrio de San Julián. Y aunque el negro carbón tiñera ya sus canas, Luisito el carbonero siguió llenando de fantasías la mente de sus nietos: que una de sus heridas era por haber sido torero, que le hicieron un consejo de guerra, que en la carbonería había un tesoro oculto...El paso del tiempo hizo que el cisco, el carbón y el petróleo pasaran a la historia. Y la carbonería cerró. Pero no cerró su locura. Ni olvidó al Carbonero que le abastecía. Era su mejor proveedor. Tenía una cita con él todos los viernes. Quizás se hablaran de igual a igual, de cara tizná a cara tizná. Un diálogo entre aquellos que saben oír detrás de un mostrador. Peticiones y oraciones. La cara negra pero siempre de punta en blanco. Como aquella túnica con la que el carbonero imaginaba a su colega de San Lorenzo. Sería Díos, pero sobre todo tenía cara de buena persona...
Y como “quien con locura nace, con locura yace" , el viejo carbonero tuvo la ocurrencia de hacer una visita definitiva al divino cisquero. Ni siquiera esperó a que fuera viernes. Se preocupó de dejar los deberes bien hechos. Antes de que una restauración le mostrara otro rostro se fue a verlo en persona. Dios frente a frente. No le sorprendió. Era el Carbonero de San Lorenzo con su túnica blanca. La túnica de la locura. Rostro negro y un corazón tan blanco. Allí le contaría la primera gracia...
“El amor es la sabiduría de los locos y la locura de los sabios”. Podría ser el lema de una cofradía. Quizás ya exista. Muchos hace tiempo que juramos sus reglas. Las escribió un viejo carbonero de San Martín....

8 comentarios:

Rascaviejas dijo...

Un loco que se viste de aguaó merece que le dediquen esta historia...

el_camarlengo dijo...

Un tal Agustín de Hipona, pendenciero y Padre de la Iglesia, dijo que la medida del amor es amar sin medida. Y un tal Saulo de Tarso, que el amor no pasa nunca. Quemamos el carbón buscando el calor del fuego mientras que el Divino Cisquero, en un rinconcillo de San Lorenzo (que lo mataron a la parrilla) desprende el calor más humano que podamos encontrar.

El blanco es locura, pero también pureza, de raza y estirpe. Nadie como Él para vestirse así.

el aguaó dijo...

Y este loco, con sus cántaros a cuestas, se ha emocionado al leer la historia, pero sobre todo, al leer la dedicatoria. Este loco de jubón roto y cinturón de esparto, le agradece a voacé el detalle.

Precioso texto, magnífica historia. Y yo sigo pensando, una y otra vez, como se reproduce tu genialidad sin límite alguno.

Mil gracias amigo. Pues no hay locura tan sana como la tuya.

Un fortísimo abrazo.

soydesevilla dijo...

Entrañable historia querido rascaviejas, tuve la gran suerte de conocer al viejo carbonero de San Martin. Persona de muchas palabras, pero tambien de gran corazon. Un fuerte abrazo.

Zapateiro dijo...

Preciosa historia. Preciosa foto.

Siga así, siga enseñándonos a muchos las mil historias de personajes que han ido formando Sevilla.

Y siga enseñándole a muchos que en esta bendita Semana Santa hay cabida para todos; locos y cuerdos; blancos y negros; hombres y mujeres; republicanos y monárquicos; oyentes y sordos; mudos y cotorras, barrios y centro; ricos y pobres.

Muchos no se enteran.

Un saludo y gracias por todo lo que nos enseña.

J. Iván Martín dijo...

Precioso historia y preciosa foto amigo Rascaviejas...

Sigue enseñandonos las historias de esta querida ciudad como solo tu sabes, de forma clara y sencilla...

Un abrazo.

Moe de Triana dijo...

Preciosa la historia miarma, suelo entrar por aquí, pero hasta hoy no me he arrancado a escribir.

Enhorabuena por el bló que está pa pasarse las horas muertas leyendo, muchas gracias.

¡Un saludasso rascaviejas!

Rascaviejas dijo...

Sea usted bienvenido