Se llamaba Regla Manjón y Mergelina, y había nacido en Sanlúcar de Barrameda allá por el año 1851. Vivió en Sevilla desde muy joven. Se casó, también muy joven, con Federico Sánchez Bedoya, que llegaría a ser con el tiempo vicepresidente del gobierno. Quedó viuda pronto, volcándose en su pasión: las antigüedades. Pero su nombre va unido a un lugar. Su casa en la calle Cuna: la Casa de la Condesa de Lebrija.
Entras allí y, entre columnas, azulejos y obras de arte, ves el mejor mosaico romano de la ciudad. Cierras los ojos y retrocedes en el tiempo. Y llegas a escuchar las palabras de Doña Regla:
“Tienen las casas fisonomía. Tienen las casas alma. Tienen algo indefinible, nacido de una idea o de un sentimiento. Tienen algunas el incomparable sello de una época. Casas hay que ríen. Otras que, como las cosas de que habla el poeta latino, tienen lágrimas...”.
Hablaba la condesa de una casa en la que volcó su vida. En su interior resuena el eco de sus palabras: “Mi casa es abreviado compendio donde toda mi vida se ha condensado. Ella es el relicario donde he guardado las venerables memorias de mis abuelos, los sagrados objetos de mis llorados muertos, las lujosas preseas de mi juventud, los fúnebres crespones de mi luto y los artísticos tesoros durante toda mi vida acumulados”.
Andas por sus habitaciones y pisas la Roma clásica: mosaicos, Dioses, emperadores, lucernarios, ánforas, columnas, esculturas... Tantas cosas que parece que la condesa no se dedicó a nada más. Pero su vida fue apasionante. Fue la primera mujer elegida como académica de Bellas Artes, formó parte desde 1922 de la Comisión Provincial de Monumentos y llegó a ser hija adoptiva y predilecta de la ciudad por sus labores caritativas. Junto a su pasión por la arqueología, doña Regla trabajó por los niños abandonados y participó en la Junta de la lucha antituberculosis. Andas por su palacio de la calle Cuna y aquello te parece un tiempo pasado. Recuerdas algo curioso. Cuando doña Regla quería un mosaico llegaba a comprar la finca donde estuviera para poder llevarlo a su casa y conservarlo. Incluso adaptaba la forma de la habitación a los mosaicos romanos.
Sales a la calle y te das cuenta de que vives en otro tiempo. Los incultos de ahora encuentran mosaicos en la Encarnación y se dedican a destrozarlos. En vez de cuidar los restos romanos, les colocan una grúa y máquinas pesadas encima. En vez de adaptar su casa, como Doña Regla, adaptan los restos de la historia a sus sueños de grandeza, a su cortedad mental.
En la calle Cuna moría la condesa un día como hoy de 1938. Allí está la historia tratada con mimo; en la plaza de la Encarnación la historia simplemente se destroza. Así nos va...
Entras allí y, entre columnas, azulejos y obras de arte, ves el mejor mosaico romano de la ciudad. Cierras los ojos y retrocedes en el tiempo. Y llegas a escuchar las palabras de Doña Regla:
“Tienen las casas fisonomía. Tienen las casas alma. Tienen algo indefinible, nacido de una idea o de un sentimiento. Tienen algunas el incomparable sello de una época. Casas hay que ríen. Otras que, como las cosas de que habla el poeta latino, tienen lágrimas...”.
Hablaba la condesa de una casa en la que volcó su vida. En su interior resuena el eco de sus palabras: “Mi casa es abreviado compendio donde toda mi vida se ha condensado. Ella es el relicario donde he guardado las venerables memorias de mis abuelos, los sagrados objetos de mis llorados muertos, las lujosas preseas de mi juventud, los fúnebres crespones de mi luto y los artísticos tesoros durante toda mi vida acumulados”.
Andas por sus habitaciones y pisas la Roma clásica: mosaicos, Dioses, emperadores, lucernarios, ánforas, columnas, esculturas... Tantas cosas que parece que la condesa no se dedicó a nada más. Pero su vida fue apasionante. Fue la primera mujer elegida como académica de Bellas Artes, formó parte desde 1922 de la Comisión Provincial de Monumentos y llegó a ser hija adoptiva y predilecta de la ciudad por sus labores caritativas. Junto a su pasión por la arqueología, doña Regla trabajó por los niños abandonados y participó en la Junta de la lucha antituberculosis. Andas por su palacio de la calle Cuna y aquello te parece un tiempo pasado. Recuerdas algo curioso. Cuando doña Regla quería un mosaico llegaba a comprar la finca donde estuviera para poder llevarlo a su casa y conservarlo. Incluso adaptaba la forma de la habitación a los mosaicos romanos.
Sales a la calle y te das cuenta de que vives en otro tiempo. Los incultos de ahora encuentran mosaicos en la Encarnación y se dedican a destrozarlos. En vez de cuidar los restos romanos, les colocan una grúa y máquinas pesadas encima. En vez de adaptar su casa, como Doña Regla, adaptan los restos de la historia a sus sueños de grandeza, a su cortedad mental.
En la calle Cuna moría la condesa un día como hoy de 1938. Allí está la historia tratada con mimo; en la plaza de la Encarnación la historia simplemente se destroza. Así nos va...
