Hay alguien que dijo una vez: “Todos
nacemos locos. Y algunos siguen siéndolo toda la vida”. Hace casi quinientos
años llegó a Sevilla una loca de las de antes. De las que creían en algo
firmemente. De las empeñaban su vida por sus ideas. Se llamaba Teresa, Teresa
Enríquez. Era hija de don Alonso Enríquez, almirante de Castilla, y prima del
rey Fernando V de Aragón. Enviudó en 1503, cuando murió su esposo, el
comendador mayor de León. En ese momento Teresa Enríquez decidió cambiar de
vida. Destinó su dinero a hermandades y fundaciones y se dedicó a su gran
devoción: el culto a la eucaristía.
Teresa llegó a Sevilla en 1511. Ya cargaba
con el título de la Loca, la loca del Santísimo Sacramento. Pero el
apodo no se lo había puesto la típica compañera bromista ni el vecino
graciosillo. Lo de loca se lo había puesto nada menos que el Papa Julio II, el
Papa que encargó a Miguel Ángel la tumba más famosa de la época. Por la bula Pastor Aeternis de 21 de agosto de 1508
reconoció su labor. Y es que Teresa se había ganado el apodo. Cuentan que en su
adoración por la eucaristía creó la primera hermandad sacramental en Roma, la
de San Lorenzo in Dámaso. Por una revelación, hizo que esta hermandad llevara
la comunión a los enfermos de la forma más digna posible, con velas, con
acompañantes, con palio de lujo, con cálices apropiados para trasladar a Dios
Sacramentado. Una devoción que trajo a Sevilla. Llegó a nuestra ciudad
acompañando a Fernando el Católico, que en esos años se había vuelto a casar.
En Sevilla presenció las fiestas del Corpus. Y en Sevilla fomentó que se
fundaran la primeras cofradías sacramentales, las que rendían culto a la eucaristía.
Durante el siglo XVI se fundaron en Sevilla muchas de estas hermandades: San
Vicente, San Lorenzo, El Salvador, San Julián, El Sagrario, Santa Lucía, Omnium
Sanctorum, Santa Ana... Cuando dejó Sevilla, en el año 1529, quedó Teresa
Enríquez muy contenta de la labor realizada y muy satisfecha con la devoción
que los sevillanos le tenían a la eucaristía. Sin duda, su locura se había
contagiado y era rara la parroquia que no tenía su hermandad sacramental. La loca del Santísimo Sacramento había
conseguido su objetivo.
La bula que el papa concedió a Teresa
Enríquez perdonaba todos los pecados a aquel que asistiera a la procesión del
Corpus. Curioso. Un año le pregunté a mis alumnos de la ESO si habían asistido
alguna vez esta procesión. La respuesta fue clara: nadie. Pocos pecados que
perdonar... Me acordé de Teresa Enríquez. Y pensé que nos iría mejor si hubiera
más locos de los de antes y menos ignorantes de los de hoy en día...
1 comentario:
Great!
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