Entraste en mi casa sin pedir permiso.
Bueno, el justo que te concedieron los cobardes que te dejaron pasar firmando
acuerdos de vergüenza. Francés, cuando eso significaba ideales de igualdad, legalidad y fraternidad. Lo
entendiste como te dio la gana: igualdad para los ladrones de tus soldados,
legalidad para los demás y fraternidad no se sabe para quién...
Te tuve que aguantar dos largos años
haciendo lo que te dio la gana. A ti, maldito mariscal y a todos los que te
acompañaban. Gritaré a los cielos y a la historia tu maldito nombre: Nicolás
Juan de Dios. Y tu maldito apellido: Soult. Que el mundo sepa que habías nacido
en Saint Amans la Bastide me importa bien poco. Pero que no se olvide que me
robaste y me expoliaste, tú y los tuyos, y que lo consintieron los míos y
muchos de los que vendrían después. Quizás en esto no haya banderas. Creo que
más daño me hicieron los que decían que actuaban por mi bien...
Pero quizás fuiste tú, maldito gabacho,
el que comenzó todo. Elegiste como tu casa una de las mejores de Sevilla, nada
menos que el palacio Arzobispal. ¡Valiente trono para tan indigna posadera! Así
te dieran... Dicen que el vino corría en las fiestas de borrachos franceses que
ofrecías en sus salones. Hijos de la grandeur....
Alguien contó que incluso el vino salía de los surtidores de las fuentes.
Pobres angelitos barrocos, lo que tuvieron que ver. A esas fiestas invitabas a
toda tu camarilla, hasta al usurpador ese de los cojones que nos mandó el Napoleoncito...Toma
hermanito. Aficionado a la botella. A Sevilla, la tierra de Jauja... Le hiciste
una fiestita de las tuyas en el palacio y le pediste a los canónigos que te
dieran doseles, blandones y alfombras para decorarlo todo. Un poco más y te dan
a la Virgen de los Reyes... Lamentaron no darte lámparas... porque la catedral
no las tiene. Hay ladrones y cómplices...
Aunque lo peor, sin duda, fue lo del
arte. Me destripaste por dentro. Murillos por toda Europa son la prueba del
delito. Una obra maestra era La Natividad
de la Virgen que te llevaste de la catedral. Igual de espectacular era la Inmaculada que robaste de los
Venerables. Incluso en algunos libros la llaman con tu nombre. Qué asco de
mundo, el nombre del ladrón para la Madre de Dios. Y podría seguir contando.
Cientos de obras de arte perdidas para siempre. Que las disfruten otros...
Menos mal que la pesadilla acabó un día como hoy de 1812. Tuviste que salir
corriendo y te dejaste atrás parte de tus robos. Unos mil cuadros. Todavía me
sangran las heridas. Las tuyas, las de tus cómplices y las de los silencios
rastreros sevillanos de los que nunca se escribe. La ciudad de los silencios...
No olvidaré la fecha de tu huida.
Puente de la plata que no pudiste robar. El alma ya se me murió. Que te vayan
dando...
1 comentario:
Plenamente justificado el término: memoria colectiva. Y es que hay heridas, querido amigo, que nunca se cierran. Enhorabuena por el tono. Un saludo.
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