10.1.07

10 DE ENERO. LA REGLA


Dicen algunos que aquel 10 de enero de 1664 murió don Juan Tenorio. En cierto modo es verdad. No sabemos si Don Juan existió pero conocemos el cambio que se produjo en el Tenorio de la Sevilla de aquella época: Don Miguel de Mañara y Vicentelo Vázquez de Leca. Dicen que fue un vividor, un niñato con dinero de su época: juergas, amoríos, mujeres, juegos... Vivía en un palacio heredado de sus padres en plena judería, con unos mármoles en su portada que eran la envidia de la ciudad. Pero todo acabó aquel frío día de enero, en una sala del Hospital de la Caridad, aquel lugar donde enterraban a los que tenían nada o a los que se ahogaban en el río. Pero a Miguel de Mañara aquello le parecía poco: en Sevilla había muchas más necesidades. Por eso revolucionó aquella hermandad.
Don Miguel apareció en aquella sala vestido de negro, con el escudo de Calatrava en su hombro y con un aire de iluminado. Delante de una mesa cubierta con un terciopelo negro y con una cruz sobre un corazón ardiente pidió silencio a los asistentes. Un enfermero de la hermandad le ayudó. Cuando el silencio se hizo en la sala, Mañara comenzó a leer los nuevos objetivos de la hermandad “ Nos los hermanos de la Santa Caridad, al ver que muchos de los pobres que enterramos mueren por no tener donde recogerse en el invierno y, movidos nuestros corazones a lástima de ver padecer a nuestros hermanos, disponemos y determinamos que se haga un hospicio para que , ya que no tienen lo que nuestro amor les desea, gocen siquiera e lo preciso y necesario para pasar la vida” Aquello suponía un cambio radical en la hermandad. En la sala hubo susurros y quizá alguna queja. Pero Mañara volvió a dirigirse a los hermanos, con unas palabras que impactaron a los presente: “Recordad hombres, que polvo sois y en polvo os convertiréis. Es la primera verdad que ha de reinar en vuestros corazones: polvo y ceniza, corrupción y gusanos, sepulcro y olvido. ¿Qué importa hermanos que seáis grandes en el mundo si la muerte os ha de igualar con los pequeños?”. La frase resonó en el frío del ambiente. Y ya nada fue igual. Desde aquel día los hermanos de la Santa Caridad atendieron a los pobres de una ciudad que vivía momentos de miseria. El propio Mañara salía a recoger a los pobres personalmente, primero les besaba las manos, luego los cogía en brazos, después les curaba las llagas y les llevaba los pies. Todo desde aquel discurso. Y así hasta su muerte.
Aquel 10 de enero quizás murió don Juan pero nació la Caridad con los pobres que vivían en la calle. Cuatro siglos después no sabemos si existe don Juan, pero sigue habiendo pobres en la calle o en los cajeros de banco pasando frío. Y muchos temen que cualquier niño de papá de nuestros días quizás se entretenga metiéndoles fuego...

2 comentarios:

Reyes dijo...

¿Será cierta la anécdota de sus rosas?
¿Qué pasaría por su mente para semejante cambio?
Cada vez que leo su blog, me gusta más, aprendo muchísismo.

Rascaviejas dijo...

No sabemos si fue cierta, pero la leyenda suele ser más bella que la simple realidad.