“Julio César me cercó de muros y torres altas y el rey santo me ganó, con Garci Pérez de Vargas”. Este es el final de un mal poema que suele pasar desapercibido cuando pasamos ante una lápida en la Puerta de Jerez. Es el mismo Julio César que vemos en el arquillo del Ayuntamiento, con buena planta, con su corona de laurel y su aire de dios clásico. Pero, ¿qué hace aquí un general romano que tanto trabajo dio a los estudiantes de latín de hace algunos años? Algo podemos recordar de él.
Cayo Julio César nació en Roma, dicen algunos biógrafos que tal día como hoy del 101 antes de Cristo, en una familia patricia muy ilustre, la Julia. No sabemos desde cuándo su familia usaba el apodo de César, aunque algún historiador explica que el origen está en un antepasado que había matado a un elefante, caesar, en las guerras contra Cartago. Nos importa poco. La cuestión es que César llegó a ser uno los más grandes políticos de Roma. Muy discutido. Muy polifacético: historiador, político, dictador, militar... Todo ello en los escasos 36 años que vivió hasta que fue asesinado por Bruto, su hijo adoptivo.
En su intensa vida, participó en numerosas campañas que lo llevaron a Britania, a las Galias, a África, a Asia... y a Sevilla. Su relación con nuestra ciudad fue, más que compleja, ciertamente difícil.
Los historiadores recuerdan cómo Julio César le dio a nuestra ciudad sus títulos: Colonia Iulia Rómula Híspalis. Para entendernos, una ciudad con nombres y apellidos. Pero, las cosas de los malos hijos: Sevilla, o sea Híspalis, le dio la espalda a Julio César. En medio de las luchas por el poder, los hispalenses apoyaron a Pompeyo frente a César. Nuestro protagonista acabó entrando en la ciudad con la cabeza de Gneo Pompeyo en las manos. A esos primeros sevillanos les dirigió estas palabras: “Vuestro odio a la paz ha sido siempre tal, que nunca han podido ser retiradas de esta provincia las legiones romanas. Para vosotros los beneficios son injurias y las injurias beneficios. ¿No veíais que aun muerto yo le quedaban al pueblo romano diez legiones con las que podía incluso asaltar los cielos?”. Duras palabras para el sevillano de la época en boca de César. Recordando esto me parece a mí que César fue el iniciador de algo tan extendido como la crítica al sevillano. Quizás con razón. Quién sabe... La cuestión es que la ciudad lo tiene en su memoria, le puso una calle y lo subió a una columna de piedra en la Alameda. Allí lleva más de cuatrocientos años. Ya no da discursos. Sólo mira a su pareja de hecho, Hércules. Éste también era extranjero, pero le gustó más la ciudad...
Viendo el garrote del Hércules de la Alameda comprendo por qué César lleva tantos siglos calladito...
Cayo Julio César nació en Roma, dicen algunos biógrafos que tal día como hoy del 101 antes de Cristo, en una familia patricia muy ilustre, la Julia. No sabemos desde cuándo su familia usaba el apodo de César, aunque algún historiador explica que el origen está en un antepasado que había matado a un elefante, caesar, en las guerras contra Cartago. Nos importa poco. La cuestión es que César llegó a ser uno los más grandes políticos de Roma. Muy discutido. Muy polifacético: historiador, político, dictador, militar... Todo ello en los escasos 36 años que vivió hasta que fue asesinado por Bruto, su hijo adoptivo.
En su intensa vida, participó en numerosas campañas que lo llevaron a Britania, a las Galias, a África, a Asia... y a Sevilla. Su relación con nuestra ciudad fue, más que compleja, ciertamente difícil.
Los historiadores recuerdan cómo Julio César le dio a nuestra ciudad sus títulos: Colonia Iulia Rómula Híspalis. Para entendernos, una ciudad con nombres y apellidos. Pero, las cosas de los malos hijos: Sevilla, o sea Híspalis, le dio la espalda a Julio César. En medio de las luchas por el poder, los hispalenses apoyaron a Pompeyo frente a César. Nuestro protagonista acabó entrando en la ciudad con la cabeza de Gneo Pompeyo en las manos. A esos primeros sevillanos les dirigió estas palabras: “Vuestro odio a la paz ha sido siempre tal, que nunca han podido ser retiradas de esta provincia las legiones romanas. Para vosotros los beneficios son injurias y las injurias beneficios. ¿No veíais que aun muerto yo le quedaban al pueblo romano diez legiones con las que podía incluso asaltar los cielos?”. Duras palabras para el sevillano de la época en boca de César. Recordando esto me parece a mí que César fue el iniciador de algo tan extendido como la crítica al sevillano. Quizás con razón. Quién sabe... La cuestión es que la ciudad lo tiene en su memoria, le puso una calle y lo subió a una columna de piedra en la Alameda. Allí lleva más de cuatrocientos años. Ya no da discursos. Sólo mira a su pareja de hecho, Hércules. Éste también era extranjero, pero le gustó más la ciudad...
Viendo el garrote del Hércules de la Alameda comprendo por qué César lleva tantos siglos calladito...
4 comentarios:
HÉRCULES: Para vosotros los beneficios son injurias y las injurias beneficios...
peaso epitafio que le dió usted a Monteseirín...
TRAJANO: ¡¡¡mmmmmmh!!!... ¡¡¡mmMMmm!!!
HÉRCULES:¡Tranquilo Don Marco Ulpio!... ¡¡tranquilo!!... tranquilo... ¡¡¡cálmese joé... ya!!!...
TRAJANO: ¡¡¡mmm-MMM-mmmh-sujetarme!!!...
¡Yo también recibí este mensaje/a para ser fan/a de Napoleón! (le pettite cabrón lo llamó Pérez-Reverte en Trafalgar)
En lo que nos ocupa, cada vez ando mas convencida de que la historia se repite una y otra vez, una y otra y… ¡no podremos salir jamás de ese círculo!
Kisses
P.S. Siento haberme perdido media con york y aceite; y su cafelito claro… fuerzas mayores…
Consintió que se llevaran la Pila del Pato...
Luego con la de bares que ha tenío siempre a sus pies y no ha bajao a tomarse una copita.
tambien hay que ver la de prostiputas que se han dejao caer en su columna de marmo y que se han marchado sin llevarse un piropillo suyo...
Y durante las obras, ni un ojito a la mescla...
Por todas estas cosas y algunas más...
Julio Cesar, ¡¡SIESO!!
Hoy estuve en La Alameda despues de 3 meses en la carcel Sevilla II en Alcala de Guadaira y erán 3 mese sin estar cón una mujer y me fuí a la c/Mata y me fui cón una maciza putarrona y por 30 euros la eché un polvo en pompa a la jamona qué fué un gustazo.
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