16.1.07

16 DE ENERO. CARTUJOS


- “Hermano, morir tenemos.
- Ya lo sabemos.”

Estas fueron las únicas palabras que se oyeron aquel día. Hasta la noche, aquellos cuatro frailes no volvieron a hablar. Tenían que poner en funcionamiento su nueva casa, la casa de los Cartujos en Sevilla.
16 de enero de 1400. Vestidos de blanco y en silencio absoluto se establecían los cartujos en Sevilla. Hubo quien los conoció como los “tres Juanes”: Juan Carrillo, Juan Madrigal y Juan de Soria. Junto a Fray Toribio de Madrigal llegaron muy temprano a aquella pequeña isla. El lugar les gustó. Aislado y silencioso. Mucho mejor que aquel castillo de San Juan de Aznalfarache, el lugar del que venían. Alguien les comentó aquel día que aquella pequeña capilla estaba rodeada de cuevas y que la humedad era un problema de la isla. A los frailes no les importó. Venían de tierras del Norte, del Paular de Segovia y allí sí que hacía frío. Por eso aquel día se sintieron cuatro hombres felices.
El protocolo de entrega fue rápido. La ciudad no estaba para grandes fiestas: todavía se enterraban muertos de la gran epidemia de peste del año anterior. El arzobispo Gonzalo de Mena, presidió una ceremonia sencilla. De aquella isla se marchaban varios hermanos franciscanos con destino a San Juan de Aznalfarache. El fundador de la hermandad de los Negros les agradeció a todos su colaboración en el acuerdo. Se iba la austeridad franciscana y llegaba el silencio cartujo. Silencio Blanco para la isla de las Cuevas.
Como recuerdo, los frailes franciscanos entregaron a los cartujos la imagen de una Virgen. Les contaron una leyenda antigua contaba que se había aparecido de forma milagrosa en aquellas cuevas. Alguno de los cartujos no pudo contener la emoción y, aunque con escasa palabras, agradecieron aquella imagen que titularían como Santa María de las Cuevas. Se iniciaba un largo día. Se iniciaba una larga historia. No sabían aquellos frailes que aquel sería un monasterio importante: allí pintaría Zurbarán y allí haría imágenes Juan de Mesa, allí se enterraría un tal Cristóbal Colón y allí entrarían los franceses, allí se harían piezas de loza y allí habría una exposición universal. Nada de eso imaginaron aquellos cartujos aquel día. Se iniciaba un día de silencios blancos, algo que cinco siglos más tarde sería otra cosa...
Ora et labora. Al terminar aquel día de enero de 1400 los blancos muros volvieron a escuchar una única letanía. La letanía de los cartujos:
- “Hermano, morir tenemos.
- Ya lo sabemos...”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una recomendación: la película "El gran silencio". Todo un documental actual sobre la vida de los cartujos de Grenoble. Nada que ver con el cine ni con el mundo de nuestro tiempo.