6 comentarios:
a ver a ver, buen hombre y se supone que profesor de historia (lo de historiador lo dice con boca grande pero en post como este la pifias), como puedes alabar el expolio que hizo esta señora? qué clase de restos os encontramos en su palacio totalmente descontextualizados? que perogrullada es esa de decir de cuidar la historia con mimo por pate de una ricachona que cogió lo que quiso de Itálica a su antojo?
que el ayuntamiento que tanto odias cometa barbaridades en la arqueología de la ciudad no s motivo para ensalzar a esa señora.
esto es lo que enseña?
Vayamos por partes.
Al contar la historia hay que intentar contextualizar. Evidentemente, doña Regla Manjón sería hoy una expoliadora, como también lo serían Richard Ford, o Irving o Schlieman o el Duque de Alcalá que decoró la Casa de Pilatos. Pero en su momento salvaron lo que otros despreciaban o simplemente ignoraban. Por supuesto descontextualizaron los restos que encontraron y no tuvieron ningún criterio científico y un escaso rigor arqueológico. Pero mostraron interés en la conservación y amor por un pasado olvidado y expoliado, en una época en la que no existían leyes de patrimonio y en la que no había ninguna protección al pasado. Si fuera un personaje de nuestro presente habría que enjuiciarla de otro modo. Lo peor es que con nuestros conocimientos actuales y con el tiempo pasado se comentan los expolios, y, peor todavía, por parte de administraciones como nuestro ayuntamiento al cual, por cierto, no tengo ningún odio especial, faltaba más. Cien años después sigue habiendo gente que cree que los restos arqueológicos son parte de su propia casa.
No recuerdo haber puesto boca grande para definirme como historiador. Simplemente licenciado y modesto profesor. Con algunos miles de alumnos a mis espaldas. Les suelo enseñar que las opiniones contrarias hay que exponerlas con la debida consideración y respeto y sin extremismos. Un saludo y gracias.
Gracias a esa ricachona que recogió los resto que esta inculta ciudad tiraba en los rastros cuando acabaron con la mitad de los conventos de esta ciudad destruyendo innumerable obras de arte. Como los paneles de azulejos procedentes del antiguo convento de san Agustín del 1609-1611. Porque aunque esta totalmente descontextualizado si esta señora no lo hubiera adquirido todo habría desaparecido
La historia es un palimpsesto, y los criterios de conservación se van adecuando a cada momento; así que no nos pongamos estupendos y nos la cojamos con papel de fumar, que si aplicamos al 100% los criterios actuales de conservación, no tendríamos columnas de Hércules en la Alameda, museo de Bellas Artes o Arqueológico y, por supuesto, esa inmersión en el pasado romano "descontextualizada" que la Condesa de Lebrija, con ese afán de coleccionista de antaño llevó a su casa. ¿Criticable hoy día? Puede, pero prefiero verlo en Sevilla a 15 kilómetros de su enclave original, que tener que pillar billete en Clickair para verlo expuesto en la capital de su Graciosa Majestad o en Berlín.
Más lamentable es no seguir los criterios del presente y menos por una administración pública, que debe ser escrupulosa en el cumplimiento de la normativa.
Te escribo para enviarte algo sobre Itálica y su progresivo proceso de erosión a lo largo del siglo XIX, donde se consiguió destruir lo poco que había emergido a finales del XVIII en algunas excavaciones aisladas. He leído tu correo y me parece estupendo, como todo lo que has escrito y haces, y como no sé escribir todavía en los blogs porque no he podido conseguir tener el tiempo para aprenderlo, y además conoces bien mi incapacidad para la tecnología, te mando este fragmento del viaje de Gautier a España en 1840, cuando visitó Itálica. Habla de un mosaico que había aparecido a principios del siglo, del que hablan muchos viajeros que llegaron hasta allí, y del que suelen comentar algunos, como el capitán Scott hacia 1828 que lo utilizaba un porquero como suelo para expandir las mazorcas de maíz que sus cerdos comían. Después lo mencionaría Ford también hacia 1830, y finalmente Gautier que se lo encuentra en este estado.
La Condesa de Lebrija en Londres tendría una sala en el Victoria and Albert Museum porque quizás al existir un museo así en su tiempo habría habido algún tipo de iniciativa de colaboración conjunta, que no hubiera abocado a los pocos interesados por conservar los despojos culturales heredados a esconderlos en sus casas. Y si no, que alguien explique el legado de ese magnífico personaje que es José Gestoso en la Biblioteca Colombina, conocido como Papeles Gestoso, y que no son otra cosa que un conjunto de documentos que sacó como pudo y de donde pudo de los diferentes archivos que andaban en almoneda en su tiempo, para donarlos finalmente. Donde unos ven papeles viejos, otros ven documentos únicos, igual que aquella Sevilla la Vieja para algunos era nada más y nada menos que Sevilla. Además, lo realmente criticable hoy en día sería desde nuestra perspectiva del patrimonio sería su venta, algo que afortunadamente para la ciudad no ha ocurrido.
Vamos, esto es lo de siempre. La cuestión es la que tú planteas y creo que no hay otra. El problema es no preservar lo que se ha legislado como público cuando existen todos los medios públicos para que así sea, con dinero público.
buenas, tengo que hacer un trbajo sobre la condesa de lebrija y me gustaria saber algún libro que hable sobre ella. Gracias
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