No
suele ser muy conocido, pero hoy es uno de esos días que abren la urna de San
Fernando. No es festivo, pero has aprovechado para ver los huesos de un santo
de verdad, con su corona y su cetro, con su manto de armiño, con su mandíbula
marcada, con su urna de plata. Este año te has fijado en esa tumba. Te ha
parecido espectacular. La tumba de un rey y la tumba de un santo. Y alguien te
ha contado algo sobre su autor, el orfebre Juan Laureano de Pina.
Te han dicho que fue un orfebre que
había nacido en Jerez, allá por el año 1630, y que vivió allí hasta los 40
años, momento en el que se trasladó a Sevilla. Sobre su vida se sabe poco.
Normal, esas cosas no interesaban antes. Ya sabes que se casó en 1660 y que
tuvo tres hijas que se casaron todas en nuestra ciudad. Las cosas de la época.
Enviudó y volvió a casarse cinco años después.
Juan Laureano vivió en la collación de
Santa María, es decir, cerca de la catedral. Para la Magna Hispalensis hizo algunas de sus mejores obras: el altar de
plata, el busto de algún santo y sobre todo la gran tumba de San Fernando. La
has mirado allí, en la capilla real, y no te has cansado de encontrar detalles:
santos de Sevilla, la Virgen
de Valme, castillos y leones, santa Elena, tulipanes, jeroglíficos,
balaustres... Todo te pareció muy barroco. Pero cuando te han contado la
historia de la urna te sorprendió todavía más. Juan Laureano recibió el encargo
en 1671 y la terminó 34 años más tarde. Un trabajo que comenzó a ser pagado por
un rey, Carlos II, y que terminó de pagar el rey de la nueva casa de Borbón, Felipe
V. Una obra de las de antes, sí señor.
Has pensado que Juan Laureano debería ser más conocido. Eso pensabas
mientras leías unas letras en la tumba de San Fernando: “De este cetro y esta espada hago escala en el suelo por donde subir al
cielo”.
Ya sabes que cuando Juan Laureano murió
en 1723 estaba en mala situación económica. Una pena. Unos de los mejores
plateros de su época moría con 93 años y casi no recordaba el nombre de sus
hijas. Un platero que no sólo hizo la tumba del rey santo. También se conservan
obras suyas en Jerez, en Guillena, en Morón y en Jerusalén. Sí, en Jerusalén.
En su buena época, Juan Laureano de Pina mandó algunas obras a Tierra Santa.
Curiosamente el sagrario de la iglesia del Santo Sepulcro es una obra suya.
Tiene otras. Todavía guardan su firma. Porque Juan firmaba sus obras como El hispalense, es decir, el sevillano. No tienes duda. En estos
tiempos, en que defender lo sevillano suena a casposo, a retrógrado, a carca y a ombliguismo, ha aumentado tu
admiración hacia el viejo platero barroco...
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