Me
contaste que era el mes de julio del año 1931. Eran tiempos difíciles. España
acababa de estrenar la república como nuevo sistema político. Un ambiente donde
eran muchas las reivindicaciones, los miedos, las ilusiones. En Sevilla se
vivió una huelga revolucionaria con un resultado tan dramático que fue conocida
como la semana sangrienta. Sigues
recordando aquello y no puedes evitar la emoción. Parece que estás viendo la
casa con tus propios ojos. Era junto al arco de la Macarena, junto a la
muralla, junto a aquella Sevilla que ya comenzaba a ser conocida como la Sevilla Roja. Recuerdas a tus
abuelos y a sus vecinos, una familia que podrías describir con los ojos
cerrados. Eran la familia Mazón. Pero casi nadie los conocía por su apellido.
Unos azulejos en la fachada de la casa eran la prueba. Todo el mundo los conocía
por los Cornelio, recuerdo del abuelo de la familia. Frente al arco, los
azulejos de la fachada hacían publicidad de sus negocios: El colmao del Salvador y la Terraza
de la Cruz del
Campo. Sobre todo la pequeña taberna de la Macarena. Era un pequeño lugar
de reunión donde cada atardecer se concentraban los obreros del barrio. Alguien
quiso ver allí un lugar de concentración de elementos revolucionarios,
comunistas o anarquistas, qué más daba. Incluso se difundió la leyenda de que
detrás de un espejo de la taberna se celebraban esas reuniones clandestinas.
Tragas saliva y sigues contando. Pareces que vivieras aquel día de julio de
1931. La taberna amaneció cerrada por la huelga general. Cuando tu madre salió
a la puerta de casa pensó que estaba soñando. Soldados de artillería rodeaban
la zona y un cañón apuntaba directamente a la vivienda. Fue tu abuelo el que
salió a hablar con el militar que dirigía la operación:
- Mi general ¿Qué es esto?
El general Trillo informó a tu abuelo
de que la casa iba a ser cañoneada y que tenían poco tiempo para desalojarla.
Todavía recuerdas que tu padre se empeñó en vaciar un ropero que, con las
prisas, acabó por los suelos. Dio tiempo a salvar los caballos de la cochera y
poco más. 22 cañonazos acabaron con la antigua casa Cornelio. Curiosamente no
todos los disparos llegaron a hacer explosión. Curiosamente, hubo que buscar al
día siguiente un proyectil que no explotó. Curiosamente, el ropero que cayó al
suelo evitó ser traspasado por uno de los cañonazos.
Recuerdas que aquello fue el fin de la
casa. La familia Mazón regentó un bar cercano; todavía existe, el bar Plata,
frente al arco. Todos fueron detenidos en la Guerra Civil y alguno no
sobrevivió a aquella absurda tragedia.
Hoy ya no existe la casa.
En su lugar se alza una basílica. Y todavía hay vecinos que oyen los 22
cañonazos cuando entran allí a ver a la Virgen. Porque tu antigua casa,
la de los Cornelio, la de tus recuerdos, es hoy una casa llena de Esperanza. En
aquel lugar que un día cañoneó la sinrazón vive hoy la Esperanza bajo una
bambalina de plata. Tú la conoces simplemente como la Virgen. Para los demás allí
está la Virgen
de la Esperanza
Macarena.
3 comentarios:
Mi abuelo Adolfo León,trabajó en casa Cornelio,intimo amigo de la familia, además de camarero le hacia trabajos de "mantenimiento" pues era buen carpintero ,sí teneis fotos vereis algunos jamones de madera mezclados con algunos de verdad, colgados encima de la barra, tambien les hizo una caja fuerte camuflada,tambien colaboró,les hizo bancas y sillas a los Altos colegio, vivio en San Gil, un fascista lo metio preso un mes(le perdonó la vida) en venganza pues mi abuelo no lo queria de novio para su hija, pudo ver por muy poco la muerte de Franco.
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