21.8.13

LA LOCA



         Hay alguien que dijo una vez: “Todos nacemos locos. Y algunos siguen siéndolo toda la vida”. Hace casi quinientos años llegó a Sevilla una loca de las de antes. De las que creían en algo firmemente. De las empeñaban su vida por sus ideas. Se llamaba Teresa, Teresa Enríquez. Era hija de don Alonso Enríquez, almirante de Castilla, y prima del rey Fernando V de Aragón. Enviudó en 1503, cuando murió su esposo, el comendador mayor de León. En ese momento Teresa Enríquez decidió cambiar de vida. Destinó su dinero a hermandades y fundaciones y se dedicó a su gran devoción: el culto a la eucaristía.
         Teresa llegó a Sevilla en 1511. Ya cargaba con el título de la Loca, la loca del Santísimo Sacramento. Pero el apodo no se lo había puesto la típica compañera bromista ni el vecino graciosillo. Lo de loca se lo había puesto nada menos que el Papa Julio II, el Papa que encargó a Miguel Ángel la tumba más famosa de la época. Por la bula Pastor Aeternis de 21 de agosto de 1508 reconoció su labor. Y es que Teresa se había ganado el apodo. Cuentan que en su adoración por la eucaristía creó la primera hermandad sacramental en Roma, la de San Lorenzo in Dámaso. Por una revelación, hizo que esta hermandad llevara la comunión a los enfermos de la forma más digna posible, con velas, con acompañantes, con palio de lujo, con cálices apropiados para trasladar a Dios Sacramentado. Una devoción que trajo a Sevilla. Llegó a nuestra ciudad acompañando a Fernando el Católico, que en esos años se había vuelto a casar. En Sevilla presenció las fiestas del Corpus. Y en Sevilla fomentó que se fundaran la primeras cofradías sacramentales, las que rendían culto a la eucaristía. Durante el siglo XVI se fundaron en Sevilla muchas de estas hermandades: San Vicente, San Lorenzo, El Salvador, San Julián, El Sagrario, Santa Lucía, Omnium Sanctorum, Santa Ana... Cuando dejó Sevilla, en el año 1529, quedó Teresa Enríquez muy contenta de la labor realizada y muy satisfecha con la devoción que los sevillanos le tenían a la eucaristía. Sin duda, su locura se había contagiado y era rara la parroquia que no tenía su hermandad sacramental. La loca del Santísimo Sacramento había conseguido su objetivo.
         La bula que el papa concedió a Teresa Enríquez perdonaba todos los pecados a aquel que asistiera a la procesión del Corpus. Curioso. Un año le pregunté a mis alumnos de la ESO si habían asistido alguna vez esta procesión. La respuesta fue clara: nadie. Pocos pecados que perdonar... Me acordé de Teresa Enríquez. Y pensé que nos iría mejor si hubiera más locos de los de antes y menos ignorantes de los de hoy en día...