Pintar
la Giralda de
verde. Con este llamativo título leíste un día un interesante
artículo sobre el proyecto de la Encarnación.
El título llamaba la atención sobre lo que podría suponer el
proyecto ganador del famoso concurso de ideas sobre la urbanización de la
plaza. El artículo no tenía desperdicio, sobre todo recordado desde ahora. Insistía en el impacto visual que
podían producir las setas comparándolas con una Giralda verde. Una Giralda
pintada de colores. ¡Quién lo diría...! Pero es que la Giralda estuvo pintada y
tuvo colores... muchos colores.
Podemos recordar algo sobre su
construcción. Es conocido que la
Giralda es el alminar, la torre de la antigua mezquita mayor
desde la cual el muecín llamaba a la oración en la antigua Isbilia, la Sevilla musulmana. Su
construcción se dio por terminada en 1198 con la colocación de cuatro manzanas
doradas que duraron hasta 1356, año en el que un terremoto las hizo caer.
En el siglo XVI se emprendió una completa
renovación de la torre. A los canónigos se les ocurrió añadir un campanario
renacentista sobre una torre musulmana. Algo atrevido. Imagínense que hoy le
añadimos un cuerpo de cristal y acero a la torre del Oro. ¿Estaríamos a favor o
en contra? La cuestión es que el arquitecto Hernán Ruiz acometió una obra que
culminó con rotundo éxito, intervención integradora que diríamos hoy... Fue en
1565. Para unificar el conjunto se decidió revocar la torre. Es decir, pintarla
de color. El 12 de agosto de ese año se pagó el enlucido. Para hacernos una idea
del resultado podríamos fijarnos en un cuadro de Miguel de Esquivel que se
conserva en la catedral. Representa a las Santas Justa y Rufina y sirve como
fotografía de la época. La
Giralda se pintó en color almagra, en color rojo, con la
imitación de un aparejo de ladrillos en color blanco. Este color era el más
empleado en una ciudad que todavía lo conserva en muchos edificios
emblemáticos: el Arzobispado, San Telmo, la iglesia de San Luis, la de San
Ildefonso... Conocemos los pagos que el cabildo Catedral hizo a un tal Pedro
Fernández y a Diego Fernández por una mezcla de almagra, vinagre y cal que se
empleó en el enlucido. Pero no sólo eso. Antón Pérez doró algunos de los
remates del cuerpo de campanas y Roque Fernández colocó más de trescientos
azulejos negros que se siguen conservando en la actualidad. Para completar la
obra, se decoraron los frentes de la torre con más de setenta cuadros, es
decir, pinturas murales, una obra del pintor Luis de Vargas que tuvo la
colaboración de su criado y de un oficial flamenco. San Isidoro, San Leandro,
los Evangelistas, Santa Justa y Rufina, numerosos santos... Todos ellos
aparecían en estas pinturas murales que todavía se conservaban en el siglo XIX
y que podemos ver en antiguas fotos. Resumiendo. La Giralda tuvo color más de
trescientos años. Un color rojizo. Y muchos colores más.
Lo cual confirma un hecho. Los
arquitectos contemporáneos que pretenden sorprender deberían recordar esa
Giralda de colores y comprender que en estos tiempos no hay nada nuevo bajo el sol.
1 comentario:
Aquí hay una foto del Cuadro de Miguel de Esquivel http://commons.wikimedia.org/wiki/File:SantaJustayRufina.JPG
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