Vanidad de altura. Alardeaban de haberlo hecho en los lugares elevados más conocidos del mundo: del Empire State a la Torre de Londres, desde las desaparecidas torres gemelas a más de un campanile italiano habitualmente atestado de turistas de ojos rasgados. Actos tatuados en sus pieles como muescas de un fusil. Amor por la altura y por la vista, por las sensaciones y por los peligros. Cuando cayeron en la cuenta de que la vieja torre almohade faltaba en su lista se pusieron manos a la obra. Estudiado el lugar, fue encontrada la forma de camuflarse tras el cierre al turismo. No les cabía duda: las rampas empinadas del camino eran el mejor de los presentimientos. Los rincones inexplorados del monumento todo un canto a lo desconocido. La conjunción de los ladrillos mudéjares y de la piedra del Renacimiento todo un alegato a favor de los contrastes y de los placeres diferentes. Y la caída de la tarde era el mejor de los decorados posibles. Cuatro caras para cuatro mil posturas del mejor kamasutra sevillano. Mirando al Aljarafe fue desnudado, tocado, masajeado, lamido y succionado un enorme miembro viril. Cual Diablo Cojuelo, mirando a la viejas torres del Alcázar, quedaron al aire unos pechos enhiestos y unas caderas poderosas, fue abierto un sujetador y fueron casi arrancadas unas breves braguitas que apenas opusieron resistencia. Viejos vencejos viajeros creyeron oír unos placenteros jadeos procedentes de una hembra que dejaba acariciar sus labios más profundos mientras la humedad más sensual parecía impregnar hasta el último rincón del viejo campanario. Mirando al Sur, hacia ríos y puentes elevados, unos pechos fueron apretados contra una reja a la que se asían unas manos. Al unísono, unas poderosas embestidas recordaban a dos torneadas piernas que no debían separarse mientras una poderosa verga se abría paso una y otra vez por la húmeda cavidad. Viejas máscaras de piedra talladas parecían no dar crédito a lo que veían. Mirando al Norte, todos los poros de un cuerpo se concentraban en cada rítmica cabalgadura sobre el badajo humano que la hacía gozar, gemir, sentir, gritar, reír, llorar y pregonar a los cuatro puntos cardinales la llegada del orgasmo más placentero que conoció la especie humana. Era toda una humedad desnuda sobre las húmedas piedras, y con el más alto de los campanarios en lo más profundo de su sexo. Momento de placer por la altura, en la altura y por las alturas... Lo nunca sentido ni visto...
A la mañana siguiente una limpiadora se sorprendía al encontrar ropa interior femenina en los suelos de la vieja torre. También se sorprendieron los parroquianos que habían creído escuchar un prolongado repique de campanas en horario poco habitual. Poco sorprendió en la Alameda que una hermosa joven se tatuara en zona muy privada algo así como TURRIS FORTÍSSIMA...
A la mañana siguiente una limpiadora se sorprendía al encontrar ropa interior femenina en los suelos de la vieja torre. También se sorprendieron los parroquianos que habían creído escuchar un prolongado repique de campanas en horario poco habitual. Poco sorprendió en la Alameda que una hermosa joven se tatuara en zona muy privada algo así como TURRIS FORTÍSSIMA...
(Pequeño homenaje a Andrés Pérez Domínguez, reciente ganador del premio Ateneo de novela)
9 comentarios:
Desde luego hay gente con buen gusto.
dignas de orgasmos de altura
No iba a variar ná el relato dentro de unos años desde la torre Pelli... Eso sí, el relato, y no só,lo por su contexto, es de una gran altura.
Pues en la Torre Pelli tampoco quedaría mal, la verdad.
Un abrazo y muchas gracias, señor Roldán
Eso no tiene mérito.
Mérito hacerlo en un 600 en el descampado de la feria en agosto a las cuatro de la tarde
ÉL: la conjunción de los ladrillos mudéjares y de la piedra del Renacimiento... esta brisa orientalizante me ha dado ganas de hacerlo a lo chino japonés...
ELLA: miedo me está dando...
ÉL: estaba pensando que te podías poner en pompa agarrá a la fuente de la plaza...
¿tú crees que desde aquí podría hacerte el salto del tigre?...
ELLA: sí, claro... tú lo que quiere e... como está tan arto... ¡esquivorcarte de sitio!... yo esas guarrerías no las hago, a mí cosas naturales ná má... por ahí nada... yo, normalita...
ÉL: (qué lista es la joía...)
¡Oh!
No sabía yo que aparte de las Lágrimas de San Pedro, se lanzaran desde la Giralda al aire de la ciudad los gemidos de Mariloli...
¿Le apetecería al Giraldillo un ménage à trois?
Saludasso gordo miarma.
¿Dónde hay que firmar? eso sí que es toda una fantasía sexual.
Tengo que leer al Sr. Pérez Domínguez, me llaman voces internas...
Léalo, que es opción muy recomendable desde "La clave Pinner" (perfecta ambientación de la Sevilla de los 40) hasta "El Factor Einstein" (por cierto, ahora a 5 euretes en el Corteinglé, "El síndrome Mowgli" (que se lee solo) o la recopilación de cuentos titulada "El centro de la tierra". (creo que me voy a convertir en agente editorial...)
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